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El Frente Amplio y la política según Mayol y Cabrera Opinión

El Frente Amplio y la política según Mayol y Cabrera

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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La principal tesis de Alberto Mayol y Andrés Cabrera en su libro “Frente Amplio en el momento cero. Desde el acontecimiento de 2011 hasta su irrupción electoral en 2017” es que el éxito electoral del Frente Amplio (FA) al ubicarse en tercer lugar en la elección presidencial y elegir 20 diputados y un senador constituye un acontecimiento, una fisura en el orden político y una transformación del sentido común. Iniciado el proceso en el 2011 con la aparición del movimiento estudiantil y otras movilizaciones sociales que desdibujan las relaciones entre sociedad y política en el Chile neoliberal, tiene una primera cristalización el 19 de noviembre del 2017 (al abandonar, esta nueva organización política, lo que los autores llaman el “exomundo” esto es, el mundo social fuera del orden político dominante) transformándose en una fuerza política impugnadora del orden social.

El éxito electoral representa así el fin de la transición desde la protesta a la construcción de un proyecto propio (momento cero en los términos de los autores), que reivindica el fin de las AFPs, un seguro público de salud universal, la Asamblea constituyente, la educación gratuita universal, la condonación del CAE y un sistema tributario “ostensiblemente” menos favorable a los más ricos. En otras palabras, un cambio profundo del modelo económico y social.

Según los autores, aparecen nuevos actores sociales en un momento “donde el pacto elitario construido en el tránsito que va de la dictadura a la democracia comienza a perder sustentabilidad, consistencia y representatividad; cuando no legitimidad”. Reconocen que el éxito electoral debe ratificarse en la conformación de un nuevo sujeto político capaz de conquistar espacios de poder hasta ahora controlados por el duopolio y viabilizar las múltiples demandas levantadas por la calle, lo que implica generar capacidad electoral para construir un gobierno de mayoría. Posteriormente el libro hace un recuento del proceso de “descomposición del consenso transicional”, y del “nuevo ciclo político” que la Nueva Mayoría “simuló” (los autores utilizan el término “impostado”) realizar. En efecto, para Cabrera y Mayol “el objetivo de la Nueva Mayoría es (fue) conservador, asegurar la pervivencia del modelo económico, aún cuando parte de sus idea sean vestirse con las ropas de la transformación”. A juicio de los autores su tarea fue restauradora, buscó recuperar la confianza de la ciudadanía generando modificaciones políticas parciales para sostener el modelo económico. Posteriormente se analiza la evolución del FA, desde las primeras conversaciones en el año 2016; el efecto dinamizador del triunfo de Sharp en Valparaíso; el instante fundacional del 21 de enero del 2017, el rol de Giorgio Jackson y Gabriel Boric en la convergencia, la construcción participativa del programa de Gobierno, el esfuerzo por inscribir las primarias legales, la confrontación entre Mayol y Beatriz Sánchez para terminar con un breve análisis del éxito electoral. El libro finaliza intentando responder a la pregunta ¿Qué es el FA?

[cita tipo=»destaque»]Es indudable que las movilizaciones sociales, en particular las estudiantiles movieron el cerco, cambiaron lo que era el sentido común respecto de la mercantilización de la salud, de la educación, de la previsión en suma respecto de la sociedad de mercado. Coincido también con los autores que la nueva mirada que representa el FA no se consolida todavía en el escenario social y económico del país. Es una mirada en competencia con la que se empieza a formular en la derecha que se organiza en torno al rol central de la empresa y las lógicas de la economía global como núcleo estructurante de la organización social. Representa una mirada que innova poco respecto del modelo económico vigente, pero que busca dejar atrás el conservadurismo en lo valórico (entrando en contradicción con los sectores más cavernarios, como diría Vargas Llosa) y pretende actualizar su mirada respecto de lo social sin abandonar la focalización como elemento central pero incorporando con fuerza a la empresa tanto en su acción filantrópica como también en su función de prestadora de servicios. Es también claro que el FA ha logrado configurarse ideológicamente como alternativa al sistema vigente dejando a los partidos de la ex NM en la incómoda posición de definirse en torno a las dos posiciones en disputa.[/cita]

