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Constitución, corrupción y feminismo Yo opino Creditos: Pexels

Constitución, corrupción y feminismo

Rebeca Zamora Picciani
Por : Rebeca Zamora Picciani Abogada penalista, académica Universidad Central y directora de Litigación Estratégica de Abofem
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La pandemia de coronavirus y todos sus efectos, a corto y largo plazo, se dividen el plano con el proceso constituyente en curso.  Hay tantas ideas y pretensiones como los cerca de cinco mil candidatos inscritos. El interés en el proceso constituyente es fundadamente entendible y debe seguir adelante, pero… ¿Estamos considerando todas las aristas?

Algunos candidatos han mencionado la importancia de tener una agenda anticorrupción para este proceso. Por mi parte, estimo que ese es el pilar central que debe regir la nueva Constitución desde su origen. ¿Por qué? Porque de nada sirve garantizar derechos, introducir principios, modificar instituciones y todo lo que se pretende incorporar a esta nueva ruta, si no se incluye transparencia, integridad, probidad y compromiso de lucha contra la corrupción.

[cita tipo=»destaque»] Las mujeres estamos llamadas dentro de este proceso constituyente a abrazar la lucha contra la corrupción [/cita]

Para estos efectos, debemos considerar que no solo es corrupción aquella conducta asociada al pago o influencia sobre un funcionario público. Es un concepto más amplio, consistente en el abuso de un poder conferido, tanto en el ámbito público como privado, para un beneficio propio o de terceros. Es indudablemente un deterioro de los valores que rigen nuestra convivencia social y que, como consecuencia, produce un descontento en las personas. Claro, pues -comprobadamente- la corrupción genera inequidad y aumento de la pobreza, cuya sensación de hastío debe manifestarse de algún modo. El denominado “Estallido Social 18O” no es otra cosa que una respuesta al “abuso”, “malas prácticas”, en definitiva, la corrupción soportada por años.

Debemos establecer en nuestra futura Constitución el deber del Estado de garantizar la protección del sistema democrático y la administración pública libre de corrupción, tal como ocurre en otras constituciones. Para ello, es necesario que este proceso se lleve con absoluta transparencia y probidad, asegurando que no exista influencia indebida de parte de aquellos a quienes estos principios no causan ningún interés. Es necesario que quienes tengan la función constituyente actúen con rectitud e integridad durante todo el proceso y eso esté demostrado por su historial en la vida pública. No da lo mismo que un constituyente esté o no vinculado a casos de corrupción.

Pero ¿Cómo relacionamos el feminismo con la corrupción? Es la corrupción de milenios la que ha impedido el ejercicio de nuestros derechos al alterar los valores orientados a la igualdad que siempre debimos tener. Basta con ver la publicación del Barómetro Global de la Corrupción en América Latina y el Caribe (2019, disponible aquí, para demostrar cómo la corrupción afecta de manera desproporcionada a las mujeres.  El estudio incorporó en 2019 una variante de género que da cuenta de que existe una mayor propensión a que las mujeres paguen sobornos para acceder a servicios de salud ¿Es porque son mas corruptas? No, es por su calidad de cuidadoras primarias de la familia y la vulnerabilidad que ello produce. En los 18 países sondeados, los resultados fueron que una de cada cinco personas atraviesa situaciones de extorsión sexual, o sextorsión al intentar acceder a un servicio gubernamental o conoce a alguna persona que ha tenido una experiencia de este tipo.

La trata de personas es un buen ejemplo de manifestación de la corrupción, pues es indudable que existen grupos que se enriquecen a través de este sistema de esclavitud moderno e incluso, actúan luego en el mercado formal como si nada. De acuerdo con el Informe Global de Trata de Personas 2018 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el 72% de las víctimas detectadas en 2018 en todo el mundo son del género femenino. El 49% de los casos son mujeres adultas y 23% son niñas.

La Constitución será inéditamente paritaria lo que supone el desafío (aunque no se diga) de demostrar que esa es la fórmula que nos asegura mayor igualdad. No obstante, así como el mecanismo paritario no asegura una constitución con perspectiva de género, la paridad tampoco asegura un proceso libre de corrupción, pues las mujeres no somos inmunes a este fenómeno. Que existan menos casos mediáticos de corrupción asociados a mujeres, de entrada puede explicarse por su escasa y lenta llegada a puestos de poder, tanto en el ámbito público como privado. Precisamente es la corrupción la que genera mecanismos que de uno u otro modo impiden ese acceso equitativo.

Por lo tanto, las mujeres estamos llamadas dentro de este proceso constituyente a abrazar la lucha contra la corrupción entendiendo que es una lucha de todos y todas, desde distintos ámbitos: políticas públicas, justicia, salud, educación, etc. No solo importa llegar, también importa cómo y no puede cederse ni un ápice de tolerancia frente a cualquier hecho de corrupción durante todo el proceso, comprometiendo al Estado a luchar contra la inequidad desde la perspectiva de entender que es la corrupción una de sus principales causas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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