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El sello de Raúl Camargo, el nuevo director del FICValdivia: «El Cine va más allá de la sala comercial» Asumió en reemplazo de Bruno Bettati que se sumó al equipo de cultura del gobierno

El sello de Raúl Camargo, el nuevo director del FICValdivia: «El Cine va más allá de la sala comercial»

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Durante 7 años, Raúl Camargo, fue el encargado de programación del festival de Cine de Valdivia y desde hace tres meses asumió como director. Como profesor de cine, se manifiesta contrario a la idea de que para crear audiencias debe hacerse lo imposible para que los filmes sean programados en cines comerciales. Apuesta a que la circulación de los mismos debe ser un esfuerzo público y privado y aspira a instalar, desde Valdivia, un modelo de gestión cultural que permita resolver temas que como país están pendientes: la diversidad y la plurinacionalidad.


«Los cineastas están siendo enemigos de sus películas al apostar solo por su explotación comercial», dice de entrada Raúl Camargo, nuevo director del Festival Internacional de Cine de Valdivia.

Las películas, para él, no terminan, en modo alguno, con el estreno en una sala privada o con el mayor o menor éxito de su estrategia de marketing. Tampoco –aclara– se extingue con su exclusiva circulación en festivales de cine o con la obligación de exhibirse en salas comerciales a través de las denominadas «cuotas de pantalla». Para Camargo, quien no es cineasta, productor o gestor cultural, sino profesor de cine, las películas gozan de larga vida cuando terminan encontrando a su público.

Y a ese público, «hay que salir a buscarlo», afirma.

«Debe haber políticas públicas para asegurar su exhibición», pero también –sostiene convencido– «debe haber iniciativas que ayuden a expandir la obra, a motivar su circulación».

En ese punto se vislumbra la primera característica de lo que podría ser el sello de la nueva gestión del FICValdivia. «Nuestra idea es hacer que las películas que se exhiban en Valdivia tengan una circulación anual, que vaya más allá de la semana que dura el festival». La segunda, tiene un enfoque y propósito más políticos: instalar problemáticas que Chile debiese resolver, como la diversidad y la plurinacionalidad.

-¿Cómo promocionar el cine de manera alternativa si hoy la lógica está puesta en el circuito comercial?
-Si uno sale de la lógica de explotación comercial de la película, se abren notables perspectivas, porque la explotación comercial de la película es muy acotada. Lamentablemente, el cineasta está siendo enemigo de sus propias películas al instalarse en ese debate que no tiene ninguna posibilidad de ganar. El debate de más o menos promoción, más o menos marketing, más o menos cuota de pantalla, tiene solo un propósito: que la película permanezca más tiempo en una sala comercial, pero la vida de las películas de ninguna manera se extingue en ese esfuerzo.

-¿Y cómo se cambia esa lógica?
-Hay que pensar en que la película es una obra y como tal tiene una búsqueda de público, que sería el estreno. Pero el público es quien también encuentra al cine. Por ejemplo, yo he visto películas del año 28 y yo no nací en esa época. Lo importante es que las películas logren verse más a que tengan un éxito inmediato. Yo entiendo la necesidad de que las películas encuentren su público, pero la sala comercial no es la única vía para hacerlo y con esto no estoy diciendo que la vía sea la gratuita, porque sí se puede estimular su visualización a través de la creación de salas alternativas, de la búsqueda de público específico sobre la base de un trato más cercano, casi como la lógica del video club antiguo, que es parte del sentido que queremos instaurar en el festival. Hay que tener claro que la película no muere cuando sale de cartelera y esto es fundamental.

-Pero en la práctica eso es lo que ocurre. Si la película no funciona, lo exhibidores la matan y los distribuidores se inhiben de ofrecerla
-El escenario actual, a nivel de distribución, hace que las películas no sean de los directores ni de los festivales, mucho menos de las salas, sino que son de los distribuidores. Existe una figura que es el agente de venta internacional y para un cine distinto al comercial, más de riesgo, más desconocido, efectivamente es muy difícil que se programe porque consideran al público de grandes audiencias, y como las películas buenas llegan a Chile dos años después de su estreno, el público conocedor del cine ya las ha visto en Internet o en un festival o las compró por Amazon o por otras vías, por lo que tampoco va a verlas a las salas.

