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Crisis política: El fenómeno Podemos y las lecciones para Chile

Mauricio Rifo
Por : Mauricio Rifo Analista económico y filosófico político, Universidad de Barcelona
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En la crisis Chilena actual, la cuestión no es un problema meramente de “crisis de autoridad” del grupo dirigente, sino un problema de expectativas económicas futuras dentro del mismo grupo. Por lo tanto, su descrédito público es la posibilidad de “sacudirse” de fracciones internas y poder “liberarse” de las trabas que oponían. He ahí la posibilidad de su mantención como dirección social. Por ende, la peor amenaza que hoy siente el grupo dirigente en Chile, no es su desprestigio por corrupción sino la posibilidad de que, en este escenario, un nuevo interés social se incorpore a la dirección del país.


Hoy, los diagnósticos para la actual crisis política en Chile van desde un problema institucional hasta uno de tipo cultural. Lo cierto en todo esto, es que claramente es un problema de los de “arriba”. Entonces, si es un problema de los de “arriba” ¿Por qué la posible crisis social general? Esto ocurre fundamentalmente por la posición social de dirección de los que actualmente se encuentran cuestionados. En este sentido, si la crisis social es una crisis de dirección del grupo dirigente (políticos y empresarios), la presentación de un escenario de “hecatombe nacional” es más bien producto del temor por la pérdida de esa posición. Por esto, los diversos diagnósticos que explican la crisis de manera fragmentada desde un problema meramente de la legitimidad de la élite,  de un grupo de esas élites, de las instituciones y su necesaria modernización, de la cultura “oportunista y poco honesta” del chileno, de la emergencia del populismo y el vacío de la democracia o más directamente la de un golpe blando a las reformas de la nueva mayoría son argumentos que refuerzan la actual dirección social en cuestión. Entonces, la pregunta que sigue es ¿Por qué la refuerzan?  Para responder a esto, el fenómeno de Podemos en España es una puerta explicativa absolutamente atingente para estos problemas.

Podemos emerge como una apuesta minoritaria en un contexto Español de crisis económica y por ende de una profunda crisis social laboral, habitacional, sanitaria y educacional. Las dos apuestas hegemónicas en el orden de la representación política (Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español) llevaban y llevan una serie de gobiernos, alternados, como administradores de la crisis. Hasta la irrupción de Podemos, ninguna fuerza política había podido incidir en la dirección social de estos Partidos, a pesar de tener un discurso crítico y “pro-social” como el ensayado por Izquierda Unida (otrora tercera fuerza electoral). En este sentido, la particularidad de Podemos descansa en identificar que el problema político en España no era la prolongación del “descrédito de sus élites” sino el fortalecimiento y reconocimiento de aquellos que no forman parte de la dirección del país como “la solución” para un nuevo gobierno.

[cita] En la crisis Chilena actual, la cuestión no es un problema meramente de “crisis de autoridad” del grupo dirigente, sino un problema de expectativas económicas futuras dentro del mismo grupo. Por lo tanto, su descrédito público es la posibilidad de “sacudirse” de fracciones internas y poder “liberarse” de las trabas que oponían. He ahí la posibilidad de su mantención como dirección social. Por ende, la peor amenaza que hoy siente el grupo dirigente en Chile, no es su desprestigio por corrupción sino la posibilidad de que, en este escenario, un nuevo interés social se incorpore a la dirección del país.[/cita]

 

En definitiva, es la reactualización del viejo problema de la soberanía.  Esto quiere decir que el temor de una dirección social en cuestionamiento, no es solamente su descrédito público, crisis de autoridad diría Gramsci, sino la posibilidad de una renovación total o parcial de los componentes sociales presentes en el grupo dirigente de la sociedad (Crisis Orgánica).

En la crisis Chilena actual, la cuestión no es un problema meramente de “crisis de autoridad” del grupo dirigente, sino un problema de expectativas económicas futuras dentro del mismo grupo. Por lo tanto, su descrédito público es la posibilidad de “sacudirse” de fracciones internas y poder “liberarse” de las trabas que oponían. He ahí la posibilidad de su mantención como dirección social. Por ende, la peor amenaza que hoy siente el grupo dirigente en Chile, no es su desprestigio por corrupción sino la posibilidad de que, en este escenario, un nuevo interés social se incorpore a la dirección del país.

Así, el cómo incorporarse a esta disputa es la principal lección que nos da Podemos. Primero, construir un discurso que comprenda las actuales dinámicas de constitución del mundo del trabajo, o sea reconocer cuales son los actuales actores sociales subalternos y sus dificultades. Segundo, posicionar la relación entre dinero y política como una relación permanente y no coyuntural, o sea como un conjunto de relaciones sociales de equivalencia que los hacen pertenecer al mismo cumulo de intereses, la “casta”. Finalmente, trasladar el foco de la crisis desde la “élite” a la necesidad de una apuesta política independiente y centrada en la identidad colectiva de aquellos que no tienen las redes familiares o sociales para escalar, mantener o aumentar posiciones sociales de privilegio.

Hoy, el grupo dirigente se muestra confuso, dividido, auto flagelante, en definitiva, temeroso. Ese temor lo irán resolviendo ellos. Nuestra tarea es ir un paso más allá. Nuestra tarea es que se muestren impotentes, retrógrados e irritados. En definitiva, nuestra tarea es que vuelvan a sentir el miedo de la democracia.

El poder no le teme a la izquierda le teme a la gente.

 

 

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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