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Qué es el “porno ético” y cómo su masificación podría cambiar la violencia sexual contra las mujeres BRAGA

Qué es el “porno ético” y cómo su masificación podría cambiar la violencia sexual contra las mujeres

Natalia Espinoza C
Por : Natalia Espinoza C Periodista - Contacto: braga@elmostrador.cl / (sólo wsp) Fono sección: +569 99182473
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Lo cierto es que, nos guste o no, 1/3 de todo lo que se consume en Internet es pornografía. Una de cada cuatro búsquedas en Google es porno. Jóvenes comienzan a ver este tipo de contenidos desde los 11 años, y es la principal fuente de educación sexual que tenemos hoy en la mayoría del mundo. Esto impacta fuertemente en la educación de género que consumen niñas y, sobre todo, niños, ya que se normaliza la crueldad, la cosificación de las mujeres. Para la comunicadora audiovisual Sofía Vera, en conversación con El Mostrador Braga, el porno ético es una vía legítima para cambiar ese paradigma. Como es imposible que una industria tan masiva desaparezca, se está apostando cada vez más por la creación de contenido realista, respetuoso y que no dañe a las consumidoras y los consumidores.


El porno es más que mostrar relaciones sexuales explícitas. Para la directora de cine para adultos y activista feminista, Erika Lust, es un discurso: uno sobre masculinidad, feminidad y los roles que desempeñamos. “En la actualidad, en todos lados el rol de las mujeres es parte del debate: en política, en educación, en derechos, en todo menos en la pornografía”, asegura en una de sus populares charlas Ted, “El porno tiene que cambiar”, que cuenta con más de un millón de reproducciones.

Lo anterior, sin mencionar lo oscuro tanto detrás de la industria como frente a la pantalla: cosificación, violencia, naturalización del abuso sexual, pedofilia, explotación laboral, tráfico. En respuesta a lo anterior es que desde hace unos años comenzó a gestarse  la creación de un “porno ético” que muchas veces se ha calificado como “feminista”.

Este busca la interpretación de una dinámica realista de las relaciones sexuales, en donde el foco esté en el placer de forma equitativa y sin ser cruel con las personas involucradas, sin explotar estereotipos tanto de cuerpo como de historias y, por supuesto, con las condiciones laborales correctas.

Créditos: Foto de Erika Lust @erikalust

Dentro del movimiento feminista esto ha sido bien recibido por algunas y negativamente por otras. Las críticas se concentran principalmente en que es la mercantilización del cuerpo femenino igual. Una de las principales detractoras es la analista y activista feminista, psicóloga social e integrante del Partido Feminista de España, Nerea Sanchís Rodríguez.

En diversas columnas, Sanchís asegura que la pornografía no puede ser buena, ni ética, ni feminista, porque al igual que la prostitución es una institución patriarcal y un negocio. “El lobby de la industria del sexo opera de la misma forma que en la prostitución y los vientres de alquiler, utilizan a mujeres para defender sus dominios, bajo el manto de la libre elección”, opina.

Créditos: Foto de Tim Samuel en Pexels.

Lo cierto es que, nos guste o no, 1/3 de todo lo que se consume en Internet es pornografía. Una de cada cuatro búsquedas en Google es porno. Jóvenes comienzan a ver este tipo de contenidos desde los 11 años, y es la principal fuente de educación sexual que tenemos hoy en la mayoría del mundo, lamentablemente. Esto impacta fuertemente en la educación en género que consumen niñas y, sobre todo, niños.

Además, su consumo es adictivo y causa cambios en el cerebro. Según el estudio “Ver porno infantiliza el cerebro”, realizado por la neurocientífica Rachel Anne Barr, la pornografía satisface cada uno de los requisitos para el cambio neuronal. “Cuando los pornógrafos se jactan de que están yendo un paso más allá al introducir temáticas nuevas y más fuertes, obvian que deben hacerlo porque sus clientes están desarrollando una tolerancia al contenido habitual”.

El estudio explica a grandes rasgos que las escenas, al igual que las sustancias adictivas, son desencadenantes hiperestimulantes que producen una secreción antinatural de altos niveles de dopamina, lo que puede deteriorar el sistema de recompensa de esta hormona e inutilizarlo, por lo que cada vez sus consumidores buscan contenido más morboso, más explícito y, muchas veces, más crueles, para obtener las mismas sensaciones. 

Estos cambios en el cerebro también se transforman en cambios conductuales, ya que, sobre todo hombres, construyen su visión de qué es el sexo sobre la  base de estos contenidos, desde lo más inofensivo, que es solo concentrarse en su placer personal, conocido coloquialmente como el “mete-saca”, hasta presionar a las mujeres con quienes vayan a tener un vínculo sexual a tener prácticas que no son consensuadas y que no representan un goce para ellas.

Millones de adolescentes crecen pensando en estereotipos corporales y que “más duro = más placer”, y que la industria sexual que “no es dura ni morbosa” está hecha solo para mujeres, clasificada como soft porn.

En este sentido, la comunicadora audiovisual Sofía Vera, en conversación con El Mostrador Braga, analiza que uno de los principales problemas de la industria actual y sus consecuencias sociales es la falta de regulación tanto de forma como de fondo en los contenidos. “Hay mujeres que participan en el porno y dan su consentimiento y sería hipócrita criticarlo, pero no puede ser que haya una industria tan masiva y poco regulada”, puntualiza.

