Publicidad
A propósito de manipulaciones: coaching, Maturana y Echeverría Opinión

A propósito de manipulaciones: coaching, Maturana y Echeverría

Iván Brunet Cubillos
Por : Iván Brunet Cubillos Licenciado en Filosofía, Profesor de Filosofía y Psicología, Coach Neurolingüistico (SCPNL)
Ver Más

A esta altura resulta bien complicado pretender adjudicarse autoría absoluta y final de algunas ideas. Puede tratarse de nombres nuevos, más acertados, para antiguas ideas. Las ideas, una vez dadas a conocer, adquieren autonomía y libertad respecto de sus autores originales; a todos les ha pasado, para bien o para mal.


Entretenido el intercambio de pareceres entre estos dos notables pensadores chilenos. Ha aflorado el tremendo ego de cada uno de ellos, a pesar de los pensamientos que defiende cada uno, donde la consideración por el otro es un imperativo ético esencial en el desarrollo humano. Sin decir cuál de ellos tiene razón, porque da lo mismo, ni quién es el que sufre de amnesia, es necesario pensar las cuestiones teóricas debatidas como telón de fondo de esta lucha de egos.

El coaching es el nombre moderno dado a lo que Sócrates pretendía hacer en Atenas: fomentar a través del diálogo, de la conversación, la búsqueda de aquellos conocimientos que son esenciales para el desarrollo humano en su aspecto trascendental: buscar la belleza del Alma y salir de la oscuridad del materialismo ético y ontológico.

Discutía con los sofistas a propósito de esos temas fundamentales. Estos, a su vez, se preocupaban del uso del lenguaje, según Platón, en una visión muy sesgada, para aprender a manipular pragmáticamente a sus clientes, oponentes y auditores. Enseñaban el arte de la Retórica y la Elocuencia, antecedentes de la Lógica, bienes del habla tan escasos en nuestra actualidad, donde “la falta de pensamiento es un huésped habitual” (Heidegger). Pero había una coincidencia común: el ser político del hombre como fundante de su ser, al carecer de la posibilidad del desarrollo humano fuera de la Polis, y el papel del Logos (la palabra, la conversación y la racionalidad) en la construcción de la realidad humana individual y social.

Ergo, las grandes ideas de nuestros pensadores debatientes están prefiguradas no solo en el pensamiento griego sino que en grandes pensadores modernos y contemporáneos como Nietzsche, Marx, Heidegger, Wittgenstein, Austin, Searle, Dreyfus y otro connacional, con otro egote tremendo, Fernando Flores, entre muchos otros.

Lo fundamental en ellos es una concepción materialista del hombre en el sentido de valorizar la existencia humana como ser corporal que necesita, comer, dormir y amar para vivir y pensar, como un homo faber interdependiente del resto de la sociedad tanto para proveerse como para ofrecer sus productos o servicios.

Un Dasein arrojado al mundo de las cosas y entre las que tiene que operar para desarrollarse y vivir. Y pensar y sentir (o viceversa). En ese trámite esencial para vivir ocupamos como herramienta fundamental la palabra. La palabra que no solo describe dentro de los límites de su arquitectura la percepción que hace un observador de la realidad, sino que además crea realidades, crea situaciones, experiencias y ‘cosas’.

Visto al vuelo todo lo anterior, Maturana paga el precio de su genialidad y piensa que sus teorías derivan casi exclusivamente de su laboratorio y de su cabeza, de hecho suele citarse a sí mismo en sus textos y es tacaño al momento de reconocer el aporte que pueden haber tenido otros pensadores en sus pensamientos.

Maturana no tiene nada que ver con el coaching, como él sostiene. Son algunas de sus ideas las que sí tienen que ver mucho con esa nueva práctica que es el coaching. Son sus ideas, reproducidas ya en cientos o miles de ensayos, papers, libros y conferencias las que tienen un valor teórico independiente de quién sea su autor, las que son muy útiles para interpretar el quehacer y el desarrollo del ser humano en su desarrollo ontológico, esto es, como ser pensante, parlante, lenguajeador y arquitecto de muchas situaciones y experiencias de su vida.