De esa manera es muy difícil que una película, por ejemplo, de un país extraño para Chile, que son básicamente todos los países que no sean Estados Unidos y Francia, y este último con suerte, estén en la cartelera comercial y, por otra parte, ni el Estado ha logrado establecer una política pública al respecto ni los festivales han podido derribar esta situación para comenzar a “inocular” .

-¿La clave está, entonces, en buscar una nueva forma de distribución para estas películas?
-En Chile el Estado no tiene una política de Cineclubes, como sí la tiene Brasil. En este momento a Chile no están llegando películas no comerciales. No puede ser que un cineasta y un productor siempre estén estableciendo, a mi modo de ver, todo tipo de ayudas en la distribución para la sala comercial, porque la sala comercial busca la ganancia, esa es su vocación comercial y está bien, pero habría que buscar una nueva forma de distribución que implique una convergencia entre agentes culturales y el Estado, para permitir que esas películas que no les interesan a las salas comerciales tengan un resguardo y la posibilidad de encuentro, porque eso es lo fundamental, las películas existen, uno lo que hace es posibilitar el encuentro con la comunidad, pero esto tiene que  ir más allá de los 6, 7 o 12 días que duran los festivales de cine, y que, en rigor, son apenas una especie de bálsamo para la distribución de cine alternativo.

-¿Y cómo pretende hacerse cargo de esto el FICValdivia?
-Lo que yo tengo que comunicar es un trabajo más a largo plazo, que es la formación de audiencias, entonces yo, como profesor, voy a hacer clases en Valdivia gratuitas abiertas a la comunidad, de apreciación cinematográfica, quitándole un poco el carácter mesiánico a la palabra, es decir, clases simples del trabajo cinematográfico y cómo se construye un relato en el lenguaje audiovisual. Eso va a ir de la mano con nuestra intención, que ojalá sea también presupuestaria, de recorrer con las películas comunidades y sectores específicos, que éstas no se extingan con el festival. Todo lo contrario. Nosotros tenemos la necesidad de establecer un trabajo anual, que implique que el festival sea la fiesta que corona el trabajo constante a nivel de exhibición y de clases todas las semanas. Eso esperamos empezar a lograrlo a partir de febrero o marzo del 2015, en vistas de coronar todo ese trabajo con la gran fiesta que va a ser Valdivia como Capital Cultural el 2016.

Estamos convenciendo a las instituciones públicas y a los privados para decirles: tenemos el capital humano y queremos hacer más cosas. Trabajo colaborativo. Buscamos una posibilidad presupuestaria que nos permita hacer actividades todo el año, aparte del festival en octubre. Si lo logramos, podemos integrar, a nivel de circulación, a películas que no tienen ningún tipo de apoyo. Queremos hacernos cargo de manera anual de la protección de las películas.

-La creación de audiencias ya parece un concepto cliché. ¿En los hechos, cómo se hace para estimular el aprecio por el cine de calidad?
-A nivel de pantallas, el cine dominante es el cine comercial, de narrativa convencional. Ese es el cine dominante en Chile y en Argentina y en la mayor parte del mundo. Este cine, se supone, es el que piensa en el espectador, pero que finalmente no lo hace, porque pensar en el espectador es compenetrarlo en un relato que le permita justamente ir avanzando con dicho relato, sin que haya una manipulación emotiva específica, por ejemplo, una película comercial, en general, uno sabe cómo empieza, cómo se desarrolla y cómo termina. Y se supone que esas son las películas para públicos masivos, pero esas películas no piensan en el público, porque te están diciendo “acá te pongo el pianito triste” como si fuera una nota periodística de alguien que le falta un pulmón… acá vas a llorar, acá te vas a reír, acá te vas a emocionar, acá te va a dar taquicardia y vas a salir contento y vas a querer comprar otra entrada.

