Publicidad

Sí hay política comunicacional


El gurú de las comunicaciones Eugenio Tironi desarrolló en 1990 la política comunicacional más importante del retorno de la democracia: que el gobierno no debía tener política comunicacional. Esa política programática sigue válida hasta el día de hoy y es la gran responsable del auge del duopolio mediático COPESA/El Mercurio y del consiguiente ocaso del pluralismo en los medios de comunicación.



La célebre frase de Tironi -«La mejor política comunicacional es no tener política comunicacional»- abrió las puertas para que el mercado se autorregulara, desatando una competencia Darwiniana que dejó con vida sólo a los medios con las espaldas financieras para sobrevivir a los vaivenes del mercado.



Esta política comunicacional terminó con el pluralismo de los medios, dejando victoriosos a COPESA y El Mercurio. En el camino quedaron muchos otros que entregaban vigor y diversidad de opinión a la prensa nacional.



Tironi planteó que el Estado no debe subvencionar a medios comunicacionales, sino dejar que el mercado actúe. Su concepto sigue vigente, en desmedro del pluralismo y en favor del duopolio mediático.



En los años 80 el Banco del Estado, con dinero de todos los chilenos, entregó a COPESA y El Mercurio créditos blandos que los sacaron de la seria crisis económica que enfrentaban.



Es por ello que es tan sorprendente que el gobierno no haya otorgado ni subsidios o créditos blandos, sino cuando menos publicidad, a los múltiples medios pluralistas que surgieron y desaparecieron en estos 17 años de democracia. Los que apenas sobreviven, como la revista política quincenal Punto Final, no reciben publicidad estatal.



La respuesta del Ministro Secretario General de la Presidencia Ricardo Lagos Weber a una reciente petición del Director de Punto Final para obtener publicidad gubernamental deja el mal sabor de una actitud absurda e injustificable.



En carta fechada el 16 de junio, Lagos Weber responde a Punto Final, como si fuese un burócrata sin capacidad de decisión:



«Al respecto es necesario precisar que el servicio de publicidad que el Estado debe contratar para los fines que le son propios los realiza la Dirección de Compras del Ministerio de Hacienda a través del portal ChileCompra y en forma de Convenios Marco. Estos Convenios son procedimientos de contrataciones realizadas por la Dirección de Compras para procurar el suministro directo de bienes y/o servicios a las Entidades, en la forma, plazo y demás condiciones establecidas en dicho convenio».



Lo concreto es que la gran torta publicitaria del Estado se la llevan exclusivamente los medios del duopolio COPESA/El Mercurio. El año pasado, según Fucatel, Observatorio de Medios que dirige la periodista Manuela Gumucio, El Mercurio recibió el 48% de la publicidad de las empresas del Estado, mientras que COPESA se benefició con el 29% de la publicidad de grandes empresas como ENAP o Codelco.



Es más: los ministerios entregaron a El Mercurio el 52% de toda su torta publicitaria y a COPESA el 32%. Es decir, sólo en publicidad El Mercurio recibió del Estado la friolera de $2.118 millones y COPESA $1.025 millones.



En suma, el año pasado el Estado gastó el 80% de su publicidad escrita sólo en el duopolio El Mercurio/COPESA. Eso de un total de más de 10.000 millones de pesos que destinó a publicidad total.



Semejante grado de inversión es curioso dado que, según el Sistema de Verificación de Circulación y Lectoría auditado por la empresa KPMG, el segundo semestre del 2005 la circulación neta de El Mercurio fue de 124.737 ejemplares de lunes a viernes y de 214.429 para el sábado y domingo. La circulación de La Tercera de COPESA fue aún menor: 90.314 ejemplares de lunes a viernes y 208.336 los días sábado y domingo.



En su investigación Chile Inédito: El Periodismo Bajo Democracia, el periodista estadounidense Ken Dermota descubrió que en 1981 El Mercurio debía al Banco del Estado US$100 millones y que en 1987 La Tercera no podía pagar sus deudas. Según Dermota, COPESA estaba quebrada y sólo con préstamos blandos del Banco del Estado pudo cubrir su deuda por US$3.3 millones.



