Estudios elaborados sobre el perfil genómico de cada persona logran identificar cuál es la mejor opción de tratamiento tras el diagnostico de la enfermedad. La medicina personalizada se abre paso en los pacientes que optan por una alternativa consciente e informada sobre cómo la enfermedad y la terapia les afecta a su cuerpo.
Julieta Jarpa se define como «oncológica» y no solo porque hace cinco años le extirparon un tumor de la tiroides. Fue al año siguiente, en medio de unas vacaciones en San Pedro de Atacama, cuando se empezó a sentir mal, con cansancio extremo y náuseas. El diagnóstico fue cáncer gástrico.
«Cuando me encontraron el tumor en la tiroides sentí por primera vez ese terror de la palabra cáncer y sentí la vulnerabilidad de la vida, pero después quise seguir con mi filosofía de mi vida -aunque se me tilda a veces de loca- y creer que por qué a mí no me iba a pasar si a todos nos puede pasar», recuerda.
Hasta entonces había vivido su vida muy intensamente. Pero el diagnóstico hizo que ese ritmo parara. Porque pese a que estaba contenta en un principio por tener un cáncer fácil de tratar -sacaron parte de su estómago con en un bypass gástrico-, sin extirpar parte de su feminidad como una mama ni hacer un tratamiento donde se le cayera el pelo, su vida cambió drásticamente.
Como prevención, su tratamiento incluía durante cinco años quimioterapia oral, es decir, tomar un medicamento todos los días para evitar, en lo posible, que el cáncer volviera a aparecer. Sin embargo, su cuerpo no reaccionaba bien al tratamiento lo que significaba permanecer «tirada en la cama», con dolores y malestares que habían difícil que siguiera con su vida y ritmo normal.
«Tuve que ir procesando una vida nueva, porque la vida cambia y la quimioterapia te transforma en alguien que no eres tú», afirma.
Fueron dos largos años de tratamiento para Julieta, quien se resistía a seguir con el resto. Su familia y oncólogo intentaron animarla, pero ella no lograba resignarse a su nuevo estilo de vida. «Como yo tenia un tipo cáncer tan raro y me estaba sintiendo tan mal, sabía que había una prueba molecular en Chile y me la hice. Pero esa prueba molecular salió muy inespecífica. Entonces mi oncólogo me habló de Foundation Medicine, una prueba que la mandan a Estados Unidos y te escanean genéticamente. Y yo quería saber si me estaba intoxicando con la quimioterapia y funcionaba o no».
Tras hacerse el test descubrió que su tratamiento no era el indicado para ella, pues no influía en uno de sus genes específicos. Tras hablar con su médico y su familia, decidió entonces dejar la quimioterapia para retomar su vida y estar atenta a sus salud con controles y exámenes periódicos.
«La quimioterapia que yo tomaba eran cinco años de prevención porque el cáncer era complicado e impredecible: podría no volver a aparecer o podía volver más agresivo y ser metastásico. Y aunque al principio nadie quería que yo dejara el tratamiento, fue una decisión muy pensada e informada sobre las reales posibilidades que tenía», explica Julieta.
El test genómico es una apuesta de innovación científica que cada vez está más presente en los pacientes con cáncer. Pese a sus elevados costos por no tener código Fonasa, es una alternativa concreta para los pacientes, incluido los chilenos.
«Una de las apuestas justamente es saber que está sucediendo fuera y traerlo para acá. Si existe toda la innovación tecnológica y no somos capaces de traerla a Chile nos encontramos con un problema. Se necesitan alianzas con la academia, las organizaciones y la industria para resolverlos y enfocarse, lo que conlleva un esfuerzo de colaboración entre todos para poder desarrollar estos desafíos que se tienen con el análisis de Big Data en salud en Chile», señaló Benjamín Caballero, Scientific Advisor & TCP Medical Lead de Roche, desarrolladores de Foundation Medicine.
Los estudios se preocupan rigurosamente de mantener la privacidad de los pacientes y encontrar el perfil genómico que pueda prevenir o tratar el cáncer según su individualidad. Pero también el análisis sirve a gran escala para ir conociendo la enfermedad, a quienes ataca y en qué momento o bajo que condiciones.
«Se analizan todas las alteraciones genéticas de ese tumor y a la vez se genera un reporte de las opciones para ese paciente, que es enviado al médico tratante para ver cuál es la mejor opción terapéutica», explica Caballero.
En Chile se implementan los test desde 2018 a lo largo de todo Chile. Es el médico tratante quien debe solicitarlo y luego un operador logístico coordina el contacto con la fundación.
«La innovación en sí busca solucionar problemas de salud y justamente este tipo de inversiones busca hacer que el ecosistema en salud en general sea más sustentable y que resuelva problemas concretos. Obviamente hay una mirada de mediano y largo plazo pero hay que trabajar desde ya para no quedarnos atrás», plantea.