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Villegas: tómate un Armonyl

Es probable que usted ya haya leído en la prensa dominical extractos del nuevo ensayo del columnista superventas sobre veraneantes, malls y resorts. Pero las perlas del autor de «Ruego a Ud. tenga la bondad de irse a la cresta», se encuentran en los filosos y asertivos párrafos dedicados a lobbystas, operadores políticos y  «negritos de Harvard», esta vez con nombre y apellido.


Fernando Villegas nació en febrero de 1949 y es de la misma generación de los grandes barones que alguna vez creyeron en el «hombre nuevo», en  la revolución a la chilena con vino tinto y en nuestra «tradición democrática» quebrada ese fatídico martes 11 de septiembre de 1973. Sacando cuentas, Villegas, sociólogo de la Universidad de Chile nunca titulado, tendría que haber sido del Mapu, la Izquierda Cristiana, el Partido Socialista o en el peor de los casos de la Democracia Cristiana, y salir escondido en la maleta de un auto hacia alguna embajada en esos manoseados días.

Como varios de su generación debió haber vuelto a fines de los 80′ sin cortarse el pelo, tal vez con acento alemán,  y como reconocimiento a todo el sufrimiento que significó ser castigado por la dictadura, debió recibir algún puesto ministerial o parlamentario, que le permitiera seguir con la lucha que el Golpe dejó inconclusa, y así honrar el sacrificio de Salvador Allende, pero ahora en el nuevo escenario de la democracia de los acuerdos y la medida de lo posible.

El enojón del mainstream

Pero Villegas es un tipo extraño, y en vez de seguir el camino de su generación se quedó en Chile, fue reportero, fotógrafo, jugador de ajedrez, aficionado al jazz y a la siesta. Paralelamente a la transición chilena, este vecino de Ñuñoa se convirtió en columnista, comentarista de televisión, escritor de ensayos y sobre todo en el tipo enojón que se ganó un lugar en el mainstream de los medios.  Con un personaje situado en la irritación y el descreimiento permanente, lo suyo es ir por la vida informado, culto e irónico, a primera vista amargado, pero con una exquisita libertad para meter el dedo en la llaga y tirarle pelos a la sopa agria, siútica y pretenciosa en la que se ha convertido el país al cabo de 30 años.

«Ruego a ud tenga la bondad de irse a la cresta», no es por cierto su primer libro, tiene al menos tres, entre ellos «El Chile que No queremos» (2005), verdadero best seller  el que este volumen recién salido, más que una segunda parte, parece una oportuna actualización.  Con un lenguaje alambicado, a ratos confuso para el lector que no se ha criado con los autores latinos como Séneca o Cicerón, Villegas afila el cuchillo y se dirige  a algunos de nuestros arquetipos del siglo XXI , a veces con señas reconocibles y otras con nombre y apellido, usando el recurso de un viaje a través del territorio nacional que parte en la city para burlarse del hombre de negocios, sigue en el Barrio Alto, pasando por la población, el barrio universitario, los malls y resorts, entre otros.

Seres detestables

El autor dedica un buen espacio a los «Negritos de Harvard» la versión renovada del ochentero «cuesco cabrera», que no es aristócrata ni millonario pero gracias a su formación en el mundo de las finanzas está cerca del poder y lo ejerce a nombre de sus patrones, Dice:    

«El Negrito de Harvard, en cualquiera de sus modalidades, o encarnaciones, llámese gerente de finanzas, de personal, de ventas, de insumos etc, es prácticamente siempre, por las razones de su cargo, un personaje despreciable. Lo es por su mezquindad en el trato con terceros, por su actitud y conducta genuflexa hacia los patrones, por la  estrechez de su visión de mundo, la cual limita con la cantidad de decimales en su calculadora. Detestable porque se ha apoderado de todos los cargos estratégicos del sistema privado y público y ha impuesto su doctrina a todo el país».

Villegas dedica sub capítulos a los «operadores políticos», de quiénes el arquetipo es el ministro Francisco Vidal y a los lobbystas,  a quienes encarna en el ex ministro Enrique Correa. De éste señala:

«No sólo se infiltra, sino una vez infiltrado parece haber estado siempre allí donde llegó, haber sido siempre miembro del club o la asociación, amigo acólito de toda la vida del arzobispo de Talca o del presidente de los empresarios metalúrgicos. Y es desde esa posición, desde esa postura de parecer miembro del grupo, como desliza sus concejos, sus astucias, sus estudios. A propósito de arzobispos, don Enrique tiene un notorio aire eclesiástico que sirve maravillosamente a sus propósitos. Pero debemos precisar: no el aire grave del Gran Inquisidor o del Papa Pío XII, sino el talante obsequioso y servicial del curita de las películas picarescas italianas de los años cincuenta, el buen fraile arreglador de entuertos que agacha la cabeza y se sonríe de medio lado, el casamentero, el perdonador, el que habla con los labios muy húmedos, se restrega las manos y haya siempre un modo de conciliar a Dios con el Diablo».

Por suerte, en «Ruego a ud tenga la bondad de irse a la cresta», no sólo se dedica a cortar cabezas de  políticos y dioses del mundo financiero, sino que a través de ellos se mete con los flaites, las tribus urbanas y otras rarezas de la ciudad. Para sus fanáticos Villegas estará acompañado en el lanzamiento de este -probable- súper ventas por Fernando Paulsen y Eugenio Tironi, mañana jueves a las 19:00 en el café literario del Parque Balmaceda.                 

 

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