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Las mujeres mueren por el machismo que no se nombra y ese es un problema político Yo opino

Las mujeres mueren por el machismo que no se nombra y ese es un problema político

Nadia Martínez
Por : Nadia Martínez Teóloga y activista feminista de la Coordinadora NiUnaMenos Chile
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El 28 de diciembre de 2016, Yini Sandoval, joven temuquense de 28 años, fue asesinada y quemada junto a sus tres hijos menores. El o los femicidas aún no están identificados.

Como activista, me acerqué a la familia los primeros días de este año. En lo dramático del contexto, nos pusimos a pintar lienzos para exigir justicia. Luego llegó Carabineros y el oficial nos interrogó acerca de lo que estábamos haciendo ¿Para qué necesita esa
información?, pregunto con sospecha. Me dice: “es para protegerlas por si desean marchar”, a lo que contesté: “No necesitamos que nos protejan a nosotras, tenían que proteger a Yini y a sus tres niños. Llegaron tarde…”

En ese momento me acordé de la consigna que mes a mes, acción tras acción callejera, visibilizamos como feministas indignadas ¿Y dónde estaban cuando las mataban?

Se estima que desde el año 2001 a la fecha van más de 700 mujeres asesinadas con un mínimo de 700 asesinos, varios de ellos en libertad. El 2017 lo terminamos con 63 nuevos femicidios más un suicidio femicida. 64 mujeres menos en total. La mayoría de las mujeres que murieron eran chilenas, sin embargo, también fueron víctimas una mujer colombiana, una peruana, una boliviana y una venezolana. Sin dejar de mencionar que perdimos también dos niñas: Andrea Mazzo, de 15 años, en Quinta Normal y María Esperanza, de 13 años, en San Joaquín, quien cursaba sexto año básico. El machismo y la violencia femicida no conoce límites.

Desde distintas realidades, las familias involucradas han intentado romper con el silencio y ayudarnos a definir la violencia hacia las mujeres desde sus historias personales. Son estos relatos los que permanecen en el anonimato que entre todas tratamos de sostener y denunciar. No obstante tenemos una ley insuficiente, violenta en sí misma, reproductora de patriarcado. Una ley que reconoce el femicidio únicamente cuando este es ejecutado por parejas o ex parejas, maridos, convivientes. Que además ha encerrado y privatizado la violencia en el espacio doméstico siendo la violencia machista un problema social de raíz estructural.

El patriarcado es como el humo decía Victoria Sau: “El patriarcado es una estructura no escrita pero inscrita en la sociedad. Debemos poner por escrito el patriarcado, e intentar explicarlo lo mejor que se pueda. Que no está escrita dicha estructura es obvio, de lo contrario funcionaría como un Estatuto, una Constitución, o el propio Decálogo del cristianismo. Tendríamos a la vista su articulado para ser sometido a posibles revisiones, cambios o sustitución por otro. Si el Patriarcado hubiera estado escrito quizá hace mucho tiempo que lo habríamos suprimido y sustituido por otro orden de cosas. Pero no lo está; es una institución flotante, algo así, como un humo que lo envuelve todo pero que no se deja aprehender. De ahí que sea importante analizarlo, desglosarlo, captarlo en toda su medida; en una palabra: escribirlo. Para que así pueda ser leído una y otra vez, comentado, criticado y descalificado hasta su extinción”.

No sirve de nada el silencio. El silencio social es una distancia. Un rechazo  concreto y específico que explicita una postura política respecto de la experiencia del femicidio. Está sustentado en una lógica capitalista cuyo objetivo es someter los cuerpos de las mujeres, despreciables para el sistema. Con esta masa crítica silenciosa, el modelo neoliberal evita definir y ponerle nombre a todo el aparataje que hace posible llegar a esa violencia extrema. El silencio, lo que hace es dar prestigio a la violencia del femicida y desprestigiar el sufrimiento de las víctimas.

Estamos aquí para gritar, denunciar y exigir. Lo hacemos en memoria de Yini y cada uno de sus tres hijos. La familia, los amigos, los vecinos/as.

Reconocemos que un camino para romper con el silencio político-social, es pensar con otros/as y  verlo como un trabajo preventivo. No nos sirve que se instalen máximas en contra de la violencia hacia la mujer unas pocas veces  al año, como el 8 de marzo y el 25 de noviembre. Ningún trabajo de proceso ocurrirá con ese nivel de intervención.

Ha pasado un año y tres meses, Yini Sandoval y sus tres hijos: Ignacio, Valentín y Daniel, fueron asesinados con alevosía en la población San Antonio de Temuco.

Decimos fuerte y claro. No es un simple homicidio. Es un femicidio! Y de ninguna manera sólo un incendio, como apareció al comienzo en la prensa. Se suma a la cadena de violencias, aún no hay avances en la investigación.

La familia lo repite una y otra vez: la justicia parece ciega, aun no hay culpables, la investigación cada vez se torna más lenta. La angustia de quienes exigen justicia incrementa y con ello la sensación de inseguridad de todos quienes la rodean. Han sido un tiempo muy doloroso, y también inseguro ¿Qué tiene que ocurrir para que esta agonía acabe? ¿Qué es lo que mantiene en el anonimato a él o las personas que hicieron esto?

Señalamos que no descansaremos hasta que haya justicia. Las niñas y niños de San Antonio tienen derecho a volver a jugar en un ambiente seguro.

Nos vamos a manifestar en las calles este 8 de marzo y todas las veces que sea necesario para denunciar y terminar con la cultura de impunidad que privilegia a unos sobre otros.

Exigimos justicia.  No más muertes sin culpables.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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