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“No fue culpa de la lluvia, ni de mi jefe… ¡me pasó por caliente!” Parte V Historias de sábanas

“No fue culpa de la lluvia, ni de mi jefe… ¡me pasó por caliente!” Parte V

Conti Constanzo
Por : Conti Constanzo Descubrió su pasión por los libros de pequeña, cuando veía a su abuelo leerlos y atesorarlos con su vida. Cada ejemplar de su biblioteca debía cumplir un único requisito para estar ahí: haber sido leído.
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¡Ay Dios! Suspiro para mis adentros cuando veo entrar a las chicas, esto sí que no me lo esperaba. Tomo aire profundamente y me amarro bien la toalla al cuerpo para poder salir y plantarle cara a él y a ellas, que ahora me miran como si tuviera cuernos en la cabeza, la única que está disfrutando con la situación es Francisca.

El sr. Costabal cambia de posición colocando una rodilla sobre la cama, y ahora únicamente me mira a mí, es como si nadie más existiera, y eso me da ¡pánico!

-Vístete, tenemos que hablar -me ordena, y en ese mismo momento veo como la almohada de la cama se estrella directamente en su espalda.

-¿Y tú quien te crees que eres? -chilla Fran-, acá Beatriz no está sola, y hoy para que te enteres no es día laboral, así que haz el favor de salir…

-Antes de que yo misma te corra a patadas -concluye Claudia abriéndole la puerta.

-Señorita Andrade… -gruñe en ese tono habitual al que ya estoy tan acostumbrada.

-¿Perdón? -habla ahora Paula con una cara de cabreo como pocas veces le he visto en mi vida-, usted que es de universidad prestigiosa, culto, hombre de mundo y bla bla bla, no es capaz de entender? Bueno, se lo repito en simple ¡Fuera!

Antes de que se arme la tercera guerra mundial abro más la puerta para salir a poner calma, pero antes de dar un paso, todas me gritan alto, y yo, más apabullada que obediente me quedo tipo moái parada en la puerta. Costabal gruñe cuan perro furioso y se levanta, las mira a todas sin amilanarse y luego se detiene en mí, mira su reloj y luego me habla con una sonrisa que juro que quiero borrar de su cara.

-En unas horas… hablaremos –suspira exasperado- en mi oficina, en mi espacio… señorita Andrade, ah, y si intenta excusarse con una licencia barata, créame que sé dónde vive.- Y dicho esto, pasa en modo #AquiVengoYo por entremedio de las chicas y, cuando todas estamos a punto de respirar en paz se gira y dice-. Romeo, para que sepan, le habla a Julieta desde la calle a su balcón, pero claro, seguro solo conocen la adaptación a película interpretada por DiCaprio, no la obra de Shakespeare.

Sin importarme nada, a penas oigo el cerrar de la puerta, me tiro literalmente en la cama poniéndome el brazo en la cara, estoy agotada, física y emocionalmente, y claro, ahora estoy escuchando una cantidad indefinida de improperios hacia mi jefe.

Si antes las chicas lo odiaban, ahora es peor, pero no solo las balas van dirigidas a él, sino que todas las esquirlas me pegan a mí.

En un instante, siento como una mano cálida me aparta el pelo de la oreja y me susurra que me vaya a la ducha, que después de un té, todo estará mejor. Mi Clau…, suspiro y hago exactamente lo que me dice, luego cuando regreso, un poco más decente y oliendo a esencia de coco y la de la fruta, no de la otra, las chicas ya están calmadas, ninguna dice nada. Nos despedimos con besos y quedamos en juntarnos al otro día para disfrutar de la última jornada de nuestro gran fin de semana.

Por la tarde, cada kilómetro que recorremos de vuelta, me acerca un poco más a la realidad, esa que sé que tengo que enfrentar mañana, una para la que por supuesto no estoy preparada para afrontar, porque sí, soy una cobarde, aunque la parte cuerda de mi cerebro me dice que tengo que hacer las cosas bien: el problema es que creo que aquí, son precisamente “las cosas” las que ya se han salido de control, y eso es lo que verdaderamente me asusta ¿y por qué? Porque yo sí creo en los cuentos de hadas y el lobo feroz, y como soy rara, no quiero un príncipe azul, quiero a un lobo que me coma mejor.