El porno ético llega, a su juicio, como una solución a lo que está pasando y a lo que no podemos eliminar, y es que la industria tiene un lado muy oscuro, por ejemplo, el caso de Nikki Benz, una actriz porno que denunció a través de su cuenta de Twitter que había sido golpeada y abusada sexualmente durante el rodaje de una película.

Otros testimonios de actrices dan cuenta de la falta de transparencia a la hora de acordar el tipo de prácticas sexuales que se llevarán a cabo, por lo que no tienen la posibilidad de dar su consentimiento y dar un paso atrás si no se sienten cómodas con lo que les solicitan. En ocasiones ni siquiera saben con qué otros actores participarán o derechamente les mienten respecto de lo que se llevará a cabo.

Este fue el caso del cierre de Porn Fidelity y Teen Fidelity, los que pertenecen al actor Ryan Madison, quien se encuentra actualmente en investigación por las acusaciones de Annabbel Redd y Lulu Chu por abusos sexuales y estrangulamiento cometidos durante los rodajes.

A pesar de que estos y otros casos han salido a la luz, pocas cosas han cambiado. En tal sentido, Vera considera que la solución comienza por el lado de masificar una industria cinematográfica sexual que no sea violenta, que sea más realista en su representación de la sexualidad humana, inclusiva con quienes protagonizan los filmes,  para también que las personas que consumen este tipo de contenidos no sean cómplices de cosas que pudieran ser un delito.

Ejemplo de lo anterior fue una fuerte denuncia en España, en La Cistérniga. Una chica, cuya identidad está protegida, denunció en noviembre de 2020 que fue drogada y violada en una fiesta por un grupo de hombres, quienes la grabaron y subieron el video a internet. Además de lo condenable del crimen sexual en sí, una de las situaciones más escalofriantes fue que el video se subió con el título de que se estaba violando a una chica en una fiesta. Tuvo millones de reproducciones porque la gente pensaba que no era una violación real.

Está tan normalizado que ni siquiera los espectadores pueden diferenciar una actuación de un video real. Luego de hacerse pública la noticia, las personas tampoco dejaron de consumirlo, lo que nos devuelve a la pregunta: ¿sabiendo la gente que está consumiendo un delito, dejará de hacerlo?

Lo cierto es que la industria pornográfica es amplia y poderosa. Según el análisis de Vera, lamentablemente “no se puede combatir para eliminar algo tan grande y tan masivo que mueve millones. Es fácil decir a la población que el porno es malo, que no lo vean, pero al final lo van a hacer igual. Cuando uno le prohíbe algo a la gente, más lo hace”, asegura. 

Es por ello que las productoras pornográficas que son dirigidas por mujeres y que promuevan valores éticos podrían cambiar la cultura de violación imperante en el mundo, ya que normalizaría las buenas prácticas en el acto sexual, y sería ese el tipo de contenido con el que se encontrarían cientos de adolescentes curiosos.

“Se nota mucho la diferencia cuando hay una mirada femenina, se nota la visión sobre cómo son las mujeres, no es solo lo corporal el físico en sí, sea delgado o no, con vellos o no, sino también que se muestra una persona realista que no está sometida a complacer a un otro reducida a un objeto sexual”, explica.

No basta solo con cambiar el rol de las mujeres en las pantallas, “tiene que haber una concordancia con lo que se muestra en el video y con lo que está detrás de cámara, porque nada me sirve que sea dirigido por mujeres, hecho por mujeres y que detrás de cámara, por ejemplo, no haya un cuidado con las enfermedades de transmisión sexual, que el hombre use condón, que a la mujer se le dé un espacio seguro y amigable de hacer este video”, puntualiza.

Otro punto importante a regularizar, tiene que ver con el poco control que se tiene sobre el contenido que se sube a estas plataformas, lo que permite que se difundan inadvertidamente situaciones como el caso en La Cistérniga. “Ya no estamos hablando de si una fantasía moralmente está bien o no, porque eso es un delito que tiene que ser penado por la ley y a la página la tienen que multar por haber subido esa cuestión. Entonces eso es lo que no está pasando y eso es la que hay que regularizar para que la pornografía sea ética y sea educativa más que nada”. 

Finalmente, también relacionado con el caso anterior, Vega critica la aceptación de títulos que en sí mismos representan un delito. “No sé por qué está avalado y aceptado que una pornografía pueda decir me metí con una niña de 14 años. Independientemente de que la persona no tenga 14 años, no se puede poner porque está normalizando como que eso es lo correcto y eso no puede pasar”.

Lo cierto es que queda un gran trecho y el debate seguirá en el ojo del huracán. La invitación de la directora Erika Lust es a que más mujeres se interesen por participar en la construcción de este nuevo tipo de contenido para adultos, pues se necesita la mirada femenina no solo de directoras, sino que guionistas, fotógrafas, incluso, de actrices y desarrolladoras web, para que se normalicen las buenas prácticas, el respeto por la mujer y que se la sitúe como un ser humano, no un objeto dispuesto para satisfacer el deseo sexual de un otro. Que estos cambios se masifiquen y que la próxima vez que un adolescente quiera saber qué es el sexo, porque en su entorno nadie le ha enseñado, se encuentre con videos que no le hagan creer que la crueldad está bien

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