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¿De verdad estamos en el fin de la Iglesia de Juan Pablo II? Opinión

¿De verdad estamos en el fin de la Iglesia de Juan Pablo II?

Rodrigo Larraín
Por : Rodrigo Larraín Sociólogo. Académico de la Universidad Central
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La Iglesia soñada por el Papa Wojtyła sigue existiendo a pesar de las declaraciones de Bergoglio, quien se toma demasiado tiempo para decidir, como si fuera un muchacho. Pero esa Iglesia católica es la que se desfondó moralmente. ¿Por qué? Porque el clericalismo, es decir, la convicción de que todo sacerdote, por el hecho de serlo, actúa correctamente en términos doctrinales y sobre todo morales, es falso.


La reprimenda del Papa a los obispos chilenos es única. Que hayan sido citados a Roma a dar cuenta de lo que hicieron (o no hicieron) ante los graves casos de abusos sexuales, de poder y demás vejaciones clericales a los laicos, es algo nunca visto. Una vez más Chile ha dado un ejemplo al mundo: las elecciones más ejemplares, el ingreso a la OCDE, los tratados de libre comercio, EE.UU. incluido, los grandes jugadores de fútbol en el orbe, la longaniza más grande del mundo y el gran chaleco de La Ligua.

Ahora otro récord, todos los obispos chilenos están renunciados (bueno, es un decir, porque el Papa los puede remover cuando quiera). La renuncia tiene un parecido con la obra Fuenteovejuna, de Lope de Vega, en que todos se declaran culpables para que nadie sea culpable; si bien en este caso literario los del pueblo actúan por una causa justa. Han trasladado al Papa la tremenda decisión de descabezar a todos los obispos del país, y estaría bueno que lo hiciera, porque tal renuncia no es más que un compinchamiento solidario –aún de los inocentes–.

Como sea, somos, de refilón, los primeros del mundo con una reprimenda papal mundial a los obispos de un país, basta ver los titulares de los principales medios de todo el mundo para ver el récord de la vergüenza. Ni Irlanda, ni USA, ni ningún otro país, pese a abundantes casos de abusos sexuales y encubrimiento.

Pero estos obispos no llegaron solos a sus puestos, son el resultado de una visión de la Iglesia y del episcopado que tuvo el Papa polaco y que fue implementada por el nuncio Angelo Sodano y sus continuadores. Derechamente, se trató de desandar el Concilio Vaticano II, sin decirlo explícitamente; al revés, justificando muchas decisiones citando los documentos de ese concilio. Así se retornó a una Iglesia monárquica, se bloqueó la colegialidad episcopal, se minimizó el papel de los laicos, al punto de ser tratados casi como menores de edad (lo que es suicida por la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas), se volvió a enfatizar la moral sexual por sobre la moral social (mientras se encubría a los clérigos que no la respetaban) y se consolidó un clericalismo absurdo.

[cita tipo=»destaque] Pero estos obispos no llegaron solos a sus puestos, son el resultado de una visión de la Iglesia y del episcopado que tuvo el Papa polaco y que fue implementada por el nuncio Angelo Sodano y sus continuadores. Derechamente, se trató de desandar el Concilio Vaticano II, sin decirlo explícitamente; al revés, justificando muchas decisiones citando los documentos de ese concilio. Así se retornó a una Iglesia monárquica, se bloqueó la colegialidad episcopal, se minimizó el papel de los laicos, al punto de ser tratados casi como menores de edad (lo que es suicida por la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas), se volvió a enfatizar la moral sexual por sobre la moral social (mientras se encubría a los clérigos que no la respetaban) y se consolidó un clericalismo absurdo.[/cita]

La Iglesia soñada por el Papa Wojtyła sigue existiendo a pesar de las declaraciones de Bergoglio, quien se toma demasiado tiempo para decidir, como si fuera un muchacho. Pero esa Iglesia católica es la que se desfondó moralmente. ¿Por qué? Porque el clericalismo, es decir, la convicción de que todo sacerdote, por el hecho de serlo, actúa correctamente en términos doctrinales y sobre todo morales, es falso.

Este estado los pone por sobre el bien y el mal, más aún, su mal actuar se entiende como buen actuar o, a lo sumo, como un pecado menor. Esa Iglesia es la del cardenal Sarah, que se opone a la idea de ordenar a “Viri Probati”, varones probados, o a viudos jóvenes, pues ese no fue el espíritu de la tradición cristiana hasta Jesús mismo; el cardenal no solo inventa una tradición sino que vuelve a San Pedro un soltero contumaz.

Puesto que viene otra misión, esta vez a Osorno, con Scicluna y Bertomeu, y que han ido a Roma sacerdotes violentados por Karadima, pareciera que las esperanzas de justicia se avecinan; pero todo queda desmentido por el nuncio que sigue en su cargo y unos obispos que sacan declaraciones tan elusivas y ambiguas que parecen no comprender las cartas del Papa y que se trata de delitos, cometidos o encubiertos. Pero cuando se deja pasar tanto tiempo se corre el riesgo de no hacer justicia, dice el aserto: “Justicia que tarda no es justicia”. Y va a pasar mucho tiempo, ya que no ha cesado en sus funciones o cambiado de diócesis a ningún obispo.

No hay motivos para ver una gran limpieza en el episcopado nacional, lo demuestran varios hechos, pues el Papa por anuncios no se ha quedado: la reforma de la curia, el Banco Ambrosiano, el caso de los Legionarios, etcétera. Así que es mejor ser realistas y esperar poco. Parafraseando a San Francisco de Asís, santo patrono del Pontífice: “Desea poco lo poco que deseas poco”.

Un cambio profundo para Chile y el mundo requiere redefinir completamente lo que es el sacerdocio y las condiciones para el ingreso a los seminarios. La mención al cardenal Sarah es para evidenciar que se prefiere una casta de varones, autorreferentes, una élite, como dice Francisco. Por lo que ese cambio purificador no va a ocurrir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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