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Casas compartidas: edificios diseñados para que humanos vuelvan a convivir con animales FT Weekend

Casas compartidas: edificios diseñados para que humanos vuelvan a convivir con animales

El clima político actual está infectado por una manía de fortificación de fronteras y construcción de vallas. La mayor parte de la arquitectura parece estar también en contra de los animales inmigrantes. Sin embargo, ¿podríamos mirar esas paredes de nuevo y, si bien no exactamente volverlas porosas, al menos hacerlas más acogedoras para las criaturas con las que compartimos nuestro hábitat?


Por Edwin Heathcote*

Aparentemente, los humanos comparten sus cuerpos con 39 mil millones de microbios. Cada uno de nosotros es anfitrión y hogar de quizás 400 veces más organismos vivos que la cantidad de estrellas en nuestra galaxia.

Se podría pensar que el saber que compartimos nuestros cuerpos con tantos otros organismos podría hacer más fácil tolerar la posibilidad de que también pudiéramos compartir nuestras casas con docenas de diferentes especies de insectos, así como arañas, posiblemente ratones, ratas, murciélagos, aves y, según donde vivas, serpientes, lagartijas y Dios sabe qué más.

Sin embargo, de alguna manera, no es así. Seguimos obstinadamente reacios a la idea de albergar vida silvestre, aunque resulta que todos nosotros vivimos en casas compartidas. Al igual que las bacterias en nuestros cuerpos, algunas son útiles, otras nocivas. De alguna manera, hay equilibrio. La naturaleza tiene el don de juntar las cosas que encuentran la forma de coexistir, un ecosistema.

Durante la mayor parte de la historia de la ocupación humana, compartimos nuestras casas con una infinidad de otras especies: pájaros e insectos anidaban en los techos o debajo de aleros voladizos, a menudo haciendo sus propios anexos arquitectónico. Pensemos en los nidos de avispas o de golondrinas. Se colaban las ratas y los ratones. En muchas culturas, los animales de granja pasaban el invierno en el interior de las casas. En algunas culturas aún lo hacen.

Las casas medievales inglesas alojaban vacas, cerdos y ovejas para que no sufrieran el frío. A su vez, estos animales aumentaban el calor del interior.

También retribuían de otras formas. Las paredes de madera a menudo estaban rellenas de una mezcla de paja y estiércol animal. En las casas más modernas todavía compartimos el interior con perros, gatos, hámsters, cobayos, aves, peces y reptiles de mascotas. Además de éstos, están los piojos, las chinches, las moscas, las hormigas, las polillas y otras especies que se quedan, a pesar de que algunas no son bienvenidas.

Sin embargo, con la excepción de las mimadas mascotas que creemos tener bajo nuestro control, el proyecto modernista ha representado una historia de determinada exclusión de la vida silvestre de nuestras casas. El modernismo limpio y racional se basaba parcialmente en la estética higiénica del sanatorio, las casas en forma de caja de azulejos blancos, pisos de lino, ventanas de acero de la Bauhaus. La transparencia y la limpieza eran el meollo de esta arquitectura y dejaba poco espacio para las criaturas cohabitantes. La misión del modernismo era excluir los oscuros rincones del subconsciente freudiano. Las criaturas que todavía entran a las casas se consideran intrusas y existe una lucrativa industria para eliminarlas.

Sin embargo, en los últimos años algo ha cambiado. Las ratas y las palomas salvajes que han estado con nosotros durante tanto tiempo, adaptándose a vivir en nuestros residuos, resultaron ser sólo las precursoras de un fenómeno mucho más fotogénico. Probablemente todos hemos visto videos de osos cayendo en tambores de basura y leones y tigres que merodean en callejones de la ciudad. Quizá hayamos visto monos robando alimentos en cocinas y casi seguramente hemos visto zorros o mapaches en calles y patios. Nos despiertan en la noche con sus extraños chillidos y torpes esfuerzos para llegar a nuestra basura. Hemos construido sobre sus hábitats, y ahora están volviendo para reclamar las calles.

Los seres humanos proporcionan una fuente inagotable de alimentos. Los osos engordan comiendo pollo frito, las ratas se atiborran de “fatbergs” (una mezcla de basura y grasa solidificada). Las bestias están compartiendo nuestro hábitat, nos guste o no, y la mayoría de nuestros esfuerzos parecen estar enfocados en ahuyentarlas.

Pero, ¿y si en cambio intentáramos alojarlas?

Por supuesto, hay casas y comederos para pájaros, pero, ¿podríamos hacer algo más? No era algo que se me hubiera ocurrido hasta que fui a ver la Casa Hábitat en el Lower Mill Estate en Cotswolds. Diseñada por los arquitectos de Featherstone Young, está ubicada en el exuberante paisaje de una antigua cantera convertida ahora en viviendas vacacionales y un lujoso humedal.

