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A 25 años del estreno de La Negra Ester: «Fuimos capaces de develar parte del alma humana» La obra, que se estrenó en Puente Alto en 1988, fue dirigida por el mítico Andrés Pérez

A 25 años del estreno de La Negra Ester: «Fuimos capaces de develar parte del alma humana»

A un cuarto de siglo de que Rosa Ramírez interpretara por primera vez el rol principal de la obra «La Negra Ester», el gran fenómeno teatral chileno, Cultura+Ciudad conversó con la actriz, que hace muy poco abandonó el personaje para dejarlo en las manos de su hija Micaela y asumir de lleno la dirección de este montaje, inspirado en las décimas de Roberto Parra. «Tengo mucho cariño puesto en mantener este legado tan hermoso, que es el Chile de los más sencillos, de esos individuos que no tienen ninguna cabida en ninguna parte».


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Fue un 9 de diciembre de 1988 cuando Andrés Pérez Araya, junto al Gran Circo Teatro, estrenó en la comuna de Puente Alto La Negra Ester, la obra inspirada en las décimas de Roberto Parra.

En ese momento tal vez nadie imaginaba que esta obra, que irrumpía en nuestra escena teatral con una propuesta estética y poética única, se convertiría luego en un hito cultural sin precedentes para el teatro chileno, colocando una vara tan alta que aún se mantiene sin superar hasta nuestros días.

La destacada corporalidad de los actores de aquel elenco original, la música a cargo de la Regia Orquesta y su jazz huachaca, el diseño que pudo dar cuenta de una época, la mística de la totalidad del grupo bajo una dirección reconocida por la crítica por su genialidad, hacen de este montaje un legado que forma parte ya de varias generaciones de espectadores.

Cultura+Ciudad entrevistó a Rosa Ramírez, quien sigue a la cabeza del Gran Circo Teatro, con la responsabilidad de mantener viva esta obra, y quien además encarnó entrañablemente y por décadas a la Negra Ester, personaje que dejó hace un tiempo y sin dolor a cargo de su hija, la actriz Micaela Sandoval, quien también nos acompaña en esta conversación.

Este martes 10 de diciembre a las 19 Hrs., la compañía conmemorará los 25 de años del estreno en el Centro Cultural Gran Circo Teatro, ubicado en calle República 301. Están todos invitados. El aporte es voluntario.

Antes de partir con la entrevista vale la pena recordar aquel elenco original que deslumbró en 1988muchos de ellos desconocidos por entonces y  hoy son artistas consagrados.

[cita]La Negra Ester vino como un impulso súper importante para el teatro nacional. Hace 25 años un grupo de soñadores y un patipela’o, como le digo al Andrés (Pérez), estrenamos una obra y fuimos capaces de develar parte del alma humana a través del teatro.[/cita]

Actores: Rosa Ramírez, María Izquierdo, Pachi Torrealba, María José Núñez, Ximena Rivas, Boris Quercia, Willie Semler, Aldo Parodi, Horacio Videla, Alejandro Ramos.

Músicos: Cuti Aste, Jorge Lobos, Álvaro Henríquez.

Diseñadores: Daniel Palma, José Luis Palma, Andrés Pérez Araya.

Productores: Andrés García, Carmen Romero.

Técnicos: Tabo Arenas, Ignacio Miranda, Pancho Ochoa.

Dirección general: Andrés Pérez Araya.

 A 25 años del estreno de La Negra Ester, ¿qué cosas se te vienen a la cabeza, al corazón?

Muchas, muchas. La que más me ha rondado hoy es cómo han cambiado las cosas en nuestro país. No necesariamente en beneficio de las personas, de nosotros. Lo digo porque estamos cumpliendo 25 años de un montaje que realmente marcó y remeció el ámbito cultural chileno, lo enriqueció y lo aireó, porque hasta ese minuto había muchos grupos de teatro muy importantes que estaban haciendo un teatro más de resistencia, más combativo, aparte del teatro comercial que ha existido siempre. Pero la gente más comprometida estábamos un poquito cansados, entonces La Negra Ester vino como un impulso súper importante para el teatro nacional. Hace 25 años un grupo de soñadores y un patipela’o como le digo al Andrés (Pérez) estrenamos una obra y fuimos capaces de develar  parte del alma humana a través del teatro.  Entonces,  habiendo hoy un Consejo de la Cultura, que no haya una preocupación desde nuestras autoridades por este hito teatral, a mí me parece de una ingratitud e ignorancia que llama la atención, porque se supone que son nuestras autoridades culturales, y es su deber saber de estas cosas, no pueden no saberlas. Eso me demuestra una vez más que hemos perdido mucho terreno en nuestro país como ciudadanos. Construir un país así, de parte de las candidatas y las autoridades culturales, me resulta mentiroso.  Yo todo los días trabajo para construir un país bonito, no sólo reclamo; entonces, en lugar de estar únicamente  feliz a los 25 años de La Negra Ester, también estoy preocupada.

