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El mundo del flamenco y las artes llora a Paco de Lucía, genio de la guitarra española Su última visita a Chile la hizo en noviembre del 2013

El mundo del flamenco y las artes llora a Paco de Lucía, genio de la guitarra española

El músico sufrió un infarto cuando jugaba con sus hijos en la playa de Cancún, México, donde reside hace algunos años. Durante su carrera logró entre otros muchos reconocimientos, un Grammy al mejor álbum flamenco 2004; el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco; la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 1992; el Premio Pastora Pavón La Niña de los Peines 2002; y el honorífico de los Premios de la Música 2002.


Francisco Sánchez Gómez, más conocido como Paco de Lucía, guitarrista flamenco, Premio Príncipe de Asturias de las Artes y emblema, junto con Camarón de la Isla, de la renovación y difusión mundial del flamenco, falleció a los 66 años en Cancún (México), ciudad donde residía hace varios años, debido a un infarto masivo. La última vez que visitó Chile fue en el mes de noviembre del año pasado cuando ofreció un concierto a tablero vuelto en el casino Monticello.

Su historia

Discípulo de Niño Ricardo y de Sabicas, y respetado por músicos de jazz, rock o «blues» por su personal estilo, logró, entre otros muchos reconocimientos, un Grammy al mejor álbum flamenco 2004; el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco; la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 1992; el Premio Pastora Pavón La Niña de los Peines 2002; y el honorífico de los Premios de la Música 2002.

Nacido el 21 de diciembre de 1947 en el pueblo gaditano de Algeciras con el nombre de Francisco Sánchez Gómez, a los siete años cogió por primera vez una guitarra de la mano de su padre y luego de su hermano mayor.

Por su madre portuguesa fue conocido como «Paco, el de Lucía», al identificar, igual que en Andalucía, al hijo con el nombre de la madre, Lucía Gomes.

Con 12 años formó el dúo «Los Chiquitos» de Algeciras con su hermano Pepe al cante, grupo que triunfó en 1961 en un concurso de Jerez y con el que grabó su primer disco.

Contratado por el bailarín José Greco en 1960 como tercer guitarrista de la Compañía del Ballet Clásico Español, hizo su primera gira por EE.UU., y después fue segunda guitarra y viajó por medio mundo. Por entonces conoció a los guitarristas Sabicas y Mario Escudero, que le animaron a componer su propia música.

Se integró con 17 años a un grupo financiado por los representantes alemanes Horst Lippmann y Fritz Rau para su espectáculo «Festival Flamenco Gitano», con el que recorrió Europa y en el que figuraban Camarón, El Lebrijano, El Farruco y Juan Moya.

Acompañado con frecuencia al cante por sus hermanos Ramón de Algeciras y Pepe de Lucía, editó sus primeros discos en solitario a mediados de los 60: «La fabulosa guitarra de Paco de Lucía» (1967) y «Fantasía flamenca» (1969).

Su consagración le llegó en los setenta, con memorables actuaciones en el Palau de Barcelona 1970 y el Teatro Real y Teatro Monumental de Madrid en 1975, y su primera grabación en vivo «Paco en vivo desde el Teatro Real», primer LP de Oro.

Fue en Madrid donde surgió la mítica pareja El Camarón-De Lucía, tan virtuosa y purista como renovadora del flamenco y que se tradujo en más de diez discos de estudio, como «El duende flamenco» (1972) y «Fuente y caudal» (1973).

Fue Premio Castillete de Oro del Festival de Las Minas 1975; single de oro 1976 por su magnífica rumba «Entre dos aguas'» y LP de Oro en 1976 por «Fuente y caudal».

Fundó en 1981 su «Sexteto», con Ramón de Algeciras (segunda guitarra), Pepe de Lucía (cante y palmas), Jorge Pardo (saxo y flauta), Rubén Dantas (percusión) y Carles Benavent (bajo), lo que le permitió crear el concepto actual de grupo flamenco.

Colaboró en el disco «Potro de rabia y miel» de su gran amigo Camarón, y la muerte de éste, en 1992, le llevó a cancelar sus actuaciones por todo el mundo durante casi un año. Incluso pensó en retirarse, regresando un año después a los escenarios con una nueva gira europea, en la que dio cuarenta recitales en EE.UU. y grabó «Live in America».

Entre sus discos están «Fantasía flamenca», «Recital de guitarra», «El duende flamenco de Paco de Lucía», «Almoraima», «Solo quiero caminar», «Paco de Lucía en Moscú», «Zyryab», «Siroco» o «Lucía» (1998)

Tras un silencio de cinco años, en 2004 editó «Cositas buenas», calificado por la crítica de «obra maestra», el cual contiene ocho temas inéditos, como un trío con la guitarra de Tomatito y la voz recuperada de Camarón, y que le proporcionó ese año el Grammy Latino a mejor álbum flamenco.

Un año antes había publicado su primer recopilatorio, «Paco de Lucía por descubrir», con sus trabajos de 1964 a 1998.

El 29 de junio de 2010 ofreció un magnífico recital a los 2.500 espectadores que se dieron cita en el escenario Puerta del Ángel de Madrid.

