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Chile: blanca supremacía Opinión

Chile: blanca supremacía

Benito Baranda
Por : Benito Baranda Convencional Constituyente, Distrito 12
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El decreto migratorio de este Gobierno es hijo de esa mirada que seguramente ya muchas y muchos comparten en Chile. Del anterior mandato del actual Presidente, recordamos una de sus célebres frases: ‘Estamos mejorando la raza’. Detrás de eso está que esas razas no son las mejores, las que quisiéramos, y sí aspiramos a otras que nos ayudarían a ‘mejorarnos’ como nación. Como he señalado antes, esto además está cruzado por lo que llamamos aporofobia, es decir, el rechazo no solo al inmigrante por venir de tal o cual país, sino también por ser pobre.


La historia de Chile ha estado marcada por la xenofobia, sin lugar a dudas así lo fue y en parte lo sigue siendo con los mapuches y, en general, con todos los pueblos originarios. Los tristes recuerdos de los episodios del extremo sur de nuestro país, que dejaron las manos de muchos llenas de sangre ante la pasividad, tolerancia y complicidad del Estado y sus instituciones.

Sin embargo, también encontramos rastros y heridas de esta xenofobia en el trato que históricamente hemos dado a los inmigrantes. Recordemos que por períodos los gobiernos clasificaron la migración de manera etnográfica, dándole privilegios a aquella alemana (o del norte de Europa) por sobre aquella española (o del sur de Europa), la población de origen africano que llegó recibió un trato denigrante y algo similar sucedió con los primeros chinos llegados al norte. No hemos sido un país que ha acogido dignamente a todos quienes llegan del extranjero, eso lo hacemos dependiendo de su origen, raza, idioma y nivel socioeconómico. Es, ni más ni menos, un espejo de lo que ocurre a diario dentro de nuestra propia sociedad, excluyente, clasista y desintegrada.

Antes y luego de la segunda Guerra del Pacífico, las descalificaciones hacia el pueblo peruano y boliviano fueron crecientes, hoy lo siguen siendo y me tocan frecuentes conversaciones y discusiones al respecto, hay opiniones denigrantes y vejatorias hacia personas de esas nacionalidades, con diminutivos ofensivos y juicios lapidarios. Esto se ha extendido a las personas provenientes de Haití y Colombia. Cada vez con mayor frecuencia se opina de ellos como dañinos, inferiores, ‘seudohumanos’ y que ‘echarán a perder nuestra cultura’.

Sin ser aún generalizado, ya que muchos trabajan junto a nosotros y hemos establecido con ellos vínculos de amistad, hay una nefasta tendencia a clasificarlos como una ‘mala migración’, una que no queremos (similar a los radicales juicios que el Presidente de EE.UU. ha emitido respecto a ellos). Hay molestia y desagrado frente a ellos.

[cita tipo=»destaque»]Menos sofismos entonces, digamos las cosas como son y no a la chilena, tratando de engañar y ocultar el fin último de las acciones que emprendemos. La hipocresía tiene siempre costos sociales muy altos, más aún cuando esta deniega el trato igualitario y digno que cada ser humano se merece, independientemente de donde provenga. Por momentos he sentido que esto tiene olor a supremacía blanca.[/cita]

El decreto migratorio de este Gobierno es hijo de esa mirada que seguramente ya muchas y muchos comparten en Chile. Del anterior mandato del actual Presidente, recordamos una de sus célebres frases: ‘Estamos mejorando la raza’. Detrás de eso está que esas razas no son las mejores, las que quisiéramos, y sí aspiramos a otras que nos ayudarían a ‘mejorarnos’ como nación. Como he señalado antes, esto además está cruzado por lo que llamamos aporofobia, es decir, el rechazo no solo al inmigrante por venir de tal o cual país, sino también por ser pobre.

Menos sofismos entonces, digamos las cosas como son y no a la chilena, tratando de engañar y ocultar el fin último de las acciones que emprendemos. La hipocresía tiene siempre costos sociales muy altos, más aún cuando esta deniega el trato igualitario y digno que cada ser humano se merece, independientemente de donde provenga. Por momentos he sentido que esto tiene olor a supremacía blanca.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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