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Nace una nueva nación: Sudán del Sur

El nuevo país posee cerca de 10 millones de habitantes, comenzando su historia con riquezas petroleras pero serios problemas de desarrollo. La primera nación en reconocer su independencia fue precisamente su vecina del norte, la ahora reducida República de Sudán, con la que protagonizó un conflicto de casi dos décadas, que cobró la vida de 1,5 millones de personas.


El mundo tiene una nueva nación. Este 9 de julio África dio a luz a la República de Sudán del Sur.

Con los que se calcula son cerca de 10 millones de habitantes y un territorio más grande que la Península Ibérica, el flamante país empieza su historia con riquezas petroleras pero serios problemas de desarrollo.

La primera nación en reconocer su independencia fue precisamente su vecina del norte, la ahora reducida República de Sudán, con la que protagonizó un conflicto de casi dos décadas, que cobró la vida de 1,5 millones de personas.

El acuerdo de paz logrado en 2005 preveía la realización de un referéndum en el que, en enero pasado, más del 99% de la población sureña optó por un futuro propio.

Celebración y reflexión

Las celebraciones empezaron a la medianoche local (21:00 GMT) y en ellas participa uno de los hijos más conocidos de esta nueva nación africana: el músico Emmanuel Jal.

«¡Voy a dejar de ser un refugiado. Ahora voy a ser un ciudadano y tendré un país con el que me podré identificar», le dijo a la BBC.

Cuando tenía apenas ocho años fue reclutado por los rebeldes para luchar contra el gobierno en Jartum. Jal luego escapó a Nairobi, Kenia, donde se convirtió en un exitoso cantante de rap.

Su experiencia ilustra la prehistoria atribulada de Sudán del Sur. Sus sentimientos encontrados reflejan su presente y futuro.

Así habló con la BBC.

Cuando piensa en lo que usted tuvo que hacer como niño soldado, ¿la independencia de Sudán del Sur lo hace reflexionar sobre esos momentos, cambiar su opinión sobre lo que ocurrió?

Me trae memorias dolorosas. Es un día que será dedicado a tantas vidas perdidas. Mucha gente también murió de hambre.

Yo mismo estuve en una situación en que me vi obligado a casi comerme a un amigo. Recuerdo un viaje en que la gente se estaba convirtiendo en caníbales, comiendo cadáveres.

Mi hermana fue violada varias veces. Mi madre murió en la guerra. Yo crecí sin padre. Desde que yo tenía siete años salí del hogar. Ahora tengo 31.

Como yo, hay mucha gente en Sudán del Sur.

Ahora mismo me vienen a la mente imágenes de cuando tenía seis o siete años, la gente enterrando a sus muertos, yo corriendo de un lugar a otro, los helicópteros bombardeando.

Esas imágenes contrastan con la alegría y la felicidad que me invaden en estos momentos.

Esas emociones que usted tiene sobre su pasado parecen muy fuertes.

La única forma en que tal vez uno puede olvidar el pasado es si está en un lugar pacífico. Cada vez que cuento mi historia vuelvo a ese momento.

Si recuerdo por la mañana, por ejemplo, a mi hermana gritando mientras estamos huyendo de una aldea o a mi madre gritando mientras nos separaban, es algo fresco, como si hubiera pasado ayer.

¿Todavía se siente vulnerable?

Sí, mi único escape ahora es la música, que me mantiene ocupado. La música es mi analgésico, mi terapia.

Y mi fe me mantiene vivo y me da esperanzas de que el futuro será mejor.

Mucha gente dice que usted los ha ayudado.

Para mí es como saldar una deuda que tengo con Emma, una trabajadora social británica que me desarmó, me llevó ilegalmente a Kenia y me puso a estudiar.

Recuerdo que una vez le preguntaron algo y dijo que los problemas en Sudán eran complejos pero que, para poder construir el futuro, era necesario educar a las mujeres y a los niños.

Cuando yo llegué a la escuela, yo odiaba a los musulmanes, odiaba a los árabes, quería matar a tantos como pudiera.

Pero la escuela me ayudó a descubrir la verdad, que los que estaban matándonos no eran los musulmanes y árabes, sino la economía, los alimentos.

De la misma forma en que los dinka y los nuer se atacaban unos a otros para robarse las vacas, otra gente llegaba con ideologías y extendían su empatía a personas de su mismo color o creencias.

La educación me iluminó, me enseñó que hay muchas formas diferentes para arreglárselas. Y es por eso que he promovido tan fervorosamente la educación.

La educación ayudará a Sudán a la larga porque cuando uno descubre la verdad le resulta fácil perdonar y no aferrarse a las cosas.

¿Quiere regresar a vivir en Sudán del Sur?

No veo la hora. Si mi país vive en paz no me importaría trabajar de agricultor o de cualquier otra cosa. O ser un hippie con un tambor debajo de un árbol y dedicarme sólo a la música. Y sembrar mis propios alimentos.clic

¿Cree que Sudán del Sur tendrá paz?

Sí. Tenemos que tener esperanza. Me parece que una de las cosas más importantes que ha pasado es que la mayoría de los niños perdidos de Sudán crecieron en campamentos de refugiados fuera del país, por ejemplo en Kenia, donde han recibido educación.

Algunos ahora son abogados, ingenieros o comerciantes. Muchos viven en los países vecinos o fuera del continente y tenemos esa fuente de conocimiento en personas que pueden traerle paz al país. Todos vamos a trabajar juntos.

¿Pensó alguna vez que este día llegaría?

No. Tengo una canción que pregunta cuándo llegará el momento en que mi pueblo pueda comenzar a regresar a casa, sin lágrimas, sin temor, sin tribalismo.

Es difícil creer que va a pasar porque crecí durante la guerra. Cuando uno pasa tanto tiempo luchando, es algo que lo afecta mentalmente.

Por ejemplo, yo tengo 31 años y la gente no puede creer que tenga presión alta. El estrés afecta tu cuerpo sin que te des cuenta, de forma subconsciente.

No me imaginaba que vería este día porque mi padre se vio involucrado en la guerra y mi abuelo también murió.

Todo esto ha durado mucho y es como si alguien de pronto te pellizcara y te dijera: «¡Mira, está pasando de verdad!»

Para mucha gente ha sido casi un shock que el mundo finalmente haya reconocido nuestro dolor y nos esté dando la mano para ayudarnos a ser libres.

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