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Caso Van Rysselberghe: la pasada de cuenta de los partidos a Piñera

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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A pesar de sus múltiples habilidades, entre muchas otras la de pilotar helicópteros, en uno de los capítulos políticos más difíciles de la actual administración, el jefe de Estado no logró alinear a sus huestes y tampoco tuvo la capacidad de encontrar a quien lo hiciera en su nombre. Al punto que él en persona le pidió al senador Pablo Longuiera que se uniera al trabajo del comité político.


Los episodios de mal manejo del actual gobierno no son pocos. Pero el caso de Jacqueline van Rysselberghe amenaza con quedar inevitablemente en los anales de la administración de Sebastián Piñera. Con pesar lo reconocen en algunos sectores del Ejecutivo que tienen la convicción de que esto hubiera sido distinto si el trato entre La Moneda y las colectividades oficialistas también lo hubiera sido. Admiten que el verdadero escándalo protagonizado por la ex intendenta de la Octava Región, entre otras cosas, dejó de manifiesto la incapacidad del Presidente Sebastián Piñera de controlar a RN y la UDI. “Este es el resultado de haber ninguneado a los partidos”, afirma un observador de palacio, haciendo un análisis del difícil episodio.

Al asumir el gobierno, el jefe de Estado, no le dio mayor importancia a los partidos, incluso dio por hecho su respaldo, tal como había sido durante la campaña. Pero las colectividades se fueron resintiendo en la medida en que comprendieron el nuevo rol que les tocaría jugar en la administración Piñera. Demás está recordar los permanentes mensajes del timonel de RN, Carlos Larraín; y los senadores gremialistas Pablo Longueira y Hernán Larraín, entre otros, al mandatario, respecto de la falta de coordinación entre La Moneda y los partidos y la casi nula influencia de estos en las decisiones gubernamentales.

Tan difícil fue para el mandatario abordar este conflicto, que ni el hecho de haber tomado en sus propias manos las negociaciones con los parlamentarios más dispuestos a aprobar la acusación, facilitó la consecución del resultado esperado. Lejos de eso, con el abierto respaldo del timonel de RN, los diputados más contestatarios insistieron en seguir adelante. Y la autoridad presidencial terminó más lesionada.

Carencia de operadores

Adicionalmente, en La Moneda se comenta que uno de los grandes problemas que imposibilitaron cuadrar a las bancadas oficialistas, es que Piñera no cuenta con “operadores dentro de los partidos”. Si bien en la UDI lo es el senador Andrés Chadwick, con quien tiene una cercanía familiar, además de política, lo cierto es que el mandatario no ha logrado extender su campo de acción al interior del gremialismo, desde donde durante todo el año se le hicieron llegar reclamos por la forma como estaba dejando fuera a las colectividades.

[cita]Un ejemplo de esto es la forma como el Presidente salió ayer lunes del tema de Jacqueline van Rysselberghe: ella renunció, nosotros aceptamos la renuncia, y, por lo tanto, como dicen mis hijos: ‘a otra cosa mariposa’”. Esa frase, dicen en Palacio “está bien para sus hijos, pero no para él que es el Presidente de la República”. Tanto es así que en el comunicado oficial de la Presidencia se omitió la frase.[/cita]

Un escenario similar enfrenta el jefe de Estado en Renovación Nacional, su propio partido. Al no apoyar directamente a la lista que en su momento se opuso a Carlos Larraín, Piñera le entregó todo el poder al actual timonel. Al punto que la supuesta disidencia se ha ido acomodando a los vaivenes del máximo dirigente de la tienda. Ha habido que transar y negociar para hacer llevadera la situación interna. Eso ha colocado a Larraín en una posición inmejorable, sobre todo luego de la postura asumida en el episodio Van Rysselberghe, en que lejos de ablandarse, Larraín fue capaz de mantener su convicción hasta el final, pese a los reiterados llamados a terreno que le hiciera Piñera.