Para Mayol y Cabrera, el FA puede renovar el escenario político, pero al mismo tiempo, puede limitarse a sostener “las lógicas de operación del modelo de sociedad …una fuerza gatopardista …(o desarrollar) una fuerza política capaz de volver a vincular lo social y lo político, generando un proyecto de transformación estructural de importante alcance”. Los autores recogen luego, las opiniones de sus principales líderes, sobre el FA. Se destaca que es un grupo relativamente pequeño, sus organizaciones de base tienen voz y fuerza y la relación de los líderes se centra más con el propio FA que con el electorado. Al contrario de Mayol que entiende al FA como de izquierda, una mayoría de dirigentes prefiere hablar de que es una organización ciudadana. Entre otras características, los autores destacan el “purismo político” de la coalición, la reticencia a reconocer los conflictos internos, la reivindicación de la horizontalidad, la convicción de que toda demanda construida en el marco de las movilización sociales es susceptible de convertirse en un contenido político preferente de la coalición y con ello la radicalidad de contenidos sin radicalidad política (concepto este último que los autores no aclaran suficientemente). Desde el punto de vista ideológico el FA es “antineoliberal” reivindicando el liberalismo clásico y el anticapitalismo y constituyen “su identidad de izquierda en la crítica al modelo económico”; se declaran contrarios al régimen (no se aclara que entienden por ello) y representan una crítica fundamental a la sociedad de consumo. Es un libro interesante que cabe leer pues permite generar un debate sobre temas cruciales de la transformación del modelo neoliberal.

El Deus ex machina de la política chilena

Más allá de que en el libro se dan indicios de cómo tiene lugar la lucha política y social; al final para los autores los grandes cambios o los “no cambios” son producto de fuerzas innombrables o genéricas. En efecto los autores señalan: “la victoria e instauración del proyecto de la derecha neoliberal mediante un régimen dictatorial “requería (se refiere al período posterior a la de la dictadura) una modificación sustantiva del sistema de tres tercios … para enfriar la excesiva polarización …y legitimar políticamente el modelo neoliberal” (p. 58) Quién definía el requerimiento; y cómo se alcanzó este objetivo es algo que los autores no explican. Más adelante señalan “en gran medida la NM expresa un momento de conciencia de la necesidad de conservación del neoliberalismo mediante una maniobra de mayor riesgo, relacionada a aproximarse a los discursos más radicales para poder contenerlos” (P. 69) Quiénes tienen este momento de conciencia (no es la NM, pues ella simplemente “expresa”) y cómo logran imponer esta preocupación es algo que los autores no explicitan. De manera similar, señalan “las sociedades ensayan toda clase de conservaciones antes de apostar por una transformación”. A qué se refiere con “sociedades” ¿al 1% más rico?; ¿a los movimientos sociales?, no es posible de ser dilucidado.
Una cosa es que hayan habido fuerzas con una visión en contra de introducir cambios de fondo en el modelo dentro de la NM y que hayan finalmente predominado; otra cosa muy distinta es señalar que todo el esfuerzo de Bachelet y las fuerzas progresista de la NM solo buscaban salvar el neoliberalismo. Ello no permitiría entender por qué la oposición radical de la derecha y el empresariado.

Para los autores el proceso de decisiones políticas se reduce a manipulaciones desde fuera de la política. En efecto se considera a la NM como un dispositivo del 1% que opera un proceso gatopardista para que no cambie el modelo neoliberal. O cuando la NM termina con el sistema binominal, ello se concibe sólo como una medida tendiente a evitar “que estallara la presión de quienes se encontraban en el exomundo” . No queda claro, sin embargo, por qué en el caso general de las reformas predomina el 1% y por qué en el caso del binominal (considerado hasta entonces estratégico para preservar el modelo) la calle sale triunfante. No se entiende tampoco porque la calle no fue exitosa en cambiar la educación o terminar con el sistema de AFPs. La manera genérica con que se trata el campo de los grupos dominantes y también del “movimiento social” impide analizar porque la suerte diferenciada de las reformas. Más importante aún es que en este modo de razonamiento el sistema político, el Estado, las instituciones democráticas el campo de la política y de lo político se desdibujan para dar paso al enfrentamiento “único y verdadero” entre el 1% y las movilizaciones sociales.

Revolución, reforma y eficacia transformadora

Es indudable que las movilizaciones sociales, en particular las estudiantiles movieron el cerco, cambiaron lo que era el sentido común respecto de la mercantilización de la salud, de la educación, de la previsión en suma respecto de la sociedad de mercado. Coincido también con los autores que la nueva mirada que representa el FA no se consolida todavía en el escenario social y económico del país. Es una mirada en competencia con la que se empieza a formular en la derecha que se organiza en torno al rol central de la empresa y las lógicas de la economía global como núcleo estructurante de la organización social. Representa una mirada que innova poco respecto del modelo económico vigente, pero que busca dejar atrás el conservadurismo en lo valórico (entrando en contradicción con los sectores más cavernarios, como diría Vargas Llosa) y pretende actualizar su mirada respecto de lo social sin abandonar la focalización como elemento central pero incorporando con fuerza a la empresa tanto en su acción filantrópica como también en su función de prestadora de servicios. Es también claro que el FA ha logrado configurarse ideológicamente como alternativa al sistema vigente dejando a los partidos de la ex NM en la incómoda posición de definirse en torno a las dos posiciones en disputa.