Me despido de las chicas, y ellas por supuesto me llenan de consejos, los más extremos de Fran, y de verdad me gustaría ser un poquito más como ella, al menos así podría ponerle los puntos sobre las íes.

Por supuesto, y con lo nerviosa, que estoy me despierto antes de que el reloj suene, y aunque el crea que ganó, me visto con pantalones. Sí, es mejor afrontarlo de una buena vez, a mí me pasan cosas con el señor Costabal y lo peor es que no es solo una calentura.

Desde que lo vi la primera vez, he hecho cosas para que se fije en mí. Muevo la cabeza para no recordar nada, cada locura que hace una… Justo cuando voy saliendo, las palabras de Francisca retumban en mis oídos, y sí, ella tiene razón. Sin importarme llegar tarde me devuelvo y me pongo un traje de falda y chaqueta color rojo junto con una polera negra y zapatos a juego. La verdad es que me veo bien ¡o más que bien diría yo! Y así, concientizándome que me la puedo me voy a trabajar.

Aquí en la oficina todos hablan de lo espectacular del almuerzo del sábado, y yo para evadir cualquier tipo de explicaciones me siento a trabajar: sé que en algún momento del día tendré que enfrentar al diablo y para eso me estoy preparando, aunque claro, imposible saber de qué humor se encontrara hoy… después de lo de ayer.

No, no tengo ni la mayor idea, pero supongo que vamos a conversar, aunque por primera vez tengo claro lo que no voy a hacer. ¿Sí? No, me estoy mintiendo a mí misma, si quisiera mandarlo a la cresta definitivamente no me habría puesto esta falda, y mucho menos las pantys de liga. No, ni en sueños. Solo hablaremos.

Respondiendo unos correos estoy cuando de pronto entra uno de Paula, seguro quiere saber de mi estado.

De: <paulamartinez@yahoo. com>

Para: <claudiapavic@gmail. com> franciscamatus@gmail. com > <beatrizandrade@gmail .com >

Fecha: 12 de mayo de 2016 09:34

Asunto: tranquilas ¡tengo la solución!

 

Hola Brujas: Se me perdió el teléfono, así que les hablo por aquí mejor, a todas y de una vez. Aquí va: creo que tengo la solución para la calentura de Bea. Hay que buscarle algo serio, estable, no un polvo de fin de semana.

Las quiero brujas.

 

Leo y mi boca se abre, incluso me refriego los ojos para ver si estoy leyendo bien, no alcanzo a teclear cuando aparece una respuesta.

De: <claudiapavic@gmail. com>

Para: <paulamartinez@yahoo. com> franciscamatus@gmail. com > <beatrizandrade@gmail .com>

Fecha: 12 de mayo de 2016 09:35

Asunto: tranquilas ¡tengo la solución!

Me encanta, organizo algo en mi casa, con los amigos de mi oficina.

¡¡Qué inteligentes que estamos!! Las quiero brujis.

 

Voy a responder, cuando ingresa otro correo.

 

De: <franciscamatus@gmail. com>

Para: <paulamartinez@yahoo. com> claudiapavic@gmail. com > <beatrizandrade@gmail .com >

Fecha: 12 de mayo de 2016 09:36

Asunto: tranquilas ¡tengo la solución!

Por qué creen que un hombre es la solución, Bea, te compro un vibrador… ah, no, verdad que ya tienes uno, ja ja ja se me olvidaba que el jefe piensa en todo, pero tranquila, te regalo uno clitoriano, así cuando lo veas y se te mojen las bragas te lo pasas y ¡zaz! Quedas livianita.

*Paula, lo tuyo es de psiquiátrico, tercer celular que pierdes este año, a ti te voy a regalar uno de palo.

Y no les diré que las quiero, no somos lesbianas, y otra cosa, “Brujas” ¡¡por favor que somos adultas!!!

Un beso.

 

 

Me tapo la boca para no reír ante las ocurrencias, pero prefiero enviarles un correo de inmediato diciéndoles que esa no es la solución a nada, no necesito otro hombre en mi vida, en realidad no necesito a ninguno.

Voy a poner la primera letra cuando mi teléfono suena, y ahora sí que mi día comienza, no falta el cliente atrasado en sus impuestos. Y obvio no quiere pagar de más. De lleno me pongo a buscar subterfugios para dejarlo contento.

En eso estoy cuando sin siquiera tener que levantar la cabeza, siento su presencia, mentiría si dijera que es su perfume o el ruido que hace al caminar, es simplemente… el sr. Costabal y lamentablemente mi cuerpo lo sabe.

Levanto solo la vista y veo al hombre de mis pesadillas, esta mañana más formal que de costumbre: su traje es de un impoluto negro y una corbata de seda del mismo color. Se ve, literalmente soberbio. No sé si está tranquilo o enojado, porque sus bonitos ojos están escondidos detrás de unas gafas. Lo que sí sé es que la elegancia que lleva no es ni de cerca parecida al hombre con que follé la madrugada del sábado, este me da… repelús. No es que esté pensando en otra cosa…

-Señorita Andrade -me habla tranquilo.

-Dígame, señor Costabal.

-La espero en mi oficina, me debe un par de explicaciones -abro los ojos como plato y los colores de inmediato se apoderan de mi cara, él se da cuenta y continúa-: me debe una explicación por lo del sábado.

Justo cuando voy a votar el aire que ni sabía que tenía contenido en mis pulmones, agrega:

-Y la explicación es doble, y da la casualidad que únicamente entre usted y yo.

Trago saliva, porque sé que todos nos están mirando en este momento, y como una buena actriz, asiento con la cabeza como si sus palabras no tuvieran mayor importancia.

-Termino de mandar un correo y voy.

Mira lo que estoy escribiendo sobre mi libreta, y luego camina a su oficina. Ahora tengo claro como vendrá la mano, trato de demorarme lo más posible, hasta que lo veo pararse en la puerta. Me llegó la hora.

Camino con la máxima seguridad que puedo, y cuando paso por su lado, sé que me está mirando. No espero a que me invite a sentarme, es lo primero que hago y cruzo las piernas, como si eso me fuera a dar algo de protección.

Cuando se sienta frente a mí, sus ojos se abren como nunca antes los había visto y dirige sus ojos directo a mi falda.

Instintivamente voy separar las piernas cuando lo escucho rugir.

-Ni se te ocurra… me agrada la vista.

-Yo no soy entretención de nadie -respondo molesta, y antes de descruzar las piernas, siento como el sr. Costabal pone su mano, pesada y caliente sobre mi falda, impidiéndomelo.

-Tenemos que hablar, me debes explicaciones.

-¡Yo! -chillo realmente desconcertada.

-Baja la voz que no estamos en una fiesta -me regaña sin dejar de mirarme a los ojos.

-Yo no tengo que darle ninguna explicación, usted fue a mi hotel el sábado -respondo con valentía.

-Y por lo mismo me debe una explicación.

Niego con la cabeza tragando saliva.

-¡Sí! -gruñe-, ¿qué mierda es eso que ahora quieres una pareja estable?

-¡Espías mis correos! –lo acuso con ganas.

-Responde.

-No tengo que darle explicación sobre mi vida privada.

-¿Por qué mierda tus amigas te están buscando pareja? ¿No tienen nada mejor que hacer? -me pregunta enarcando una ceja con una irritación evidente.

-¿Acaso no leyó todo el correo? –le reclamo entre dientes- ¿no fue capaz de hacer la investigación completa?

-Tal vez quieren buscarte a un imbécil para que no termines como solterona llena de gatos.

Eso sí que me molesta, me inclino hacia delante para que me escuche y no gritarle lo que en realidad quiero.

-O tal vez para que me olvide de un imbécil, que tiene tendencia al acoso y…

Antes de terminar, su frente se pega a la mía, agarra mi cara y comienza a bufar.

-Eres la persona más…

Cierro los ojos al momento de sentir su cálido aliento y me preparo para sentir sus labios sobre los míos, pero nada de eso sucede, en cambio retira la silla hacia atrás y con la cara de maldito diablo que tiene, sonríe.

-Vuelva a trabajar, señorita Andrade, que para eso le pagan. En realidad no tenemos nada que aclarar.

Uno, dos, tres segundos pasan hasta que reacciono ante sus palabras, me levanto rauda, con el ego por los suelos y cuando estoy por llegar a la puerta me suelta:

-No sabía que trabajaba en una línea aérea, parece azafata.

No me giro únicamente para que no vea la lágrima que corre por mi mejilla. Salgo como si nada y corro al baño. Rabia, ira, pena, desazón, pero sobre todo humillación es lo que siento, el maldito de Costabal hace que mis sentimientos sean un torbellino de emociones y prácticamente todas negativas. Después de mojarme la cara un par de veces, aprovecho que no hay nadie y me siento sobre la taza del W.C., necesito serenarme antes de volver a mi puesto de trabajo, hasta que de pronto, el único ser que no quiero ver entra.

-Definitivo –suspiro cansada-. Usted señor Costabal no sabe leer, este es el baño de mujeres.

-Solo quería saber si estabas bien.

-Por supuesto que estoy bien, ¿no sabe a qué se viene al baño? -le respondo intentando tranquilizar mi respiración, a través del espejo puedo ver lo agitada que estoy, pero es que este hombre simplemente… me descoloca.

-Recién… -comienza a decir mientras avanza-. ¿Querías que te besara?

-Salga de aquí, no le voy a responder una estupidez como esa ¿se cree que es irresistible?

-Eres tan fácil de leer –sonríe levantando la comisura de su labio.

-Si no tiene más nada que agregar, lárguese y déjeme en paz.

-Te dejaré en paz cuando me respondes la pregunta -murmura tensando su mandíbula, apegándose demasiado a mí.

-No sé si quería -comienzo a sincerarme sin saber por qué-, pero lo esperaba.

-Justamente por eso no lo hice -responde con toda la tranquilidad del mundo-, tú querías que te besara, que te abrazara, y que te dijera que había ido a buscarte a la fiesta, y que después me había ido a declarar a tu hotel el sábado. Y yo no hago ese tipo de cosas -habla entre dientes, como si le molestara lo que me está diciendo.

La humillación que siento es reemplazada por la furia, producida únicamente por sentirlo tan seguro de algo que yo ni siquiera estaba esperando. ¿O sí?

-No tengo idea si usted hace o no ese tipo de cosas, de lo que sí estoy segura es que sí lo vi el sábado en la fiesta, y luego en mi habitación, no estoy tan loca como para no recordarlo.

-No, no estás loca, al menos no completamente -afirma apoyándose en la puerta, ahora sí que no puedo salir.

-En eso sí que estás equivocado -digo tuteándolo-, debo estar bastante loca para no partirte la cara por todo lo que me has dicho, pero tranquilo, no estoy tan loca como para acusarte de algo que también provoqué.

-¿Provocar? ¿Sabes lo que tú provocas en mí?

Niego con la cabeza.

-Nada, de nada -asegura con una sonrisa sardónica.

-Si no te provoco nada -siseo-, ¿qué mierda estás haciendo aquí? -bramo desde el fondo de mis entrañas, igual como lo haría un animal herido.

Definitivo, la atracción que siento por este hombre me va a volver loca de verdad.

-Únicamente vine a ver si estabas bien -repite mirándome directo a los ojos-. Lo que intento que entiendas es que conmigo no conseguirás ese maldito cuento de hadas que tienes en la cabeza, esto es solo lujuria y placer ¡no lo entiendes!

-¿¡Y qué si no lo quiero entender!? -exclamo esperando otra de sus cuchilladas, pero en vez de eso, solo silencio, y con esa respuesta cierro los ojos… derrotada, ya no tengo que tocar más fondo, yo ¡YA! estoy en el fondo de la humillación, pero cuando los vuelvo abrir resignada, veo como sus ojos están completamente oscurecidos.

-La única razón por la que no te besé en mi oficina es porque tú quieres un maldito beso diferente al que yo quiero darte. Tú quieres un puto beso con los ojos cerrados mientras te acaricio con ternura y pasión, y lo que yo quiero es quitarte ese pedazo de tela que no alcanza para ser una falda, besarte con los ojos abiertos y ver el deseo en tus ojos mientras te sujeto por el pelo y te quito el estúpido moño de vieja de mierda que estás usando –habla respirando agitado– Entonces resulta señorita Andrade, que lo que usted visualiza es distinto a lo que yo, por eso es mejor hacer las cosas como las estoy haciendo yo.

-No eres adivino para saber lo que quiero -miento descaradamente, pero me mentiría aún más si le digo que tampoco quiero ese beso que me ofrece.

-Ni te imaginas lo que yo quiero.

-Si no me dices lo que quieres… imposible saberlo -refuto acercándome yo a él. Definitivo: sí estoy loca-, ya que tú eres tan, pero tan inteligente, me lo podrías decir.

-Quiero lo que me pertenece.

-Lo siento, señor Costabal, solo en el mundo de Disney uno le pertenece al otro, en cambio en el que usted vive, eso, claramente no existe -murmuro rozándole los labios, haciéndolo temblar.

-No sabes lo que dices -responde mirando hacia el techo, tomando aire, ese que parece ahora le falta.

-Lo tengo claro… y no cierre los ojos, porque si no es imposible que pueda ver las chispas que le están saliendo y… -continuo bajándole la corbata al tiempo que le desabrocho el primer botón-, debería quitarse este traje que lo hace parecer garzón.

Bajo las manos lentamente hasta metérselas bajo la cinturilla de su pantalón hasta sentir un bulto, duro y dispuesto para mí. Sin poder aguantar más, suelta un bufido masculino que me hace temblar, pero no de miedo, sino que de pura excitación y con eso sé que ambos estamos perdidos. Sigo un poco más al sur mientras mis dedos como si fueran expertos comienzan a masajearlo sintiendo su humedad.

-Vete al infierno Andrade.

-O si, allí mismo es donde quiero llevarlo ahora -digo rozando su cuello con mis dientes.

Él deja escapar una risita nerviosa y con una fuerza que no sabía que tenía, lo empujo contra la puerta del baño, cojo sus manos y cuan fuera Grey las paso por sobre su cabeza manteniéndoselas juntas con las mías y me pongo en puntitas para besarlo. Siento como intenta sin mucha fuerza sacar sus manos y para que entienda mi negativa, muerdo su labio inferior.

-Deja de luchar -le ordeno restregándome contra su cuerpo sintiendo su erección.

-¡Maldición! -responde bajando su cabeza y yo pueda alcanzar sus labios sin problemas-. No podemos hacer esto aquí -se excusa no muy convencido.

Sin siquiera atender su suplica, porque eso es más que una negativa comienzo a besarle el cuello hasta llegar a su clavícula para dirigirme al hombro, todo esto sin soltarle las manos, solo su boca en su piel. Estoy tentada a abrirle la camisa con un solo movimiento, pero a pesar de que estoy más que caliente, algo de cordura me queda y recuerdo que después ambos debemos salir por la puerta.

-No te muevas -le ordeno mirándolo a los ojos dejando sus manos arriba y con rapidez le desabrocho todos los botones y al fin le quito la maldita corbata.

¡Wow! Chillo en mi interior, este hombre posee un six pack completito y está a mi disposición, seis tabletitas de chocolate dispuestas para ser comidas, y yo… ¡amo el chocolate!

Bajo con un reguero de besos hasta su pantalón, que como presintiendo lo que llegará se baja considerablemente.

Mi lengua es la primera en hacer contacto con su ombligo, precediendo lo que vendrá haciéndolo gemir, incluso sus rodillas se flectan un poco.

-Shshs -susurro contra su estómago.

-Más… por favor.

-Qué educado -se me sale del alma y como a mí me enseñaron las cosas con la teoría del “garrote y la zanahoria”, decido premiarlo por ser obediente: aún está manteniendo sus manos arriba, aunque ya no tan estiradas. Pero al momento de bajar sus bóxer para reclamar mi premio, siento como sus manos me cogen por las axilas. De inmediato aferro las piernas a su cintura y lo primero que hace sin delicadeza alguna es quitarme mi moño que tanto trabajo me costó para que me quedara perfecto.

Se da la vuelta y ahora soy yo la que queda pegada contra la pared, y entonces se da cuenta que nos separa demasiada ropa. Yo estoy completamente vestida, solo he perdido un tacón. Y como si me leyera el pensamiento, sus manos comienzan a tirarme la ropa con desesperación.

De pronto ambos sentimos unos ruidos provenientes del pasillo y soy yo la primera en tensarme, después de algunos segundos. Mirándome con la lujuria instalada en la cara me repite:

-No deberíamos hacer eso.

-Entonces no lo hagamos -respondo con sinceridad, tampoco lo voy a obligar.

-¿No quieres? -me pregunta abriendo mucho los ojos, casi como si lo hubiera insultado. Me mira, nos miramos y ninguna palabra sale de mi boca. Mis dedos rozan sus brazos hasta llegar de nuevo a su cuello y un escalofrío recibo en respuesta.

-No sé qué quieres tú -logro responder atontada por el halo de emociones que estoy sintiendo.

-Yo…

-Dímelo, ya sé que eres un hijo de puta sin sentimientos.

-Yo quiero cerrar los ojos.

-¡Tú! Después de… -su boca arremete contra la mía y sé que ya estoy perdida, que no hay vuelta atrás.

-Quiero estar dentro de ti, ahora.-Sin hacerlo esperar más porque no soy quien, corro mis bragas para darle acceso al libre albedrío del placer.

-Estoy lista.

Nunca, en mis titantos  años me había sentido tan deseada salvajemente, hasta el punto de ser primitiva y solo dejarme llevar, en cambio con Mauricio me pasa todo y más. Ambos gemimos cuando lo siento entrar lentamente deslizándose en mi interior. Vuelvo a pedirle silencio, pero sus jadeos ahogados me hacen sacar lo mala que llevo dentro y soy yo quien comienza a moverse más rápido. Una parte de mi está gozando al hacerlo sufrir, en tanto él me paga con embestidas cada vez más duras y yo sí quiero gritar. Para aplacar el sufrimiento, o aumentarlo mejor dicho, comienzo a susurrarle preguntas al oído, como si le gustaba follar así, si quiere que le diga otro tipo de palabras, etc., pero cuando le pregunto si puedo hacer un chupón, sin importarle quien, o donde estamos gruñe un “sí” que retumba por todo el lugar.

Los cuadros que cuelgan se están moviendo, ya veo que alguno se cae al suelo, pero ni eso me interesa en este momento, solo lo quiero sentir.

-Estás destrozando mi mundo Andrade -asegura apretando los ojos, dejándose llevar por un camino que yo también estoy recorriendo-, cuando salgas de aquí quiero que lo recuerdes, quiero que recuerdes lo que me haces, y quiero que recuerdes que yo te lo advertí -concluye desesperado.

Ante esas palabras expresadas más con pesar que otra cosa, tomo su mano entrelazando nuestros dedos para que me sienta.

-¿Me sientes? -pregunto casi en un hilo de voz. Él mueve su cabeza tan lento que casi parece en cámara lenta-. Entonces solo cierra los ojos y ya.

Cuando cierra los ojos toma mi boca y sus labios se juntan con los míos emitiendo un sonido ahogado de un suspiro y así como por arte de magia el clímax comienza a llegar. Juntos, en este mismo instante nos dejamos llevar por un sinfín de sensaciones. Las ultimas embestidas, más profundas y fuertes me hacen saber que él ya ha llegado a su máximo placer, en tanto yo sigo estando en el limbo de las emociones.

Soy la primera en abrir los ojos y por primera vez en estos dos años que nos conocemos puedo ver de verdad su rostro relajado. Ahora y por un segundo, no es mi jefe, no es el sr. Costabal, es simplemente Mauricio, que abre los ojos cuando ambos sentimos unos tacones acercarse, rompiendo la maravillosa burbuja del momento, obligándome a bajar las piernas y separarme de él. Pero antes de que eso suceda, apega mi cara contra su pecho y nos quedamos en completo silencio.

Tras varios minutos así, me separo y comienzo a vestirme, en cambio el sr. Costabal sigue en la misma posición, solo que ahora con el ceño fruncido.

Una vez lista, me mojo el pelo e intento reordenar mi cabello. Ahora el baño se me hace demasiado pequeño y entre nosotros reina un incómodo silencio. Tomo la manija de la puerta, deseando tener algo que decir. ¿Pero qué? ¿Qué follemos cuando quiera? ¿Que lo he disfrutado? Nada, salgo en completo silencio y en vez de ir a mi escritorio, me voy directo a la cafetería, necesito un café y por supuesto despejarme.

Al rato después cuando vuelvo, Carmen me dice:

-¡Los ratones estamos de fiesta!

-¿Cómo? -le pregunto sin entender su cara de felicidad.

-El sr. Costabal se fue.

-¿Se fue? ¡Cómo se fue!

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