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Acaso no soy una Mujer: 8M, una fecha para re-pensar y deconstruir los privilegios del feminismo Yo opino Crédito: Karin Pozo/Aton Chile

Acaso no soy una Mujer: 8M, una fecha para re-pensar y deconstruir los privilegios del feminismo

Lorena Espinosa Olguín
Por : Lorena Espinosa Olguín Abogada UDP. Feminista interseccional. Magíster (C) en Derechos Humanos por la University College London (UCL)
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El año 1851 -casi 60 años después que la británica Mary Wollstonecraft publicara su famosa obra, “La vindicación de los derechos de la mujer”, en la que defiende la igualdad de las mujeres y su derecho a la educación- Sojourner Truth, una mujer estadounidense que nació en esclavitud, realizó una famosa intervención que desafió profundamente, y quizá por primera vez, la agenda feminista blanca. En la “Convención de los derechos de la mujer de Ohio», y visibilizando la identidad y experiencia de las mujeres negras, Sojourner cuestionó el estereotipo de la mujer frágil y delicada que abundaba en la agenda política de ese entonces. Mientras el debate se centraba en que las mujeres no eran lo suficientemente fuertes como para asumir responsabilidades políticas, Sojourner irrumpió con su experiencia: “¡Mírenme! ¡Miren mi brazo! ¡He arado, plantado y cosechado en graneros, y ningún hombre podría encabezarme! ¿Y acaso no soy una mujer? Podría trabajar y comer tanto como un hombre, si es que pudiese conseguirlo, ¡Y soportar el látigo también! ¿Y acaso no soy una mujer?” Kimberle Crenshaw (1989) relata que, en dicha intervención, muchas mujeres blancas quisieron que Sojourner fuera silenciada, por miedo a que desviara la atención de la lucha por el derecho a sufragio.

Muchas de nosotras hemos sido herederas del feminismo sufragista y que en nuestro país fue liderado por Elena Caffarena. Quizá descubrimos el feminismo con textos como El segundo sexo, de Simone de Beauvoir (1949), o con el famoso ensayo de Virginia Woolf que, en 1929, daba cuenta cómo la ausencia de una habitación propia influía en la escasa literatura femenina que existía. Quizá la segunda ola con su lema, “lo personal es político”, sonó con mucha fuerza en nuestra sociedad pues, efectivamente, a nuestras casas nos relegaban y en nuestras casas nos violentaban -y lo siguen haciendo, desde luego-. Todas hemos salido a la calle y gritado: “abajo el patriarcado!”.

[cita tipo=»destaque»] El feminismo nació como un movimiento eminentemente privilegiado, de mujeres blancas, urbanas, de clase media, cisgénero y heterosexuales. Y nació clamándose el movimiento de “la mujer”. [/cita]

Sin embargo, me pregunto, ¿Cuán conscientes estamos del privilegiado feminismo que marchamos? ¿Cuánto se sabe de lo racial que es la concepción de patriarcado? ¿Cuánto ha permeado el feminismo negro o el latinoamericano?

Me parece importante que todes seamos conscientes que dichas banderas de lucha surgieron de la mujer blanca y su propia experiencia. Es la mujer blanca la que no tenía un cuarto propio y no trabajaba. Es la mujer blanca la que alzó su voz asumiendo que su experiencia representaba la de todas las mujeres. No fue con mala intención, por supuesto, pero en ese afán de universalidad anularon todas las diferencias que existen en la experiencia de la mujer negra, de la mujer campesina, de la mujer de clase obrera, de la mujer trans. El feminismo nació como un movimiento eminentemente privilegiado, de mujeres blancas, urbanas, de clase media, cisgénero y heterosexuales. Y nació clamándose el movimiento de “la mujer”. Lo cierto es que la mujer negra siempre ha trabajado y quizá nunca ha deseado un cuarto propio. Hay mujeres que ni siquiera podrían imaginarse ese privilegio. Lo cierto es que las teorías feministas nacieron en base a la experiencia de un solo tipo de mujer, y olvidaron articular en su discurso factores como la raza o la clase.

Por eso, es importante marchar y luchar no solo con consciencia de género, sino que con consciencia de raza y de clase. Es importante luchar con consciencia de los privilegios. Es tiempo de cuestionarse y construir interseccionalidad; un concepto que, en pocas palabras, refiere a una forma de entender la subjetividad humana, en la que convergen diversos factores, como la raza, la clase, el género y la sexualidad. Acuñada el año 1989 por la abogada afrodescendiente, Kimberle Crenshaw, la interseccionalidad ha sido calificada como una de las contribuciones más importantes del último tiempo. Esto, pues otorga, por primera vez, un marco teórico que permite comprender la experiencia de aquellos individuos que son discriminados y marginalizados por múltiples factores que se sobreponen y refuerzan simultáneamente. La opresión que experimenta una mujer negra es totalmente distinta a la opresión que experimenta una mujer blanca. Y totalmente diferente a la opresión que experimenta un hombre negro. Tampoco es la suma de las dos. Es una única intersección.

Por ello, si queremos un feminismo que defienda a todas las mujeres, debemos leer feminismo negro y conocer la experiencia de la mujer musulmana. Debemos cuestionarnos y ser conscientes de nuestros factores de privilegio, porque como dijo Mari Matsuda (1990), siempre es importante hacernos “la otra pregunta”. La que, básicamente, refiere a los otros factores que a veces no vemos, algunos de los cuales nos pueden hacer sujetos oprimidos y, a la vez, sujetos privilegiados. En sus palabras: “La forma en que intento entender la interconexión entre todas las formas de subordinación es a través del método que yo llamo “la otra pregunta”. Cuando veo algo que parece racista, me pregunto: ¿Dónde está el patriarcado aquí? Cuando veo algo que parece sexista, me pregunto: ¿Dónde está el heterosexismo aquí? Cuando veo algo que parece homofóbico, me pregunto: ¿Dónde están los intereses de clase aquí?”

En miras al futuro y a los procesos políticos que se avecinan, no podemos ser ciegas a la raza, a la clase, a la identidad de género o a la orientación sexual. Al contrario. Necesitamos un feminismo interseccional, diverso e inclusivo.  Como dijo la periodista Remi Eddo-Lodge (2017), escritora sobre feminismo y racismo estructural: El feminismo debe tener consciencia de clase, y debe ser consciente de lo limitante que es la cultura del género binario. El feminismo necesita reconocer que la sexualidad es fluida, y demandar un mundo en el que la historia del racismo se reconoce y se cuenta, y en el que se repara y se deconstruye por completo la raza.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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