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El poder en Chile: cuando la naturaleza se manifiesta

Juan Pablo Cárdenas y Gerardo Vidal
Por : Juan Pablo Cárdenas y Gerardo Vidal Dr. en Física, investigador Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso. Dr. en Sociología, investigador CEDESTRA, docente PUCV
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Es la compatibilidad u homofilia, la que sugiere que si dos personas comparten códigos, lenguajes, creación de mundos, formación, etc. se vincularán más probablemente en esta red. Este simple mecanismo, modelado, logra reproducir la arquitectura de la red de poder chilena. De esta forma, uno de los principales resultados de la investigación muestra que la conformación del poder en Chile sería un fenómeno emergente, guiado ciegamente por un mecanismo de vinculación persona-persona, sin que ellas estén conscientes del sistema desigual que están formando. Esto tiene una repercusión significativa para re-entender el fenómeno del poder y tiende a contrariar una cierta percepción común existente al respecto.


Tal vez el poder es uno de los fenómenos más sugerentes en la historia de la humanidad. La literatura universal, la historia, el arte y el drama se acercan de forma recurrente a él. Aunque la Teoría Política durante siglos ha puesto atención a las formas de obtención del poder, poco ha avanzado respecto de lo que se debería hacer con éste, una vez adquirido.

Curiosamente, la intención de búsqueda de fórmulas idóneas para organizar esa vida en común tuvo, en los albores de la modernidad, pensadores relevantes que pusieron su acento en un “orden” que obedecía a una desconocida pretensión de aplicar el razonamiento lógico, casi algorítmico, al orden social y político. Es lo que redescubrimos con asombro en obras clásicas como el Leviatán de Tomas Hobbes. Una pretensión vilipendiada pero nunca abandonada por los científicos posteriores, sobre todo los actuales.

Hoy, el desarrollo de la ciencia y la tecnología ha permitido acercarse y mirar con mayor detención y profundidad el fenómeno social, en un acto de fertilización asistida entre disciplinas tan (aparentemente) lejanas como la Sociología y la Física Estadística. Así, muchos investigadores estudian fenómenos sociales tales como la formación de opinión, las crisis sociales y las guerras, el comportamiento de multitudes en situaciones de pánico, el tráfico vehicular, etc., aplicando conceptos pertenecientes a las ciencias “naturales”, como son la entropía, las estructuras disipativas, los sistemas dinámicos, etc. Importantes publicaciones científicas dan cuenta de este novedoso enfoque relacionado con el estudio de los Sistemas Complejos.

[cita]Es la compatibilidad u homofilia, la que sugiere que si dos personas comparten códigos, lenguajes, creación de mundos, formación, etc., se vincularán más probablemente en esta red. Este simple mecanismo, modelado, logra reproducir la arquitectura de la red de poder chilena. De esta forma, uno de los principales resultados de la investigación muestra que la conformación del poder en Chile sería un fenómeno emergente, guiado ciegamente por un mecanismo de vinculación persona-persona, sin que ellas estén conscientes del sistema desigual que están formando. Esto tiene una repercusión significativa para reentender el fenómeno del poder y tiende a contrariar una cierta percepción común existente al respecto.[/cita]

Sin embargo, en el caso del fenómeno del poder, fue un artista e historiador estadounidense, Mark Lombardi, quien lo visualizó por primera vez, mediante sus “estructuras narrativas”, como un sistema de conexiones que vinculaba personas influyentes y/o empresas en una compleja red de relaciones de poder. Su visión del poder como una red, como un sistema, fue enteramente visionaria y muy acorde a la forma en la que se estudian y analizan hoy en día los fenómenos sociales complejos.

De hecho, desde fines de la década de los 90 el estudio de las redes comenzó un vertiginoso camino que lo ha transformado en una de las líneas de investigación más efervescentes. Hoy en día, la Teoría de Redes Complejas, una rama del estudio de los Sistemas Complejos, ha sido la responsable de poner en evidencia que las redes sociales, y otras de naturaleza totalmente distinta, presentan propiedades comunes, poco intuitivas y para nada triviales. Son estas propiedades “emergentes” las que han llamado la atención de la comunidad científica, no sólo por su indiscutible atractivo, sino por su ubicuidad, apareciendo una y otra vez en sistemas sociales, biológicos, ecológicos e incluso tecnológicos. Las redes parecen converger de esta forma a una arquitectura común.

La razón de lo anterior tendría que ver con que todas estas redes comparten ciertas propiedades. Lo primero, es que están compuestas por muchos elementos. Lo segundo es que dichos elementos se relacionan por reglas, no al azar. Esto último, sería clave para que la red presente estas propiedades emergentes, ya que serían estas reglas las que “engendran” la complejidad del sistema cuando este crece.

Dentro de estas propiedades, destaca una muy particular: “La heterogeneidad de conectividad”. En las redes complejas, la gran mayoría de sus elementos están pobremente conectados, sin embargo, unos pocos lo están en forma exagerada. Piense solamente el número de followers que usted tiene en Twitter en comparación a los que tiene Barack Obama o Lady Gaga. Esta heterogeneidad o desigualdad, extrema en algunos casos, parece ser, junto a otras propiedades, el sello de las arquitecturas complejas.

Desde esta perspectiva, durante los años 2013-2014, un equipo de investigadores chilenos (compuesto por físicos, sociólogos e informáticos) desarrollaron una vasta investigación sobre el poder en Chile. El propósito fue desentrañar la arquitectura de la red social que emerge tras las relaciones de poder en el país y si acaso ésta manifestaba propiedades como las observadas en otras redes complejas de distinta naturaleza. Si la respuesta a esta interrogante era afirmativa (y así lo fue), era un duro golpe a la arraigada idea de que la concentración del poder (e incluso el dinero) es un fenómeno que sólo obedece a una suerte de frenética búsqueda y diseño de unos pocos. Por el contrario, lo que surge serían propiedades que parecen más ligadas a la propia naturaleza de los sistemas complejos.