De allí la importancia de los dichos de la vocera Ena von Baer a Radio Cooperativa: “Nosotros como gobierno y como coalición política tenemos que aprender de este episodio que hemos vivido y sacar las lecciones para poder trabajar de mejor forma, y poder concentrarnos en lo que importa. La lección más importante es que nunca se debe perder el foco y debemos trabajar en equipo, lo que no es siempre fácil”, fueron los dichos de la ministra y que en palacio fueron leídos como un mea culpa respecto de la forma como el mandatario se ha comportado con los partidos que lo llevaron a La Moneda y un “anuncio de cambio”.

Por lo pronto, la presencia del senador Pablo Longueira en la reunión del comité político, indica –dicen en Palacio- que “se comenzaron a tomar las providencias necesarias para que situaciones tan nefastas como la de la intendenta no se repitan”. Ello, porque un grupo nada menor, en el gobierno, tiene la convicción de que el senador por Santiago Oriente podría ser capaz de ordenar las filas en la UDI y que Carlos Larraín puede hacer lo propio en RN, siempre que ellos reciban la atención que los partidos requieren de parte del Ejecutivo.

De hecho, aunque aún nada se sabe de si el mandatario aceptó la propuesta de Longueira en cuanto a que sea el propio Presidente de la República quien encabece un comité político a la semana, lo cierto es que luego de la llamada de Piñera, el senador asumió la jefatura de su bancada y se integró en plenitud a las ya tradicionales reuniones de los lunes en La Moneda. Y junto con instar a la Alianza a trabajar en unidad, reconoció que “hemos cometido muchos errores y creo que (de eso) estamos todos conscientes”.

“A otra cosa mariposa”

Además, un inquilino de palacio se atreve a aventurar que tal como están las cosas en los partidos de gobierno, el mandatario “no ha tenido permanentemente un interlocutor válido para negociar”. La misma fuente explica que el diseño de Piñera para relacionarse con las colectividades oficialistas, justamente pretendía evitar que las entidades políticas se tomaran el gobierno, para que “no pasara lo que pasaba en el gobierno de la Bachelet, en que no se podía tomar ninguna decisión, porque los partidos no se ponían de acuerdo”. Pero admite que “se le anduvo pasando la mano, porque al final sólo tomaba en cuenta a los partidos cuando había que votar en el Congreso, lo que tampoco es bueno. Y se produjo lo que ya vimos”. Y añade que “el desorden interno de los partidos, sobre todo en la UDI, impedía encontrar un solo negociador, sino que había que ir hablando con los que tuvieran más ascendente sobre determinados grupos. Lo que contribuye al desorden.”

Por otra parte, un observador de La Moneda acota que el carácter de Piñera influye en que se le haga más difícil manejar a los partidos de la coalición. Especula que lo que algunos, incluso ministros, califican de espontaneidad para otros resulta “bastante molesto”, ya que a ello atribuyen la crítica que se le viene haciendo al jefe de Estado desde que asumió y que tiene que ver con que “pareciera no estar del todo consciente de su rol y demasiado relajo provoca malestar en algunos sectores de la Alianza”. Un claro ejemplo de esto es la forma como el Presidente salió ayer lunes del tema de Jacqueline van Rysselberghe: ella renunció, nosotros aceptamos la renuncia, y, por lo tanto, como dicen mis hijos: ‘a otra cosa mariposa’”.

Esa frase, dicen en Palacio “está bien para sus hijos, pero no para él que es el Presidente de la República”. Tanto es así que en el comunicado oficial de la Presidencia se omitió la frase.

Ahora, los ojos y esperanza de tener una Alianza ordenada están puestos en Pablo Longueira y Carlos Larraín, con lo que Sebastián Piñera, prácticamente delega el liderazgo político sobre los partidos, porque claramente –y así lo demostró el caso Van Rysselberghe- él no lo está imponiendo.

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