A partir de la marcha más numerosa a lo largo de la historia de nuestro país, donde 4.000.000 de mujeres y disidencias sexuales salieron a las calles el 8 de marzo, por el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras exigiendo -entre muchas cosas- la destitución de la entonces ministra del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, Isabel Plá. Tras la presión, la renuncia de Plá no tardó en llegar, quedando 53 días el Ministerio sin una autoridad a cargo en un contexto donde las denuncias por violencia de género aumentaron en un 119% producto del confinamiento debido a la pandemia, siendo designada el 6 de mayo por parte del Gobierno, Macarena Santelices como la nueva ministra de la cartera.
Posterior al anuncio, no tardó en haber respuesta de las organizaciones feministas, quienes mediante el hashtag #NoTenemosMinistra, impulsaron una gran campaña comunicacional demostrando su preocupación y rechazo a Santelices -por no tener experiencia en temáticas de género, promover discursos de odio y por sus dichos respaldando las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en la dictadura cívico-militar- quien finalmente transcurridos 34 días en el cargo y debido a los acertados cuestionamientos a su gestión decide dar un paso al costado, siendo designada Mónica Zalaquett -fiel opositora a las demandas y derechos de las mujeres- como la nueva MinMujyEG. Todos estos antecedentes develan el carácter político de un Gobierno que no solo ha sido irresponsable al mantener una agenda precarizadora hacia las mujeres, sino que a partir de los constantes cambios de Ministra, queda en evidencia la falta de seriedad, compromiso y rigurosidad en el tratamiento a las problemáticas que atañen a las Mujeres -principalmente pobres- de este país, reactivando nuevamente la campaña comunicacional de rechazo dirigida a Zalaquett.
[cita tipo=»destaque»] ¿Cómo es posible elaborar políticas públicas, cuando siquiera existen claridades de la cantidad de compañeras que existen viviendo en calle? [/cita]
A partir de lo anterior, me es indispensable pensar en esta campaña comunicacional, pues si bien, desde el movimiento feminista ha existido una incansable denuncia a quienes nos gobiernan, el #NoTenemosMinistra ha sido una constante en la población que habita las calles, aún más en las Mujeres en Situación de Calle, quienes han sido invisibilizadas y que no solo no tienen ministra ahora, sino que nunca la han tenido. La reflexión anterior, apunta a visibilizar cómo esta población en particular, las compañeras que viven en la calle, no han tenido una “autoridad” -ni del MinMujeryEG, ni del MIDESO, ni de otro organismo público-, que piense en medidas de protección y resguardo para ellas.
Las mujeres que se encuentran en situación de calle, provienen de una historia de constante vulneración, producida por estructuras sociales -en un sistema capitalista patriarcal- que atentan contra su dignidad, teniendo como consecuencia la transgresión de sus derechos. Sumado a lo anterior, se ven expuestas a distintas complejidades al encontrarse en absoluta marginalidad, en tanto, no reciben acompañamiento ni contención por parte de la sociedad civil y el Estado, que es quien debería atender esta problemática.
Por otra parte, en el espacio público se encuentran expuestas a múltiples violencias ejercidas tanto por sus parejas, vecinos/as del barrio, la policía y fuerzas de seguridad. Según cifras del año 2011, el MIDESO cuantifica que las mujeres que se encuentran en situación de calle corresponden al 16% del total de la población que está en calle.
Si bien, desde el Estado y autoridades públicas no existe una comprensión respecto al porqué las mujeres pobres terminan viviendo en la calle, ni mucho menos una comprensión acabada de la problemática; Desde Fundación Gente de la Calle sostenemos que la violencia estructural es clave como causal de inicio y permanencia de esta situación.
La violencia estructural expresada por una parte en la división sexual del trabajo, sitúa a la mujer en una posición de subordinación en la que es discriminada mediante el ejercicio del poder, atribuyéndole un rol reproductivo y relegándola a la esfera de lo privado, dedicada a tareas domésticas y de cuidados. En su mayoría, las Mujeres en Situación de Calle, se niegan a esta subordinación y maltrato y paradójicamente termina siendo la calle la única opción de escapatoria y refugio para ellas, a pesar de que allí continúen expuestas a otros tipos de violencias. Por otra parte, una vez viviendo en calle y en el ejercicio de acompañamiento para salir de esta situación, son objeto del castigo moral con el que la sociedad las enjuicia y criminaliza, pues recae en ellas la responsabilidad de haber decidido de forma voluntaria el asentarse en las veredas o suburbios de las ciudades.
La ausencia de un diagnóstico claro respecto a esta realidad, sumado a la inexistencia de políticas públicas diferenciadas con perspectiva de género que permitan su abordaje, son un claro ejemplo del desamparo y despreocupación del Estado frente a la realidad que atraviesan estas compañeras. ¿Cómo es posible elaborar políticas públicas, cuando siquiera existen claridades de la cantidad de compañeras que existen viviendo en calle? El nulo interés que las autoridades públicas le han dado a esta realidad, nos hace reafirmar que las mujeres en situación de calle no tienen, ni nunca han tenido ministra.