Érase una vez… Esta es la fórmula por excelencia de inicio de la mayoría de los cuentos que, o bien a través de la tradición oral o bien por escrito, hemos leído y escuchado y que permanecen en nuestra memoria y en el inconsciente colectivo contribuyendo a formar estereotipos, sobre todo, de género.
No podemos olvidar que la literatura infantil forma parte de los elementos que construyen la conciencia de los niños y las niñas tanto en un sentido moral como afectivo. Es un instrumento que les ayuda en su proceso de comprensión del mundo y además participa en el proceso de interiorización del conocimiento, no sólo de los objetos, sino también de lo que la sociedad considera correcto o incorrecto; es decir, de su significado social.
Por ello un análisis sobre esta literatura y su consumo es fundamental para tratar de valorar cómo está influyendo, o no, en la construcción de estereotipos en el alumnado tanto de primaria como de secundaria. A esto deben sumarse propuestas de intervención en el aula para poder trabajar estos textos y llevar al alumnado a una reflexión que le ayude a deconstruir estos textos y, en consecuencia, a romper con los estereotipos creados.
La formación del alumnado de magisterio en este tipo de dinámicas de análisis y trabajo con los cuentos clásicos permite que las nuevas generaciones de maestros y maestras tomen conciencia de que Blancanieves, Caperucita, La Sirenita y tantos otros relatos pueden llevarse al aula de una manera creativa y diversa que invita a la reflexión y a la ruptura de roles ya creados por la sociedad.
Un estereotipo, tal y como lo define la RAE,consiste en una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. Esta imagen se forma a partir de una concepción estática sobre las características generalizadas de los miembros.
A esta definición, en el estudio que nos ocupa, debemos añadirle el concepto de género como la construcción social y cultural que define las características y la manera de comportarse que cada sociedad atribuye como naturales y propias de hombres o mujeres.
A medida que vamos creciendo, aprendemos a pensar, sentir y comportarnos como hombres y mujeres según lo que las normas y creencias de cada sociedad determinan para cada sexo. Esto es lo que se conoce como socialización del género.
Tal y como hemos señalado, los estereotipos se corresponden con una idea, con una construcción de pensamiento arbitraria y, en realidad, sin un fundamento objetivo. Estas ideas llevan implícitos diversos prejuicios que, inevitablemente, conducen a la discriminación, unas veces explícita y otras veces, velada y normalizada con la que convivimos en nuestro día a día.
Si se abordan los estereotipos desde edades tempranas y se trabaja para romper ese imaginario colectivo, estaremos contribuyendo a crear una sociedad más igualitaria y justa que se va despojando de prejuicios.
Las niñas son más responsables y los niños son más rebeldes. Ellas son más sensibles y ellos, más brutos. A ellas les gustan las letras, a ellos, las ciencias. Así podríamos seguir con un largo etcétera de estereotipos que la sociedad tiene normalizados y que a partir de 6 años se comienzan a interiorizar de forma progresiva.
La literatura infantil y juvenil, como instrumento clave que contribuye a la construcción del imaginario de la infancia, no es ajena a estos estereotipos.
Cuando predomina la presencia de personajes masculinos sobre los femeninos o estos son solo secundarios, cuando las mujeres aparecen desempeñando roles tradicionales propios del ámbito doméstico (el cuidado de hijos, hogar) y los varones se sitúan en el ámbito público, cuando se transmiten mensajes de superioridad para ellos y de inferioridad para ellas, valorándolos, además, de forma positiva y negativa respectivamente, o cuando se invisibiliza a las mujeres y solo se destaca lo que hacen los hombres, cuando todo esto ocurre estamos ante la presencia de estereotipos que van calando en el inconsciente individual y colectivo.
Por ello es fundamental educar, no para eliminar estos textos o suprimir su lectura, si no para saber abordarlos desde una nueva perspectiva y con un nuevo enfoque.
No podemos olvidar que tanto los cuentos clásicos como obras más actuales han sido escritas en un contexto histórico, social y cultural determinado y la presencia de roles o estereotipos más o menos marcada está directamente relacionada con dicho contexto.
Así, no se trata de “desterrar” esas obras, si no de darles a los niños y a las niñas las herramientas necesarias para poder interpretarlas e interiorizarlas de otro modo.
A partir de la década de los 70, el feminismo comienza a incorporar a su agenda el tema de la educación como algo prioritario. El sector educativo y la escuela como lugar de estudio poseen una gran influencia sobre el aprendizaje y brindan la posibilidad de cuestionar el rol de género que se asigna a niños y niñas.
Por lo tanto, mediante la aplicación del enfoque de género, en concreto a través de la literatura infantil y juvenil, podrán hacerse visibles las relaciones existentes entre los sexos a fin de contribuir a superar las desigualdades existentes.
Como decíamos, es importante que el análisis sobre esta literatura venga acompañado de una reflexión y de una propuesta de intervención docente que contribuya a la deconstrucción del texto y, por lo tanto, ayude a la construcción activa por parte de cada sujeto de su identidad.
En estos momentos en los que tanto en lo social como en lo educativo se está produciendo un cambio, es clave que incidamos, desde diversos ámbitos y aspectos, para crear una sociedad más justa e igualitaria.
Muchos docentes están planteándose ya nuevas formas de actuación en este sentido e intentan hacer frente al objetivo de una escuela realmente coeducativa. Ciertamente, ello exige un esfuerzo innovador que incida positivamente en el desarrollo personal de los individuos, en el sistema escolar y en la sociedad
Ese esfuerzo, sin duda, merecerá la pena, y las próximas generaciones nos lo agradecerán. En ello estamos.