Y si nos remontamos a ese momento en que estrenamos, todo era posible para nosotros: el romanticismo de quedarse noches enteras trabajando, porque era un ideal el que nos unía.

¿Cómo nació esta obra? Hay muchos mitos al respecto

Con Andrés y otros notables actores comenzamos a hacer teatro callejero, en el Teatro Urbano contemporáneo (TEUCO). Si no había donde hacer teatro, ¿dónde lo hacíamos? En la calle pues. Luego Andrés fue invitado a protagonizar Lautaro, de Isidora Aguirre, entonces a partir de ese personaje le ofrecen una beca para ir a Francia, y Andrés le dijo: ‘Yo no quiero ir a ver teatro, quiero ir a hacer teatro?. Estuvo años en Francia, y cuando venía, hacía talleres gratis para todo el mundo. Hacía un traspaso de lo que practicaban en la compañía (Theatre du Soleil,  de Ariane Mnouchkine) a la que él perteneció. Después de cinco años, Andrés viene en el preámbulo del plebiscito y se encontró con un Chile súper radicalizado. Entonces pensó que sería bonito encontrar una obra que hablara del amor, una obra ojalá escrita por un chileno y así surge La Negra Ester.

¿Qué acontecimiento fue el que reunió al elenco original?

Andrés hizo una convocatoria abierta. Creo que fuimos casi cincuenta personas en un galpón, muchos más de los que quedamos finalmente. Algunos se fueron por otros proyectos,  y los que quedamos teníamos en común la inquietud y la experiencia del teatro callejero. Todos veníamos de la experiencia de estar preparados para todo. No sólo para arrancar cuando venían los pacos, sino también para saber despertar el interés del transeúnte con la capacidad de saber contar la historia que querías contar a ese público valiente que se había quedado a ver la obra, corriendo también un riesgo.

Y eso fue una convocatoria abierta, sin taller previo como se ha dicho.

¿Cuánto duró el proceso de montaje?

Cuarenta y cinco días.

¿Cómo puede ocurrir que una obra montada en apenas cuarenta y cinco días termine siendo el fenómeno que fue?

Tiene que ver con la historia de ese grupo. Los mayores veníamos investigando, trabajando, y los más jóvenes estaban en la calle, que también es investigación. Y eso sumado a que vino un director tan maravilloso como Andrés, que lo que hizo fue  potenciarnos eso que teníamos, sacar lo que teníamos guardado, crear las condiciones artísticas para que pudiéramos tirar a la parrilla todo. Había ensayos en los que podíamos estar cuatro horas improvisando en el escenario y así aparecían situaciones importantes, todos aportábamos a los personajes de todos… entonces fueron cuarenta y cinco días, que fueron como un claustro, porque nos separábamos para ir a nuestras casas, ducharnos, pajaronear una rato, para volver. Entonces fueron días de trabajo bien intenso, de entrega total. Por lo tanto los primeros años fueron de exclusividad absoluta para La Negra, sin que nadie lo exigiera. Fue un tiempo en que dábamos cinco funciones por semana y en que pasábamos juntos diez horas cada vez.

Le pregunto ahora a Micaela, la nueva Ester: son años de entregar al público esta obra, que ha sido vista por millones de personas, no sólo en Chile. ¿Por qué es importante que esta obra siga llegando a las nuevas generaciones?

Micaela: Es un pedazo de la historia de este país y sigue parada. En este país la historia es por conveniencia, se negocia, entonces que haya un grupo que quiera mantener vivo este legado es una porfía súper grande también y ser parte de esa porfía es importante.  No son sólo los jóvenes los que van a ver la obra, llega gente de todas las edades, por eso hay que seguir.

Rosa, cuéntanos de las sutilezas que implica un traspaso de personajes, como el de la misma Negra Ester, que en este caso  surge directamente desde ti a Micaela, tu hija

En el caso del personaje de la japonesita, ya es como la cuarta o quinta generación de actrices. La Negra es primera vez que la cambiamos. La cambié antes a medias con Claudia Pérez, pero ese trabajo quedó interrumpido. Luego vino este cambio con Micaela, con quien nunca dudé en dejarle el personaje. El traspaso a una generación que concibe la vida de modo diferente es un trabajo muy bonito y muy delicado. En el caso de mi traspaso a Micaela, casi no le he hablado del personaje, porque ella está empapada de él. Micaela es mi hija y creció con el personaje. Cuando era chiquitita, ella era como nuestra asistente de vestuario; nos ponía los collares como un juego a los siete años, pero después fue un trabajo. Luego entró como actriz en el papel de la Zulema. Fue para los 20 años de la Negra que partió actuando, casualmente también en Puente Alto.

