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Pau Hereveri: El tallador de Moai que preserva la cultura Rapa Nui Algunos de sus esculturas llegan a medir 3 metros y pesan 3 toneladas

Pau Hereveri: El tallador de Moai que preserva la cultura Rapa Nui

Cuarenta y siete de los 53 años que tiene lo ha dedicado a tallar una de las figuras más emblemáticas de Rapa Nui y no se cansa de ello. Ni de su isla. Rodeado de moai de su autoría, algunos de los cuales llegan a los 3 metros y pesan tres toneladas, este tallador ha dado la vuelta al mundo mostrando su arte y dejando algunas de sus obras en países como Francia o Estados Unidos. Reconocido en su tierra, por estos días participa como jurado de pruebas de tallado en la fiesta más importante de Isla de Pascua, la Tapati.


«Yo he estado en todo el mundo. Y ahora entiendo que la isla está sobre el mundo y no abajo”, asegura Pau Hereveri con orgullo mientras relata sus vivencias como tallador moderno de uno de los símbolos más característicos de Rapa Nui: los moai.

A sus 53 años, Pau ha vivido toda su vida en la isla, donde habita una casa que heredó de su familia junto a su esposa, Meke, y la menor de sus hijas, Eliana, y desde donde ve, incluso, la curvatura de la tierra. En el patio, lleno de árboles y flores, tiene su taller y varias de sus obras -algunas de las cuales llegan a medir 3 metros- hacen presente que allí vive un tallador, labor que él asegura “viene de la sangre, de la matriz”.

Foto: Claudia Urquieta

Foto: Claudia Urquieta

Con 6 años y medio, empezó a ayudar a su padre a tallar moai, que en rapa nui significa escultura. ”Mi padre siempre talló con personas mayores. Algunos lo hacían con madera pero él siempre lo hizo con piedra”, dice. Siguiendo sus pasos, Pau Hereveri aún prefiere la piedra. Y, a diferencia de otros talladores de la isla, su materia prima es la roca dura, especialmente el basalto.

“A esa edad empecé a sacar herramientas de los viejitos que no ocupaban. Tallé 4 pequeños moai de piedrita, que vendimos en el aeropuerto. Luego de eso mi papá me dijo que me sentara al lado de él, picaba piedras y me corregía. Ahí tallamos 20 años sin parar”, cuenta el artesano.

Dejó de tallar con su padre cuando se casó. Pero continuó solo. “No paraba de tallar”, asiente. En 1989 su vida dio un giro: por primera vez dejó la isla y se fue a Tahiti. “En ese tiempo tenía la mentalidad de que aquí estábamos en un hoyo y Tahití o Chile era el cielo”, idea que hoy le saca sonrisas.

“Un pariente que vivía allá me pidió que fuera a tallar con él”. Ahí vio que “los moai tahitianos son más fáciles que acá. Son otro tipo de figuras. Los moai de otros lados son más fáciles, son dibujando no más, no están muy perfilados. Para tallar un moai de la isla no puedes dibujar la cara, tienes que entrar en la piedra y sacar la nariz. En una piedra plana no puedes sacar una cara de moai de Rapa Nui, tene que tener ángulo. Por eso es difícil encontrar rocas que sirvan”.

Además, agrega, las rocas deben ser sin grietas, que tiene una veta muy fina. «Obviamente una roca blandita no es buena, porque es fácil de tallar pero se deteriora muy fácil también. En cambio los moai de basalto que ves en mi jardín tienen una garantía de duración que puede ser mil, 10 mi años. Van a estar ahí todavía”.

Foto: Claudia Urquieta

Foto: Claudia Urquieta

Pau asegura que si bien hay otros talladores en la isla “el único que talla piedras duras soy yo”. Esto porque dice que es mucho más trabajo y además necesita herramientas especiales. Una fundamental es el cincel punta de carbono, “que compré cuando fui a Francia porque en Chile no hay”.

