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Insulza continúa pataleo de la clase política y culpa a comunicadores del “ambiente más nocivo que recuerdo” desde 1973 Ex panzer aclara sus dichos sobre Longueira y de paso responde a Peña

Insulza continúa pataleo de la clase política y culpa a comunicadores del “ambiente más nocivo que recuerdo” desde 1973

«Están equivocados cuando siguen buscando debajo de las piedras para encontrar más políticos corruptos. Con todas sus limitaciones, la política chilena no es corrupta», sostiene el ex ministro y actual agente de Chile ante La Haya.


José Miguel Insulza salió a explicar sus propias palabras, dichas en La Segunda y que se referían a Pablo Longueira. Estas, a juicio del ex panzer de La Moneda, provocaron una serie de críticas y comentarios que, en algunos casos, fueron superficiales.

«Lo que afirmé y mantengo se resume en tres conceptos: 1) Pablo Longueira jugó un papel clave en momentos cruciales de la política chilena; 2) no obstante, si es objeto de acusaciones, deberá responder por ellas, si así lo consideran los Tribunales de Justicia; y 3) los antecedentes disponibles son comunicaciones con el principal ejecutivo de una empresa acerca de proyectos de ley, una de las cuales se habría producido cuando Longueira no era funcionario público, por lo que no está claro cómo esto pudiera constituir una falta punible», sostuvo el ex ministro del Interior del Gobierno de Ricardo Lagos Escobar.

Entonces, Insulza recordó que en la actual escena política existen «ciertos defensores de la libertad de expresión», quienes –en su opinión– «sienten el deber de condenar (no solo criticar) expresiones que no coinciden con las suyas».

«Nunca dije, como apuntó el rector Carlos Peña, que no había que juzgar a alguien», prosiguió el actual agente de Chile en La Haya.

«Calificativos como ‘sumisión y lealtad canina’ para evaluar una conducta política no me parecen correctos ni dignos de la pluma que lo escribe. Esta inflamación retórica luego conduce a las turbas que insultan a los imputados, ‘presuntos inocentes’, a la entrada de los tribunales, antes de que ninguna autoridad judicial se pronuncie sobre ellos», declaró Insulza.

«Yo no pido silencio, pido respeto. Que se juzgue y se condene, por la justicia y/o por la política; pero que se respete, en ambos casos, la presunción de inocencia, la dignidad de las personas y su derecho a defenderse ante los Tribunales y ante sus pares. Una democracia como la nuestra no puede vivir alimentándose cada cierto tiempo de escándalos, que a la postre terminan con muchos más heridos que condenados. Parece que se olvidaron lecciones recientes, que dañaron instituciones y personas que luego resultaron ser completamente inocentes», afirmó.

Entonces, Insulza recordó una serie de casos que grafican su argumento: «¿Cómo no recordar el escándalo de drogas en el Congreso en 1995, en que falsas acusaciones arruinaron carreras políticas? ¿Cómo olvidar el triste espectáculo, transmitido por televisión, de un grupo de parlamentarios haciendo fila con sus frascos de orina, en los laboratorios del Comité Olímpico? Todos decían que había pruebas y circulaban nombres. Nunca llegaron esas pruebas. El clima de escándalo volvió en 2002, con el caso Coimas y el MOP-Gate. ¿Cuántos acusados fueron liberados de toda responsabilidad? ¿Quién le devuelve lo perdido al subsecretario de Transportes de la época, absuelto después de todo cargo por la Corte Suprema de Justicia? ¿Alguien le ofreció excusas por las humillaciones inferidas?».

Para el ex secretario general de la OEA algo está claro, en todos estos ejemplos y «más allá del juicio válido contra personas, se busca enjuiciar en ellos a ‘la clase política’. No es por pura erudición que el rector Peña nos recuerda a Gaetano Mosca, aunque dice que el término es puramente descriptivo. Al contrario, Mosca, Pareto, Michels son algunos de los teóricos que proclaman la existencia de una clase burocrática que busca y obtiene preeminencia y se va haciendo cada vez más autónoma y más desapegada de la sociedad que la genera. Es esa visión reduccionista de la política, como una competencia de élites desapegadas, lo que permite justificar la conducta de algunos de nuestros críticos. Destruir a la ‘moribunda’ clase política, para recuperar la ‘verdadera’ democracia. Claro que se olvida que, en la teoría elitista, esa clase nunca muere, sino que es sucedida por otra que hereda sus prácticas y costumbres».

«Creo que ellos son los que están equivocados, cuando siguen buscando debajo de las piedras para encontrar más políticos corruptos. Con todas sus limitaciones, la política chilena no es corrupta, y los que se dedican a ella entraron a esta profesión para servir y no para servirse. La mayoría concibe la política como un servicio público», insistió.

«El ambiente que se ha creado en los últimos doce meses en este país es el más nocivo que recuerdo en mi vida política, con la obvia salvedad del período anterior al golpe militar de 1973. Es tiempo de reflexionar sobre cómo cambiar de rumbo. Y creo que muchos comunicadores, cuya libertad de expresión respeto plenamente, deberían jugar un papel más constructivo», concluyó Insulza.

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