La Casa Hábitat.

La casa ha sido diseñada para acoger la vida silvestre, así como los seres humanos. Hay un techo de césped con prados de flores para atraer mariposas y otros insectos. Los muros están cubiertos con tejas de madera para brindarles refugio a los insectos y otros invertebrados, y las brechas en las ásperas paredes de piedra permiten refugios similares. Los aleros voladizos pretenden animar a los pájaros a anidar y, por supuesto, el lago frente a la casa dispone de sus propios ecosistemas. Los arquitectos intentaron evitar usar la conocida arquitectura atornillable para animales — las cajas nido para pájaros y murciélagos y otras — e incorporar las oportunidades para la vida animal en la estructura del edificio.

Esta actitud hospitalaria despertó mi interés e intenté buscar otros proyectos similares y no encontré prácticamente nada. Sin embargo, hay algunos proyectos fascinantes dirigidos a integrar las moradas de animales en estructuras hechas por el hombre.

Mellor Primary School de la arquitecta Sarah Wigglesworth, cerca de Stockport, tiene un maravilloso hastial concebido como un mosaico de materiales para acoger la vida silvestre: manojos de troncos, tablones, frascos, tubos y cornisas que crean una arquitectura para alojar a los animales.

Mellor Primary School.

En los Países Bajos, NEXT Architects construyó un puente amigable con los murciélagos en el pueblo con el maravilloso nombre de Monstruo. Además de incorporar espacios para los pequeños monstruos, también es una elegante estructura curva.

El puente «Monstruo», en los Países Bajos.

En Cardiff, la diseñadora Gitta Gschwendtner construyó una especie de muro de hormigón brutalista para los murciélagos y las aves, un barrio de viviendas de gran altura que combina el arte de la instalación y la arquitectura urbana de la década de 1970 en una expresión de generosidad. En todo el mundo hay un número cada vez mayor de humedales, observatorios y centros de visitantes diseñados para que sean más atractivos para la naturaleza con techos de paja, juncos, piedra seca y paredes de barro. Un ejemplo es Beautour, el museo de paja y centro de investigación de la biodiversidad en Francia, que estimula a las ranas y las garzas a construir sus casas debajo de su estructura.

El muro amigable con los murciélagos y las aves en Cardiff, en el Reino Unido.

El clima político actual está infectado por una manía de fortificación de fronteras y construcción de vallas. La mayor parte de la arquitectura parece estar también en contra de los animales inmigrantes. Sin embargo, ¿podríamos mirar esas paredes de nuevo y, si bien no exactamente volverlas porosas, al menos hacerlas más acogedoras para las criaturas con las que compartimos nuestro hábitat? ¿Podrían nuestras paredes convertirse en zonas intersticiales que nos protejan y encierren, pero que también proporcionen lugares — orificios, rejillas, mallas, puntos de anidación — para que la naturaleza los ocupe? Quizás, con un poco de ingenio y generosidad arquitectónicos, podríamos crear estas zonas que dan algo de refugio a esas otras desafortunadas criaturas que hemos desplazado, desalentado o atraído.

Vivir con un animal no es algo que le gusta a todo el mundo, escribe Katy Fallon. Como tampoco vivir dentro de un edificio que tiene la forma de un animal. Sin embargo, para los amantes de los gatos que tienen hijos, el jardín infantil con forma de gato en Karlsruhe, Alemania, es un lugar al que hay que visitar. Diseñado por Tomi Ungerer y d’Ayla-Suzan Yöndel y construido en 2011, los alumnos ingresan a través de las puertas con forma de boca y reciben sus clases en el estómago del animal.

Quienes prefieren las bestias más grandes pueden visitar el edificio Chang en Bangkok, comúnmente conocido como el «Edificio Elefante». Diseñada por Sumet Jumsai e inaugurada en 1997, la estructura tiene dos arcos y dos colmillos sobresalientes, además de una piscina, oficinas y un centro comercial. La forma del edificio es un homenaje a un animal que tiene un papel destacado en la historia tailandesa. Los elefantes han sido utilizados en batallas y como medio de transporte. También son sagrados para la gran población budista del país.

De la tierra pasamos al mar y otra forma de homenaje. El Hotel Pulpo en la isla Hainan, China, le rinde homenaje a un importante aspecto de la cultura china: la pesca. Diseñado por PTW Architects, ofrece un extenso conjunto de edificios en forma de tentáculos y una torre central que parece una gigantesca red de pesca.

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