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Ecofeminismo: todos y todas somos parte Yo opino

Ecofeminismo: todos y todas somos parte

Millaray Delgado Acevedo
Por : Millaray Delgado Acevedo Licenciada en Sociología.
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Cuando hacemos referencia a lo qué es ecofeminiso, tenemos que trasladarnos a fines de los años setenta y principio de los ochenta, donde comenzaba la segunda ola feminista a nivel mundial. Fue en ese entonces cuando el feminismo tuvo una conexión con la ecología, teniendo una corriente radical, cultural y espiritual, es decir, tuvo un gran acercamiento al esencialismo, lo que la llevo a una serie de críticas desde los otros feminismos de la época.

A partir de los años noventa, el ecofeminismo comienza una reflexión desde la filosofía, con Val Plumwood, filosofa australiana, la cual constituye a la posición constructivista alejándose del planteamiento esencialista de las décadas anteriores. De manera tal, su enfoque se centró en la superación de los dualismos jerarquizados naturaleza/cultura, mujer/hombre, cuerpo/mente, afectividad/racionalidad y materia/espíritu, basándose en la filosofía griega de un “yo masculino dominador” y sus efectos en las mujeres y la naturaleza. Puesto que desde la filosofía clásica tanto la mujer como la naturaleza han estado por debajo del hombre masculino.

[cita tipo=»destaque»] El feminismo ecologista tiene que ser un nuevo proyecto ético y político, donde todos y todas somos parte.[/cita]

En el caso de América Latina, el ecofeminismo estuvo vinculado a un lado mucho más espiritual y social, este último hace énfasis en la defensa de las luchas de los pueblos originarios y la protección a víctimas de la destrucción de la naturaleza. Mientras que, lo espiritualista se basa en la cosmología de los pueblos originarios, el respeto a la Pachamama (Madre tierra), sobre todo en lo que concierne la agricultura sustentable.

Si, bien el ecofeminismo ha tenido distintas corrientes, su principal objetivo es la toma de conciencia en el tipo de sociedad en el cual vivimos, la cual se ha convertido en una sociedad de riesgo, tanto para la naturaleza como para la misma existencia de la humanidad, es decir, estamos inmersos en un sistema que no es sustentable para nuestra propia existencia, ya que estamos expuestos a un sinfín de catástrofes naturales, enfermedades y problemas mayores como la inseguridad alimentaria, que se ha dejado entre ver con la propagación de Covid-19.

En el caso de Chile, ya empezó el sobregiro de sus recursos naturales, lo que nos debe poner en alerta como ciudadanos y ciudadanas, puesto que es un llamado de atención a cómo se están usando nuestros recursos, cómo podemos cuidarlos y qué hábitos podemos cambiar desde nuestras casas, para así poder cuidar(nos). Lo que se traduce a que el feminismo ecologista tiene que ser un nuevo proyecto ético y político, donde todos y todas somos parte.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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