En 2011 puso su guitarra en un disco de flamenco tradicional del músico Miguel Poveda. Este mismo año el cantante participó en un álbum de boleros de Rubén Blades con la agrupación musical costarricense Editus.

Era hijo predilecto de la provincia de Cádiz (1997) y de Algeciras (1998) y doctor honoris causa por el Berklee College of Boston (EE.UU., 2010).

El guitarrista estaba afincado en Toledo y pasaba temporadas en Cancún (México), donde practicaba la pesca submarina. Fruto de su primer matrimonio en 1977 con Casilda Varela en Amsterdam (Holanda), tuvo tres hijos: Casilda, Lucía y Francisco.

Un genio tranquilo

Humildad, discreción, seriedad, un punto de timidez y mucho orgullo de raza, todos cuantos conocieron a Paco de Lucía le señalan como «genio»: el genio de un hombre tranquilo que revolucionó la historia del flamenco y arropó para siempre a las nuevas generaciones con el punto de referencia de su arte.

Admirado y alabado por todos cuantos le trataron e idolatrado por millones de fans en el mundo, este artista apacible y familiar fue espejo y norte para guitarristas, flamencos y músicos en general, como expresaron en sus manifestaciones.

En una de sus últimas entrevistas realizada a la Agencia Efe, en Washington, con motivo del concierto que marcaba el ecuador de su gira americana de 2012, el guitarrista mostraba su lado más joven e inquieto y explicaba su necesidad de componer, de investigar, de sorprender al público con su música: «No pienso vivir de las rentas», decía.

«Si lo que compongo no es una sorpresa para los profesionales, entonces inmediatamente me retiro. Vivir de las rentas me pareció siempre triste», afirmó el músico en la presentación de su disco «En vivo: conciertos de España 2010», un álbum aparecido tras una pausa de siete años después de «Cositas buenas».

Sin embargo, al artista de la guitarra flamenca le gustaba la dureza de las giras, porque le gustaba tocar la guitarra «más que ninguna otra cosa».

Para el maestro, el directo, también en la grabación de sus discos, era «lo humano, el alma». Porque la energía que se crea en el escenario «nunca se consigue en un estudio de grabación; allí te puedes acercar a la perfección -decía-, pero el alma es más probable que aparezca en un directo».

De su humanidad y de su gran naturalidad hablan sus preferencias vitales, expuestas sin pudor en su web: para comer, platos de cuchara; para beber, el tinto; su libro de cabecera, «cualquiera de Oscar Wilde» y ninguno de filosofía, porque «de tanto leer a Ortega y Gasset terminó por analizarlo todo y perder el sentido del humor», apuntaba.

Y entre sus películas favoritas, las de Willy Wilder y la trilogía del cineasta polaco Kieslowski, «Azul», «Blanco» y «Rojo».

Desde que, con apenas 12 años, viajara por primera vez a Estados Unidos contratado por el bailarín José Greco para ejercer de tercer guitarrista de la Compañía del Ballet Clásico Español, De Lucía no ha dejado al público americano, del que siempre valoró su empatía con el flamenco. Son, decía de ellos, «mi minoría que se va haciendo grande».

«Llevo tocando para este público desde niño. Este público me lo he hecho a pulso, empezando con dos filas de butacas, y luego con otras dos. Ahora lo raro es que no esté todo vendido», se enorgullecía De Lucía tras uno de sus últimos conciertos en Texas (EE.UU.), a finales de 2012.

A Paco de Lucía, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2004, Premio Nacional de Guitarra, Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, ganador de un Grammy, también le emocionaba arropar lo que él llamaba «savia nueva»: el bailaor «Farru», el percusionista «El Piraña», los cantaores «Duquende» o David de Jacoba, que con él en el escenario demostraban la buena salud del flamenco.

La grandeza de «este bicho», como se refería a él su amigo Félix Grande, que también falleció nada más comenzar este 2014, se refleja en su inquietud por la innovación.

O en su teoría de que «los guitarristas no necesitan estudiar», para que la teoría no limite su imaginación.

«Vengo de una tradición oral. Es un género movido por la pasión, por la locura, pero que trae también sofisticación. Sin embargo, recomiendo que los músicos nuevos aprendan música y teoría», precisó el artista en Brasil, poco antes de iniciar su última gira por el país carioca, en noviembre de 2013, adonde hacía 16 años que no viajaba.

Entonces, hablaba De Lucía de otro de sus «amores», la fusión musical, aunque alertaba del «peligro» de querer hacer música «para gustar sólo a otros músicos».

Tocó con «incunables» como Carlos Santana, Pedro Iturralde, Chick Corea, John McLaughlin, Al Di Meola o Larry Coryell y grabó el «Concierto de Aranjuez», de Joaquín Rodrigo, pero, si con alguien se sintió verdaderamente a gusto, fue con su amigo Camarón, con el que grabó nueve discos, entre ellos, el inolvidable «Potro de rabia y miel».

Al compositor de temas que ya forman parte de la historia cultural de España y no solo del flamenco, como «Entre dos aguas», sólo le faltó tocar con los trompetista Miles Davis o Louis Armstrong. Quizá, en este momento, anden los tres buscando la manera de llevarlo a cabo.

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