Curiosamente, en este sentido, los resultados de la investigación nos remontan nuevamente a las olvidadas explicaciones de la teoría sociológica clásica del Poder y la Elite de autores como Comte, Mill, Weber, Parsons, Pareto, Mosca, Michels. Como así también en la sagacidad de ideas de filósofos contemporáneos como Michel Foucault (microfísica del poder) que argumenta la habitabilidad del poder en una compleja red (discursiva) que lo distribuye, lo alimenta y lo protege.

Para el desarrollo del estudio se utilizó la base de datos Poderopedia (www. poderopedia.org) que vincula a más de 3 mil personas y mil organizaciones chilenas (empresas, instituciones, y otras) en una gran red de relaciones comerciales, políticas, de estudios, familiares, etc., confiablemente verificadas.

La investigación permitió confirmar algunas observaciones de estudios anteriores que destacan la importancia de las vinculaciones familiares, sociales y de educación, como así, también, la desigual distribución y concentración existentes, donde sólo el 1% de las personas reúne el 31.7% del poder total del sistema (político y económico), esto coincidente con el porcentaje de los ingresos que acumula el 1% superior de los chilenos que es del 30.5%.

Además, los resultados confirman que el fenómeno del poder se distribuye en la población de forma poco intuitiva, de hecho, se autoorganiza. Es así como se observó que la distribución del poder en esta red “escala”, al igual que otras propiedades de otros sistemas complejos. ¿Qué significa esto? que no hay un nivel de poder que sea representativo de nuestra población. Algo similar ocurre con la distribución de riqueza, donde usar medidas como el promedio pierde todo sentido.

Adicionalmente, y tal vez lo más importante, es que este escalado indica que la diferencia de poder, entre los más poderosos, es la misma que entre los menos poderosos. Esto nos acerca al concepto de “poliarquía” de Robert Dahl, quien sugiere que no hay un único núcleo del poder. Por el contrario, lo que se observa es que, a cada escala (del sistema social), hay una distribución desigual de éste. En una empresa, en una universidad, en una iglesia, hay personas que concentran más poder que el resto, en un club deportivo y también en un barrio se da este fenómeno, en una región, en un país, lo mismo. La arquitectura del poder (en Chile) posee una estructura fractal, autosemejante a distintas escalas.

La búsqueda de posibles mecanismos que expliquen este comportamiento condujo a un principio de comprensión asociado al criterio de crecimiento de la red, es decir, a la integración de nuevos elementos (o a la llegada de nuevas personas). Así, se logró determinar que un simple mecanismo de “compatibilidad” entre personas podía explicar lo observado.

Es la compatibilidad u homofilia, la que sugiere que si dos personas comparten códigos, lenguajes, creación de mundos, formación, etc,. se vincularán más probablemente en esta red. Este simple mecanismo, modelado, logra reproducir la arquitectura de la red de poder chilena. De esta forma, uno de los principales resultados de la investigación muestra que la conformación del poder en Chile sería un fenómeno emergente, guiado ciegamente por un mecanismo de vinculación persona-persona, sin que ellas estén conscientes del sistema desigual que están formando. Esto tiene una repercusión significativa para reentender el fenómeno del poder y tiende a contrariar una cierta percepción común existente al respecto.

Una segunda importante observación respecto a dicha compatibilidad es que, a medida que la red crece, es decir, que más personas la conforman, vincularse cuesta mucho más, la exigencia de compatibilidad se torna mucho más selectiva. Ente dos personas (aisladas) esa exigencia es baja, no así entre 10 personas, mucho menos entre 100 o 1.000 o 10.000, cuyos niveles de exigencia de compatibilidad generan complejos procesos selectivos que son observables y demostrables.

No obstante, en esta compatibilidad debe distinguirse el tipo de lógica que envuelve el comportamiento del poder político y económico, y la priorización de intereses que cada lógica contiene. Ambas tienen un carácter racional (con arreglo a fines), pero, mientras la primera tiende a internalizar “valores sociales” (que la legitiman), la segunda tiende a priorizar la “maximización de beneficio” (dado que hasta ahora no requería de búsqueda de legitimidad). Estas lógicas no son excluyentes, se interrelacionan y se condicionan mutuamente, pero se priorizan a la hora de determinar el factor de compatibilidad. Esto tiende a confundirse a la hora de comprender el comportamiento del poder, instalando la creencia de que las motivaciones (de compatibilidad) son similares para políticos y empresarios, lo que no es así.

Finalmente, es necesario destacar que no siempre la compatibilidad da lugar a una red como la observada. Por ejemplo, si en el modelo los códigos, visiones de mundo, formación, etc. están distribuidos de forma homogénea en la población, la red resultante es completamente distinta: el poder ya no se concentra tan fuertemente como en el sistema real, se distribuye de forma más homogénea. El lector podrá entender la gran implicancia de esta observación.

Sin embargo, hay algo que debemos saber. La complejidad y su heterogeneidad (desigualdad) parece ser la manifestación espontánea de sistemas que crecen libremente, sin control alguno, pero con ciertas reglas locales como la compatibilidad. Según esto, si se deja liberado el sistema, con poca regulación, veremos muy probablemente a la naturaleza manifestándose de esta extraña o, mejor dicho, compleja manera.

 

  (*) El artículo cuyo título original es: “Complexity, Selectivity and Asymmetry in the Conformation of the Power Phenomenon. Analysis of Chilean Society, será publicado próximamente en la edición especial de marzo del journal: Networks and Heterogeneous Media. (http://arxiv.org/abs/1409.7862)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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