Su tarea se ha vuelto muy difícil porque “la isla no te da piedras» y el Consejo de Monumentos Nacionales las declaró patrimonio. «Ya no hay piedras para tallar. La única manera es robando, como dicen, pero no es robar porque los rapa nui son los dueños de las piedras que sacan para su arte. En mi caso, mi parcela está llena de piedras todavía y con eso trabajo”.

El tallador relata que “los ancestros tallaron piedra toba, porque era más grande y más fácil de tallar, porque era blandita. Y han durado mucho, pero se están deteriorando. Ya terminó su época. Por eso lo que deberían hacer es enterrarlos para que se conserven. Porque en 20 años más van a ser pura roca, se van a perder”.

El arte de Pau es reconocido en la isla y también a nivel internacional. “Algunos dicen que soy capo. Yo digo que todavía no sé. Hacer un arte siempre es como volver a aprender, estás aprendiendo otra vez y otra vez”.

Varios de sus moai, están en distintas partes del mundo: Tahiti, Francia, Nueva York, son algunos de los lugares donde lo han invitado para que realice su trabajo y sus obras se quedan allá, en galerías o recintos públicos.

Y aunque quisiera traerlas de vuelta sería imposible: un moai de dos metros de los que construye pesa dos toneladas.

Sus viajes le han dado una mirada distinta del mundo. Y de su propia isla. “Afuera parecen hormigas. Está lleno y devorando el mundo, que es como un animal. Pero acá somo poquitos y no se nota. De acá me gusta todo”, asegura, y muestra con las manos la increíble vista su casa.

Mientras relata su historia, varias veces ahuyenta a unos gatos que dormitan junto a algunas de sus esculturas, que a él le desagradan. “Los pollos eran la vida de los rapa nui, hasta que llegaron los perros y los gatos, que se los comen. Los respeto, pero no me gustan…”, confiesa.

Para este pascuense “nuestra cultura es única. Somos polinésicos, somos hermanos de Hawai y Nueva Zelanda, pero solo nosotros tenemos tablillas”, declara con orgullo, refiriéndose a un sistema de escritura descubierto en Isla de Pascua materializado sobre tablillas de madera.

De Chile conoce poco. En 2006 viajó porque el empresario Carlos Cardoen le encargó un trabajo para una aldea Rapa Nui que estaba construyendo al interior de Santa Cruz, en la VI Región. “Ahí Cardoen tiene un museo y una aldea mapuche y otra Rapa Nui. Hice un moai de 2 metros, un Ahu -plataforma ceremonial- y una casa bote de 15 metros”.

Sus otros viajes a Chile han coincidido solo con las travesías que realiza a otros países y que lo obligan a quedarse en Santiago un día o dos esperando la conexión con un vuelo internacional. “¿Para qué voy a ir? Mejor voy donde están los elefantes. No soy de lugares de modernidad, con tanta gente. En Santiago ves un cardumen de gente para allá y otro para acá. Creo que no es una vida sana”.

Desde fines de los ’90 y hasta hoy es jurado en la Tapati, fiesta que se celebra por estos días y que gira en torno a la elección de una reina o un aito (deportista) que represente a Rapa Nui, distinción que se logra con la participación de gran parte de los isleños, que compiten a nombre de uno de los candidatos en diversas actividades que van desde cantos, bailes, encuentros deportivos ancestrales y tallados.

Desde 2009 Pau Hereveri también realiza arte moderno. De esta forma, explica, “la pieza de arte se involucra en la historia ancestral”. Estas esculturas están desperdigadas por su casa donde cada rincón guarda una de sus piezas. “Acá nadie quiere comprarlas…solo algunos gringos locos que quieren cosas raras. Yo las hago para mi”.

Hasta ahora ninguno de sus cuatro hijos se ha interesado en seguir sus pasos. Él guarda sus esperanzas en su hija menor, Eliana Hereveri Teiki, de cinco años. O en su nieto de seis meses. «A él voy a tener que torturarlo cuando crezca”, asegura riendo.

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