-¿Y cuál es el cine que piensa en el público?
-El que hace todo lo contrario. El cine que piensa en un público, finalmente, también le pide algo al público. ¿Qué le pide al público el cine comercial? Le pide $5.000 o $6.000 pesos de entrada más el comercio asociado. Finalmente, lo que le pide es gasto constante, y con esto no estoy diciendo que en el otro cine no se debiera pagar entrada, porque el valor es una retribución hacia el artista y hacia el equipo, lo que digo es las películas se ponen en un diálogo con el espectador, al que también le implica un esfuerzo y no es que sea una gran épica, simplemente apreciar que en vez de pasar ochenta acciones en 12 minutos, van a pasar tres. Que no todas las películas son episódicas, que también hay retrocesos. Lo que reclamamos nosotros, como cualquier agente cultural, es que exista el derecho de ver ese cine y que existan las herramientas adecuadas para que ese cine sea apreciado.

Conocer el “otro” cine, es un proceso de aprendizaje que no tiene tanto que ver con aprender, sino con disfrutar una propuesta distinta. Saber que también puede llegar a emocionar, sin la necesidad de esta manipulación constante que hacen esta películas hollywoodenses, que son una especie de cazabobos, que pasan por una serie de focus groups previos hasta verificar que se entienda todo, para asegurar una cantidad de entradas mínimas que es la retribución de los grandes estudios.

-¿Qué pasa con el cine chileno en cuanto a su visibilidad y apreciación?
-Lo que habría que lograr garantizar es un trato preferencial al cine chileno por parte de las salas, que tenga otro tipo de cuota, por decirlo de alguna forma; por ejemplo, si a una película cualquiera se le saca de cartelera cuando tiene 500 espectadores, que a las películas chilenas las saquen cuando tengan cien. El Estado, como financista de gran parte del cine chileno, tiene que instalar junto a nosotros la necesidad de que aumenten los canales de distribución, incluyendo la TV, porque la televisión tiene mucho que decir, sea un canal aparte del Estado o los canales que ya existen, pero la televisión, los cineclubes, los centros culturales, al ser implementados con una visión estatal pueden generar la comunicación con estas películas.

-Hablas de las cuotas de pantalla, que tanto temor genera en los exhibidores…
-No me refiero a eso. Las cuotas de pantalla es algo levantado por directores y productores nacionales y, por ende, merece todo mi respeto. Lo que discuto, no tiene que ver con la cuota de pantalla en sí, tiene que ver con que eso sea parte de una instancia de promoción donde la sala comercial no sea lo único ni lo más importante. Esta bien que se pida una cuota, pero no hay que centrar la difusión de la película en la explotación comercial de la misma. Son otras las instancias a las que debe propender el Estado. Hay que tener una política pública clara para el desarrollo del audiovisual nacional.

-Pero además de la circulación de las películas, en tu sello se aprecia un enfoque más político…
-Cuando partí el 2007 como programador del FICValdivia, mi línea de programación era artística, estética, en la defensa de un cine ausente y llegó Sergio Gándaras (productor de El Reemplazante y de Los Archivos del Cardenal) y comenzó a meter el tema político y yo le dijo no: ¡este es un tema estético! y tuvimos una pelea, y luego entendí para dónde va. De hecho, la sección Disidencias (sección con cintas políticas, fuera de competencia), la instala él. Yo aprendí de Sergio algo que había aprendido cuando estudiaba en Arcis y que me lo explicó Patricio Rivas: que todo movimiento social tiene un movimiento artístico asociado y que son indisolubles.

Lo que nosotros queremos hacer, humildemente desde Valdivia, es un modelo de gestión cultural que nos parece plausible para el país, instalando problemáticas que nos gustaría que el país resolviese, el tema de la diversidad, el tema de la plurinacionalidad, el tema de ser buen vecino, y eso se traduce en las películas que se traen pero también en la convivencia interna con el público.

 

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