Tienen razón los autores respecto de que está por verse el rol que jugará en FA como actor político. A diferencia de los autores que sin descartar que la coalición genere un proyecto de transformación estructural expresan su temor de que no sea más que una “fuerza gatopardista”, desde mi punto de vista el desafío de la nueva organización política chilena es constituirse en una fuerza reformista capaz de traducir el malestar y la protesta social en transformación social.

La manera como los autores analizan el gobierno de Bachelet, que enfrentó la oposición visceral de la derecha y el empresariado, hace necesario reflexionar sobre la noción de cambio social y el rol de la correlación de fuerzas en la transformación de la sociedad. Aunque no se explicita, pareciera que para Mayol/Cabrera el cambio es revolucionario en el sentido de “asalto al palacio de invierno” o no existe. Es cierto que la revolución bolchevique introdujo un cambio radical; no obstante, poco tiempo después desembocó en el estalinismo; en los asesinatos en masa, en las simulaciones de juicio que terminaron con toda la generación de revolucionarios juicios para finalizar con el colapso del sistema y la instalación del capitalismo salvaje de Putin. El propio caso de Nicaragua, una revolución que despertó el entusiasmo de generaciones de revolucionarios, termina hoy en un régimen que busca reducir las pensiones nominales generando una gran movilización social que el régimen del “revolucionario” Ortega aplasta, dejando 43 muertos. Es imposible no recordar la reacción del régimen pinochetista contra las protestas en Chile a partir de 1983. Basta hoy echar una mirada a diversas experiencias para observar cómo estos casos se repiten. Muy distinta es la experiencia de los partidos socialdemócratas que lograron introducir el Estado de bienestar que cambió radicalmente la situación de los grupos más vulnerables en Europa Occidental luego de la segunda Guerra Mundial. No es extraño que las demandas “radicales en el contenido” (como señalan los autores) del FA tengan como referencia esos estados de bienestar resultados de procesos extendidos de lucha y lenta cristalización en sistemas previsionales que aseguraron pensiones dignas, sistemas de salud basados en derechos universales etc. Es claro sin embargo, que la mayoría de las fuerzas socialdemócratas europeas no pudieron levantar una alternativa real al neoliberalismo lo que ha llevado que enfrenten con dificultad su supervivencia política.

Más en general, el libro exige reflexionar sobre el cambio social, económico y político en una sociedad democrática. Una premisa fundamental es reconocer que toda sociedad presenta conflictos que las dividen. En tal contexto, sólo los que creen en que el fin de las clases en la sociedad socialista o el fin de la historia pueden imaginar una sociedad en que termina las divisiones sociales y que por tanto se hace posible el fin de la política y el reinado de la unanimidad (como la elección del nuevo presidente de Cuba, o el 100% de apoyo que obtienen las resoluciones del congreso de Partido Comunista Rumano un año antes que una (otra) revolución popular fusilara a Ceausescu). Por ello es que Rosanvallon señala que “la democracia es un régimen pluralista que implica la aceptación de la divergencia (intereses, opiniones) y organiza la competencia electoral sobre esa base. Institucionaliza el conflicto y su regulación”. Cuando esa multitud de grupos sociales, intereses económicos, visiones del mundo tienen el derecho a participar en el juego democrático – a no ser que se cuente con una mayoría cercana a los 2 tercios – el problema de obtener una mayoría suficiente para aprobar una ley radical en tema cruciales es con frecuencia extremadamente difícil. Ello pone en el centro de la actividad partidaria la estrategia política para impulsar los cambios. Con frecuencia en temas polémicos se enfrenta el dilema entre no avanzar (esto es por ejemplo que la iniciativa se rechace de entrada o simplemente no sea aprobada) o identificar puntos que representan apenas un comienzo pero al convocar un apoyo mayoritario abren una ruta que posibilitará en un segundo y tercer paso que terminar con el eje estructurante del sistema tributario, de pensiones, de salud o la política pública que sea.

Es necesario también indagar en la dialéctica entre cambio y correlación de fuerzas en la definición de la política pública. Es indiscutible que las reformas tributaria y laboral del Bachelet, por ejemplo, pueden haber reflejado una visión insuficientemente de izquierda pero de ello no se puede colegir que la reforma representaba solo “asegurar la pervivencia del modelo económico”. Una estrategia exitosa de cambios requiere comprender que todos los procesos de transformación democrática (no solo los parciales) presentan siempre una ambigüedad: implican una amenaza pero al mismo tiempo representan una posibilidad de consolidación del sistema. Esa dialéctica está siempre presente. El rechazar un idea de reforma argumentando que puede “consolidar el sistema” sin evaluar el socavamiento que la misma reforma puede generar en el sistema vigente, puede condenar a la total ineficacia política.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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