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Panguipulli: El rincón sureño de los conciertos clásicos Proyectos de la Casona Cultural son modelos de gestión cultural en el país

Panguipulli: El rincón sureño de los conciertos clásicos

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Hace 4 años, la Casona Cultural de Panguipulli era un viejo edificio capuchino, dependiente de la Diócesis de Villarrica. Hoy es uno de los polos más activos de la actividad cultural en la región de Los Ríos. Ahí funciona la Orquesta sinfónica infantil y la sinfónica juvenil, formada por niños rurales, de mayoría mapuche. Estas orquestas son parte del proyecto «Vive la Música», por el cual la Corporación de Amigos de Panguipulli llega a más de 650 niños y jóvenes del sector con una filosofía clara: formar niños integrales a través de la expresión musical.


Daniela, va en octavo básico en una escuela de la Provincia de Panguipulli, en la Región de Los Ríos. Vive en el cerro Pitrén y cuatro veces a la semana, después de clases, camina 4 kilómetros para tomar la micro o hacer «dedo» y desplazarse 20 kilómetros más hasta la capital provincial, donde asiste a un taller de música. Su vida no es muy distinta a la de cientos de niños de por ahí. La diferencia, es que Daniela hace todo ese recorrido con un chelo a cuestas.

Ella es parte de la Orquesta Sinfónica Infantil Intercultural de Panguipulli y uno más de los 650 niños que reciben instrucción musical, como filosofía de vida, de parte de la Corporación de Adelanto Amigos de Panguipulli, entidad que hace siete años defiende una convicción: que allá en la ruralidad del sur, en la espesura de la selva valdiviana, se pueden formar niños integrales.daniela

Daniela, ni por lejos es el único caso. En este sector de la Región de Los Ríos, muchos niños tal vez no conocen «Kidzania» pero saben de Strauss, Mendel, Beethoven o Bach. Y en sus mochilas es raro que no se oculte un instrumento: clarinetes, oboes o violines se cargan junto a los cuadernos.

Recientemente, estos niños sumaron una nueva actividad. Como se trata de incentivar el gusto por la música desde la primera infancia, Daniela y los otros miembros de la sinfónica infantil ofrecen cada semana conciertos a un público muy especial: a los niños de tres jardines rurales del lugar. En estos espacios, la admiración de los más chicos se desborda y los jóvenes músicos son tratados como «artistas- héroes».

La casona cultural

El programa «Vive la Música» es uno de los proyectos más importantes de la Casona Cultural, como se le conoce a un antiguo edificio capuchino, donde opera desde el 2011 la Corporación de Adelanto. En esta gran casona de madera, cedida en comodato por la Diócesis de Villarrica, se han elaborado los conceptos formativos que ubican a este centro como uno de los modelos de gestión cultural más exitosos del país.

«Cuando se partió eran 18 niños a los que llegábamos con la música. Ahora son más de 650 chicos en los distintos programas», cuenta entusiasmado Sergio Irarrázabal, gerente de la Corporación. «Recién este años estamos viendo los resultados. Muchos de los niños que partieron en la primera orquesta hoy están estudiando carreras superiores, en música y en otras disciplinas, y les ha ido muy bien. Son jóvenes que se han tomado la vida con bastante madurez», cuenta Irarrázabal, sin triunfalismos pero con orgullo.

Orquesta intercultural juvenil de Panguipulli, dirigida por Alexander Sepúlveda

Orquesta intercultural juvenil de Panguipulli, dirigida por Alexander Sepúlveda

El programa formativo del proyecto «Vive la Música» está dividido en cuatro etapas: la formación de Música Temprana para niños de salas cuna de 0 a 4 años; el Apresto Musical para chicos de 4 a 6 que tiene por objetivo dar continuidad a las capacidades expresivas de los chicos; la Básica Musical donde se trabaja directamente con un instrumento, de 6 a 13; y la Nivelación, de 13 a 19 años, que está orientada a la formación integral que permitirá desarrollar la música de forma profesional.

«Al comienzo fue extraño. De pronto llegaron instrumentos a una zona en donde no se conocían ni por casualidad, y también costó varios años para que estos instrumentos comenzaran a sonar bien. Hoy los chicos sienten orgullo por saber tocar un instrumento», explica el gerente.

Si en los orígenes el problema de esta apuesta era «cómo hacer para que los interesaran en la música», hoy la problemática es otra: ¿cómo darles más oportunidad a más niños? «El año pasado por ejemplo teníamos 30 cupos para niños en la orquesta y llegaron 97», comenta.

La fórmula

La Casona no brinda una labor asistencial. Los objetivos están trazados en función de la participación de la comunidad y en la interculturalidad. En esta zona de la Región de Los Ríos, la población es mayoritariamente mapuche con amplio uso de su lengua, el mapudungún. Mucha información está en los dos idiomas y aumentan las personas no mapuches, con dominio bilingüe. Pero el secreto parece estar en el compromiso y voluntad de participación.

Casona Cultural

Casona Cultural

A parte de las orquestas existen los centros de padres de hijos músicos que se organizan para preparar las comidas cuando los niños están de gira, para fabricar los uniformes o para reunir los fondos necesarios. «Hay chicos cuyas madres bajan de los cerros con los niños y los esperan afuera de la sala hasta que terminen, con frecuencia de noche, para volverse caminando a sus casas», cuenta Pamela Calsow, directora cultural del centro.

Pero además se trata de un centro cultural abierto, en todo el sentido de la palabra. Es común, si se pasea de noche por Panguipulli, que no se vea ningún alma en las calles. El motor de la actividad se centra en la casona. Todos los días de la semana hay actividades y a toda hora.

Al poco tiempo de haber ingresado un visitante a la casona, se ven muchos padres haciendo actividades propias y comienzan a escucharse los sonidos. Se ha logrado tal nivel de concentración en las clases de música, que los talleres son abiertos. Vale decir que cualquier persona, con la prudencia debida, puede ingresar a las aulas, quedarse en ellas y observar cómo se desarrollan las clases.

«Esto lo hace muy especial» dice Pamela. «Es muy fácil darse cuenta que las cosas se hacen de verdad. Pueden ser las ocho de la noche de cualquier día y aquí están los niños tocando», agrega.

Polo de desarrollo turístico

A parte de las clases de música, en la casona hay exposiciones de artes visuales, talleres de microemprendimiento en telares mapuches y funcionan los Inspectores de Pesca, una especie de brigada medioambiental, formada por los propios vecinos, que fiscaliza los ríos Fuy, Llanquihue, San Pedro y Mañío, todos los días del año, para prevenir la caza indiscriminada de las especies de agua dulce e incentivar la pesca deportiva con mosca.

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Entre tantas actividades, el ajetreo de rutina y los ensayos musicales, también hay espacio para la danza clásica. A la misma hora de los ensayos musicales o de las inauguraciones, llama la atención la rigurosidad de un grupo de niñitas, que con sus tutus, se apresuran para no llegar tarde a sus clases de ballet. Se sienten como en el Municipal, pero están a 818 kilómetros en línea recta de ahí.

Este compromiso con la cultura, ha hecho que la casona cultural se convierta en uno de los polos turísticos del destino Sietelagos en la Región de los Ríos. Una de las joyas de patrimonio inmaterial que el Sernatur de la región luce con orgullo y que figura como parada obligatoria para quienes llegan en época de invierno a disfrutar de alguna de las 22 termas que existen alrededor y que se nutren del calor volcánico del cordón del Caulle.

 

 

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