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La Payola


A principios de septiembre, Fonovisa no tuvo empacho en acusar a Emilio Estefan de mafioso, porque los Grammy latinos lo honraban principalmente a él y a su gente, y no a los artistas mexicanos que la compañía ha explotado hace décadas en Estados Unidos, hasta convertirse en el mayor sello independiente de ese país.



Fonovisa es una compañía que nació al alero del monopolio mexicano Televisa y no ha olvidado la cultura impuesta en ese conglomerado durante décadas por los Azcárraga, padre e hijo, para quienes nunca hubo límites infranqueables a la hora de hacer negocios. Al margen de los negocios de Estefan dentro de los Grammy -donde va de homenajeado y santo patrón-, si alguien no tiene autoridad para reclamar irregularidades es Fonovisa, compañía cuyos principales ejecutivos terminaron en 1999 ante una corte norteamericana respondiendo por 80 casos comprobados de "payola", esto es, de pagar a los programadores para transmitir los artistas contratados por el sello, cosa que en Estados Unidos se condena porque facilita la evasión de impuestos y constituye un fraude a los auditores.



Una acusación similar hizo Paulina Magnere, ex cantante y locutora radial, el fin de semana pasada en televisión: en Chile, dio a entender, se coimea a los programadores radiales. Llegar a la verdad de esa acusación requeriría de una adecuada investigación y de la colaboración de la gente de las disqueras y las radios. Sin la información necesaria, cualquier otro comentario resultaría irresponsable.



Pero asuntos como este permiten abrir el tema y empezar a analizar, por ejemplo, cómo funcionan las discográficas en el país. Aquí existen cinco compañías multinacionales (Sony, EMI, BMG, Universal y Warner) que se reparten la gran mayoría del mercado, estimado en 8 millones de discos vendidos al año. En proporción mucho más pequeña, funcionan los sellos locales, de los cuales Alerce es el más reconocido. Los otros tienen una representación apenas simbólica, así que, para estos efectos, son las grandes disqueras las que interesan.



Los máximos responsables de los grandes sellos en Chile son, en general, ejecutivos internacionales. La mayorías de ellos son extranjeros o chilenos que han vivivo largos años en el exterior y que tienen largas trayectorias dentro de sus compañías. De ahí en adelante, la empresa se nutre de personal local. Gente especializada en el caso de áreas especializadas: marketing,
recursos humanos, finanzas.



El área de promoción, que es la que lidia día a día no sólo con los programadores radiales, sino también con los periodistas del área, es un gran balde donde todo cabe. En su modesta experiencia, este reportero ha visto a sinnúmero de personas cumpliendo esta función; periodistas, publicistas, locutores, etcétera, porque el trabajo de promoción en las disqueras no es un área profesional. La promoción no se enseña en ninguna parte. No tiene escuela, ni preparadores, no existe formación en el área más que aquella que da la práctica.



Razonable es entonces pensar que estos promotores -cuya fuente de trabajo depende únicamente de la cantidad de espacio que puedan conseguir para sus artistas en cada medio- se pierdan de vez en cuando. Adivina uno que los límites éticos de su tarea quedan entregados estrictamente a su buen juicio.

Pero cuando quedan de por medio el trabajo propio y millones de dólares de inversión -como ocurre con los grandes artistas – no es improbable que el buen juicio se pierda.



Falta preparación en el sector. No una gran preparación, sino la suficiente para hacer el trabajo. Ocurre en otras áreas, en la venta por ejemplo. En grandes tiendas como la española Zara las vendedoras son enviadas a cursos de capacitación. La suya es una tarea sencilla, vender, pero tienen que hacerlo bien y para eso les enseñan. Y gracias a ello nadie lo mira feo si usted se prueba muchas cosas, puede cambiar la ropa si así lo desea y el negocio funciona, en general, como reloj.



Las disqueras, en Chile, necesitan de mayor profesionalización. Así se evitará la "payola", si es que existe. Y todas aquellas otras prácticas expandidas en la industria que no son coimas, pero a veces mucho se le parecen.

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