Como dijo Rosa, hay todo un corpus de calle, un insumo que es epocal en la construcción de este personaje, diferente al de las nuevas generaciones y de alguna manera tú lo estás heredando. ¿Cuál es la forma en que te aproximas Micaela al personaje?

Eso mismo hace que no sea tan difícil, pues mi acercamiento de niña con el personaje partió como un juego. Yo veía la obra diez veces al mes. Y viene el momento en que dije, bueno, ya me la sé, y cuando uno la aprende con la inocencia de un juego, se la aprende porque uno tenía muchas ganas. No es como aprenderse las tablas para el colegio, que es una obligación. Es una exigencia enorme, claro, porque la gente quiere encontrarse con lo que ha sido siempre la Negra.

¿Cuál es tu propia aproximación a este personaje, cuál es tu punto de encuentro con él?

En lo coquetona, yo siento que la Negra no es tan sensualota, sino más bien juguetona y ahí calzamos mucho. Hay que entender que para mí la Negra es como parte de mi familia, la conozco mucho.

 Y tú Rosa, ¿cuál es tu punto de encuentro con la Negra, con la que has compartido tantos años?

Yo pienso que comparto esa necesidad de desapegarse del ser que ama, porque ella se da cuenta de que no lo puede hacer feliz. Yo creo que eso es propio de nosotras las latinoamericanas, que somos bien legendarias, un poquito épicas. Yo había sido capaz de decirle al Andrés: «Compañero, nos amamos mucho, pero no vamos a ser felices juntos», y yo era muy joven cuando me pasó eso. Tiene que ver con eso de apechugar, y también con lo juguetona, reírse de lo dramático también.

¿Qué te produce ser la persona que mantiene viva esta obra? Son 25 años de tu vida…

Nunca fue premeditado. Nosotros con Andrés siempre jugábamos y decíamos que cuando viejitos íbamos a seguir haciendo la negrita Ester, que le íbamos a tener que ir sacando peldaños a la escalera para poder subirla, alargar las músicas. Pero llegó un momento en que la única que quedaba del elenco original era yo, y si estuviera Andrés vivo, igual yo estaría jugando con eso, porque es muy bonito. Pero cuando Andrés fallece, para mí el seguir fue una manera de gritarle al mundo que Andrés había sido un aporte muy grande para todos en base a pequeñas cosas; por ejemplo, pelearle a la institucionalidad el día nacional del teatro y ganarlo. Pelearle a este sistema neoliberal en que todo es desechable y la cultura también, y tener parada una Negra Ester que cumple 25 años.

Tengo mucho cariño puesto en mantener este legado tan hermoso, que tiene que ver con ese Chile que Andrés amó tanto, que es el Chile de los más sencillos. Hablar de esos individuos que no tienen ninguna cabida en ninguna parte, marginales, que a nadie le interesan. Hablar de la nobleza de seres que son estigmatizados porque son borrachos, porque son putas o maricones, y otorgarles la dignidad que se merecen. Es una tarea no sólo artística, sino también política, y a veces me canso, es natural, pero me siento súper privilegiada de ser parte de este acontecimiento teatral, y no me cuesta nada, nada, nada.  No es una mochila para mí, al contrario.

¿A quiénes te gustaría tributar?

Siempre  voy a ser una agradecida de la gente que se atreve a dar el paso de montar una obra, porque no es fácil. Entonces mi primer tributo por supuesto es a las veintitantas personas que éramos El Gran Circo Teatro en sus inicios. A Andrés Pérez por supuesto, a García que creyó en nosotros al punto de que cuando estábamos en función y venían a reclamarle porque estábamos metiendo mucha bulla, él respondía: “Usted debe sentirse orgulloso porque está siendo testigo de un gran fenómeno teatral”, cuando aún no teníamos idea para dónde íbamos. A Roberto Parra que nos permitió trabajar con su texto con total libertad y generosidad, metiéndose en esta fantasía, encantándose con lo que hicimos. A la Carmen Romero, a La Regia Orquesta, a todos esos soñadores que se embarcaron en esta aventura, que uno nunca sabe dónde va a terminar. Y en el  transcurso de los años le agradezco también a todas las personas que han creído en nuestra apuesta teatral, que creen que el teatro es importante en el desarrollo de una sociedad; al público, que es tan importante para nosotros, el Gran Circo Teatro.

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