Dermota se encontró además con la sorpresa de que la información sobre préstamos a El Mercurio y COPESA había sido clasificada «confidencial» por la Superintendencia de Bancos.



Se sabe que en 1989 El Mercurio debía US$15.3 millones al Banco del Estado. Tras varias transacciones, esas deudas fueron traspasadas a bancos privados con el fin de evitar que el control de El Mercurio y COPESA quedara en manos del Estado, principal acreedor. Ambas empresas fueron luego saneadas «hasta con cajas de manzana» según cuenta Dermota, dejando a ambos consorcios libres de deuda.



¿Qué motiva que dos medios de baja circulación y lectoría reciban el 35% de toda la torta publicitaria del Estado? Se puede especular una respuesta. El gobierno, vía Tironi, optó por dejarlos operar tranquilos y no hacer olas a cambio de que se transformaran en lo que la teoría periodística llama medios «perros guardián».



Pero la función que cumplen estos medios «perros guardianes» es vigilar no en favor de la sociedad, sino de los grupos de poder e influencia para crear, controlar y resguardar sus propios intereses. Estos medios «perros guardianes» están condicionados para sospechar de cualquier intruso que intente subvertir el orden establecido y repartido. Este «perro guardián» es parte estructural del poder de la sociedad, con poderes similares a otras estructuras, y actúa en conjunto con el poder político o económico para mantener sus privilegios. Una labor fundamental de esta prensa es fijar la agenda política y noticiosa del país.



Esta estructura de repartición del poder se fraguó en 1990 con la venia del gobierno de Aylwin conforme a la concepción estratégica de Tironi. Así, el gobierno no genera política comunicacional, no destina recursos publicitarios a medios pluralistas, no se investigan las deudas del duopolio con el Estado, no se cuestiona el modelo económico y no se toca el tema Pinochet. A cambio, el duopolio COPESA/El Mercurio se dedica a la noticia contingente, sin cuestionar al mundo político o a los gobiernos de la Concertación.



Con esa realidad se acaba con la pluralidad en los medios escritos y El Mercurio y COPESA se dedican a fijar la agenda mediática del país, ya que no hay otros medios que fiscalicen a las autoridades o contribuyan al debate público.



Flojos y faltos de creatividad, los medios televisivos -y menos la radio- no fijan la agenda noticiosa. Basta leer El Mercurio o La Tercera en la mañana para saber qué temas escucharemos en los noticieros de las 13 y 21 horas.



Así tenemos al noticiero del Presidente del Colegio de Periodistas, junto con sus colegas del canal católico y el de todos los chilenos, persiguiendo sirenas policiales todos las días del año. Todo porque El Mercurio y COPESA vienen golpeando desde 1990 con el tema de seguridad ciudadana.



Entonces cuando medios con otros puntos de vista, como Punto Final, Diario 7, La Época y Rocinante, piden acceso a la publicidad del Estado, reciben respuestas burocráticas como la que el Ministro Lagos Weber le dio a Punto Final. Una respuesta que equivale a decir «no molesten, desaparezcan del mapa».



Todo gracias al genio de Eugenio Tironi, el ideólogo mediático que transformó al Estado democrático en enemigo del pluralismo y la diversidad en los medios. La pluralidad de los medios contribuye a una sociedad informada y activa. Pero para los gobiernos de la Concertación y el ideólogo Tironi la sociedad informada no era funcional, prefiriendo acabar con ella y apostar por una sociedad complaciente. El concepto estratégico de que los gobiernos no deben tener política comunicacional trajo consigo la sociedad desinformada y manipulable en que vivimos a 17 años del regreso de la democracia.



__________________________________



Jorge Garretón es un periodista independiente que trabaja para medios de habla inglesa de Estados Unidos, Canadá y Europa.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias