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Valeria Stuardo, doctora en Salud Pública: «El VIH en Chile está concentrado en hombres» Entrevista

Valeria Stuardo, doctora en Salud Pública: «El VIH en Chile está concentrado en hombres»

En este artículo publicado en el último número de la revista Heureka, la doctora Valeria Stuardo Ávila, académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, explica el proceso de enfermedades sexuales transmisibles en la población, no tan solo desde una perspectiva epidemiológica, sino también sociocultural.


Nuestro país suele cada ciertos años levantar mediáticamente un problema que afecta a la población. Ya sea con el cáncer, rebrotes de lepra, tuberculosis o los pocos explorados casos de problemas en la salud de habitantes del norte, a causa de la industria minera; tendemos a tener una actitud bastante reactiva, donde solo es noticia lo que está pasando en el momento, pero del pasado o el futuro ni hablar.

Los medios de comunicación tampoco hacen mucho para revertir esta situación por medio del mensaje que expresan, sobretodo la tv abierta chilena, la cual construye una realidad que no contribuye a formar una ciudadanía responsable e informada de cara a la prevención de enfermedades que desencadenan potenciales epidemias. Una situación ejemplificadora es que el VIH es noticia cuando las tasas de contagio se disparan por las nubes, antes no ¿Qué está sucediendo que no despertamos?

¿Serán las campañas fuera del tiempo sociocultural en que vivimos las que lograrán controlar esta epidemia y crear una conciencia que permita revertir la situación? Estas políticas públicas que, si bien han avanzado en términos de inclusión a las minorías, son aún incapaces de llegar al remecer a la juventud y también a la tercera edad, esta última completamente rezagada y olvidada por el mensaje comunicacional, y la cual por cierto, presenta altos incrementos en las tasas de infectados según las últimas investigaciones epidemiológicas. Acá todo se está haciendo mal, y por ello esta situación de contagio de VIH se configura como una epidemia, pero una epidemia focalizada, ya que no todos los grupos en Chile son propensos.

Históricamente, hay dos grupos dentro de nuestra sociedad a los cuales se les ha vinculado con este virus: trabajadoras sexuales y a los hombres que tienen relaciones con el mismo sexo. Buscando establecer evidencia científica, investigadores chilenos estudiaron estos grupos, arrojando evidencia empírica que corrobora la relación con uno de estos grupos.

Estos datos, por supuesto, no se vinculan con un juicio moral ni ético asociado a las inclinaciones sexuales, sino a la falta de conciencia en el cuidado y protección a la hora de tener relaciones de ciertos sectores de la sociedad. Esto se debe en parte a los pocos esfuerzos que el Estado de Chile ha dedicado en forjar una cultura sexual en la población, a lo cual se suma la falta de políticas públicas que se hagan cargo de los grupos de riesgo.

Para aclarar esta triste situación que vive Chile desde la perspectiva científica, en Reflexión Héureka conversamos con la doctora Valeria Stuardo Ávila, académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, quien estudia desde hace varios años el proceso de enfermedades sexuales transmisibles en la población, no tan solo desde una perspectiva epidemiológica, sino también sociocultural.  

¿Qué los motivó a realizar la investigación “Vigilancia bioconductual y monitorización social del VIH en Chile”?

Primero, decir que esta investigación se desarrolla bajo el alero de un proyecto Fondecyt, del cual soy investigadora principal, que plantea dos grandes líneas de investigación. Una se vincula con el estudio de la prevalencia de VIH en mujeres trabajadoras sexuales, la que finalizó en 2016, donde nos propusimos saber cuántas mujeres trabajadoras sexuales  viven con VIH y sus factores de vulnerabilidad. La otra línea de investigación está asociada a un análisis de prevalencia de VIH en hombres que tienen relaciones con otros hombres, de diversas identidades sexuales, estudio que ya finalizará este año.

Fue así que trabajamos con estos grupos, en los cuales  no tan solo analizamos VIH, sino también enfermedades como Sífilis y Hepatitis B. Yo trabajo en la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, específicamente en el Programa de epidemiología, del cual soy profesora, mi área de especialización son las enfermedades transmisibles, entre ellas VIH e infecciones de transmisión sexual. En ese sentido, como investigadores podemos ver a través de las tendencias el cambio epidemiológico y sociocultural del país, cómo se van comportando las infecciones. Bajo esa premisa, nosotros sabemos que en Chile la epidemia de VIH responde a parámetros que la vinculan con una epidemia concentrada, lo que significa que la prevalencia a nivel general en la población es muy baja, pero en poblaciones específicas es mucho más alta. Generalmente, las epidemias suelen concentrarse en poblaciones más expuestas al riesgo.

Nos motiva estudiar la enfermedad pero sobre todo  los  problemas sociales  vinculados a su transmisión.

¿Quiénes se encuentran en estas poblaciones de alto riesgo?

Trabajadoras sexuales, hombres que tienen prácticas sexuales con otros hombres y usuarios de droga inyectada vía parenteral. Esto último con el tiempo se ha descartado, ya que en Latinoamérica son muy bajas las tasas de consumo de drogas inyectadas, por lo cual quedan solo los dos primeros grupos, a los que enfocamos el estudio.

A partir de métodos cualitativos y cuantitativos, dimos no tan solo una mirada científica al tema, sino también sociocultural a través del trabajo transdisciplinar, mediante el cual estudiamos, en conjunto con las organizaciones sociales de base, los diferentes factores relacionados a la infección por VIH, temática fuertemente cargada por determinantes de género y estigma social, confirmándonos que Chile está muy lejos de ser avanzado en este tema. De hecho, en algunos aspectos parece que aun vivimos en la década de los ´80, cuando recién se comenzaba a oír sobre VIH y Sida. Hay mucha ignorancia al respecto.

En nuestros jóvenes están aumentando muchos los casos, sobretodo en hombres, muchos de los cuales no tienen claro cómo se transmite o cuáles son las medidas preventivas. Esto no solamente es responsabilidad de ellos, sino también del Estado de Chile, quien tampoco se hace cargo de la educación sexual. A los jóvenes no se les habla del pene o la vagina antes de los 15 años porque es privativo hacerlo, y si bien las campañas quieren hacerse cargo de este vacío, lo hacen mal, ya que la realidad cultural y epidemiológica muestra que no hay avances.  

Desmitificando el vínculo del comercio sexual femenino con el VIH

Las mujeres trabajadoras sexuales son un grupo que no tiene VIH. Como equipo de investigación desarrollamos un estudio de prevalencia y los resultados positivos fueron de un 0%. Este no es el único estudio que hable de estas cifras,  y si bien se trabaja con muestras y no toda la población, la tasa no superaría el 0,5%. Entonces, es posible afirmar que la prevalencia de VIH en esa población es  similar a la de la población general.

¿A qué se deben estos resultados?

Las trabajadoras sexuales entienden que el sexo es su trabajo, por lo cual deben estar sanas. Se cuidan, se informan y entienden que es parte de su trabajo. Apoyando la transferencia de información hacia este sector de la sociedad, se encuentra la Fundación Margen, quienes han hecho un trabajo excepcional al respecto.

En los estudios desarrollados con esta comunidad, pudimos ver que la prevalencia de VIH no existe y además que la tasa de infecciones de transmisión sexual es muy baja. Sin embargo, estas mujeres tienen escaso acceso al control de salud sexual. Si bien, existe un tejido social organizado que les permite prevenir, hay que considerar que la realidad epidemiológica está cambiando. Si no existe una red asistencial formal que les garantice el acceso libre y expedito a la atención de salud sexual, tanto a chilenas como a trabajadoras sexuales extranjeras que en nuestro estudio fueron aproximadamente un 30% de la muestra (principalmente dominicanas y colombianas), se estaría dejando una inmensa responsabilidad a organizaciones sociales, que tarde o temprano no darán abasto. Es una bomba de tiempo, la política país debe apoyar el trabajo de la sociedad civil.

La cruda realidad

Del universo de mujeres estudiadas, existe un alto porcentaje que no se ha hecho, por ejemplo, un examen tan importante como el Papanicolau, cuando debiesen tener al menos un control anual. Un 38% de las mujeres nunca han ido a un control de salud sexual ¡Eso es alarmante! De momento, el tejido social logra que estas mujeres tengan claro las medias preventivas, pero el Estado no puede obviar hacerse cargo de la protección de esos grupos, ya que, querámoslo o no, son sectores de alta vulnerabilidad.

Muchas trabajadoras sexuales no tienen previsión, por lo que las ONG´s juegan un rol fundamental. Muchas de las mujeres han realizado su control de salud sexual en el sector privado, el resto lo hace en hospitales, consultorios y centros asistenciales. Eso da cuenta de que muchas de ellas prefieren hacer este tipo de procedimientos por otras vías. A esto se le suman aquellas trabajadoras sexuales extranjeras que están indocumentadas, una barrera enorme al momento de acceder a la salud pública.

Adultos mayores, contagio en el olvido

Nuestra sociedad tiende a pensar que las personas mayores son asexuadas, pero esto no es así y probablemente nunca haya sido así. Hoy en día, nuestros adultos mayores tienen más posibilidades de exploración sexual gracias a existencia, por ejemplo, de las redes sociales. Sin embargo, el mensaje mediático hacia ellos no ha cambiado, se sigue pensando que las personas de la tercera edad no tienen relaciones, por lo que los adultos mayores nunca han sido el foco de las campañas de prevención.

Cuando nuestros adultos mayores tenían su vida sexual activa nunca pensaron en ponerse un condón, porque en su mejor época no existía el VIH. Pero en la actualidad existe y las campañas de prevención no tienen presente que ellos tienen vida sexual y están en riesgo. Sin embargo, esto no me causa extrañeza, ya que en Chile se han olvidado de muchas cosas. Si nos hemos olvidado prevenir efectivamente el contagio en los más jóvenes, imagínate en los adultos mayores.

¿Cuál es tu mensaje a la sociedad en términos de prevención y cuidado frente al contagio de VIH?

En Chile la epidemia está concentrada en hombres, y específicamente en hombres que tienen prácticas sexuales con otros hombres. Es efectivo que ha aumentado en adultos y también en las mujeres, sin embargo, las mujeres suelen adquirir el VIH en contextos diferentes, generalmente a través de sus propias parejas estables.

No hay que ocultar que existen grupos que tienen conductas de riesgo y, efectivamente, exploran otros tipos de acercamiento. Eso es válido porque es parte de la libertad en la vida y en la sexualidad. Sin embargo, hay una deuda desde el Estado de Chile, que es muy potente. Desde que dejamos de recibir en nuestro país el financiamiento del Fondo Global para la prevención de este virus nos olvidamos de él. Esto es brutal, ya que en un país con epidemia concentrada no se puede olvidar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento oportuno del VIH.

Esto se vienen alertando hace rato. No hemos dejado de alzar la voz al respecto. La educación es clave y eso tampoco se hace.

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