Pero no sólo Maturana es el que se lleva los galardones de la influencia sobre otros desarrollos teóricos y prácticos. Son muchos otros, así como hay diversas corrientes de coaching. En mi caso particular, como profesor y coach, desarrollándome fundamentalmente en el mundo de la Educación, trabajando con estudiantes y profesores, más bien alejado del mundo de los negocios y las empresas, me he servido esencialmente del Eneagrama de la Personalidad (según varios autores, esenciales: Naranjo –otro connacional–, H. Palmer, Don R. Riso y S.Carrion) y de la Programación Neurolingüistica (de la cual he oído muchas críticas de gente que no la ha estudiado), aparte de los importantísimos escritos de Echeverría, Maturana y Varela, juntos y por separado estos últimos.

[cita tipo= «destaque»]No estoy en condiciones ni tengo la pureza para debatir acerca de los valores morales que inspiran a Maturana y/o Echeverría, ambos de alguna manera son mis maestros, junto a varios, pero varios otros, y va mi reconocimiento a ambos por sus aportes significativos en el desarrollo de un nuevo paradigma.[/cita]

A esta altura resulta bien complicado pretender adjudicarse autoría absoluta y final de algunas ideas. Puede tratarse de nombres nuevos, más acertados, para antiguas ideas. Las ideas, una vez dadas a conocer adquieren autonomía y libertad respecto de sus autores originales; a todos les ha pasado, para bien o para mal.

Seguramente Aristóteles, Jesús, Marx, Nietzsche y Freud, entre otros, se indignarían por algunos desarrollos posteriores de sus ideas y preceptos por parte de sus hermeneutas, pero qué se espera de los libros y las ideas, sobre todo cuando forma parte esencial de una teoría el carácter insuperable de la subjetividad del observador para interpretar sus impresiones y el carácter deficiente de nuestro lenguaje ordinario para representar fielmente nuestros pensamientos y su acompañamiento emocional o sustento emocional (o sea irracional) que le da el sentido profundo a lo que se quiere expresar.

¿Qué es el coaching, entonces?¿Para qué sirve, hoy por hoy, lejos en el tiempo y el espacio de aquella Atenas aristo-democrática del siglo V antes de Cristo?

Supongo que hay múltiples respuestas a estas preguntas, pero la que a mí más me gusta tiene que ver con el rescate de esa antigua tradición de conversación adecuada a ciertas técnicas de eficiencia que permiten el desarrollo integral del ser humano que requiere dicho servicio.

El coaching, ya sea neurolingüístico, ontológico o integral, no puede pretender ser una manipulación de otro ser humano con X fin, sino un ejercicio de reflexión acerca del mapa personal, sus fuentes, sus limitaciones y potencialidades, con el fin de superar ideas limitantes para el desarrollo personal y las metas a las que se quiere llegar.

Es más bien, como diría el Dalai Lama del Budismo, un adiestramiento de la mente, ya no sobre la base de la meditación que busca el Satori o la liberación del sufrimiento, como en su caso, sino como un ejercicio conversacional, de imaginación, de remembranzas, de proyecciones a fin de aclarar cómo usar las potencialidades que poseemos a fin de avanzar en la neutralización de nuestras limitantes reales o imaginarias y acercarnos a nuestras metas personales, metas personales que deben ser revisadas en su ‘ecología’, en su influjo o impacto en el sistema (la empresa, la escuela, la organización) en la cual estamos insertos, pues bien puede ser que lo que queremos no es lo que necesitamos y finalmente resulte nefasto para el sistema aunque beneficioso en lo inmediato para nosotros.

El respeto por el otro, por la ‘otredad’, por el otro ‘observador’ y su subjetividad inalienable de sí, son parte esencial de un coaching que pretenda servir dentro de la Ética que busque preservar o fomentar la armonía social como base de un desarrollo personal pleno.

Estas reflexiones buscan exculpar a estos ilustres debatientes respecto de la apreciación por otros de sus ideas y rescatar la práctica del coaching con independencia de las debilidades humanas de sus principales fuentes. No estoy en condiciones ni tengo la pureza para debatir acerca de los valores morales que inspiran a Maturana y/o Echeverría, ambos de alguna manera son mis maestros, junto a varios, pero varios otros, y va mi reconocimiento a ambos por sus aportes significativos en el desarrollo de un nuevo paradigma o modelo que nos invita a ser mejores humanos siempre en consideración con nuestro entorno sustentador.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias