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Crítica de teatro: “Pájaro” de Trinidad González, el castigo de ser otro

Crítica de teatro: “Pájaro” de Trinidad González, el castigo de ser otro

La obra Pájaro es parte del ciclo Teatro Hoy, presentado y organizado por la Fundación Teatro a Mil, y cuenta con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Trinidad González, además de ser una de las actrices más destacadas a nivel nacional.


Cuando vi Pájaro pensé en más de alguien cercano. Esos amigos que se tienen que son tesoros pero nadie sabe que existen porque se esconden. Se revelan contra sí mismos, frente a todo desde el secreto, sin gritárselo a nadie o avisarlo con una selfie y un estado en Facebook escrito en inglés. Hablo de seres tan sencillos y humanos que parecen extintos. Aunque si los respetamos aparecen, y sí, podríamos volar con ellos.

La obra Pájaro es parte del ciclo Teatro Hoy, presentado y organizado por la Fundación Teatro a Mil, y cuenta con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Trinidad González, además de ser una de las actrices más destacadas a nivel nacional (inolvidable fue su interpretación en “Neva” interpretando a Olga Knipper), ya había trabajado como dramaturga y directora en otros montajes (“La Reunión” y “Elías”).

González escribe, actúa y dirige una obra triste, reflexiva, donde reírse provoca culpa. “¿Sabían que los condenados a muerte duermen profundamente la noche antes de morir?” dice el personaje maravillosamente interpretado por Nicolás Zárate apenas empezada la obra. De ahí en adelante lo que significa estar realmente vivo, si ser artista nos salva de algo, o si estar fuera del mundo es de verdad posible se convierten en los miedos más íntimos de estos personajes. Pareciera, eso si, que el miedo más grande ya no es a terminar con la vida, si no a quedarse aquí desde quienes somos.

El filósofo francés Marc Augé se preguntó si acaso el suicidio será la única manera de afirmar la propia individualidad. En “Pájaro” esa pregunta existe. La opción de dar un paso atrás, de decir a viva voz que “de los hombres me separan todos los hombres” o de reconocerse no como un hombre si no como un pájaro son algunas de las tantas marcas de brutal soledad que experimenta este personaje llamado así, Pájaro. Su interpretación, a cargo de Nicolás Pavez, convierten estas ideas en una persona real, porque este actor se ubica en el escenario con una postura clara y consiente, con opinión, algo tan urgente y necesario para nuestro teatro.

La dramaturga y directora decide contar esta historia en un solo espacio y a cuatro voces. En el living sencillo de una casa que delata la personalidad artística de su dueña, ella y sus dos amigos, también artistas (Nicolás Zárate y María Fernanda Olivares), reciben la visita de un hombre que se dice llamar Pájaro (Nicolás Pavez) a quien encuentran en la calle cuando la dueña de casa (Trinidad González) sale a botar la basura. Es de madrugada, y Pájaro les pide una copa de vino, que juntos se imaginen las plumas que cubren su cuerpo y que no le hagan tantas preguntas: tiene la cabeza golpeada, dice que una sombra de su tamaño lo atacó por que sí. La sangre todavía está fresca. Y convivir con él para los otros personajes durante este jolgorio se hace intolerable.

La construcción dramatúrgica de esta obra es excelente. Profunda en sus reflexiones, en los imaginarios que delatan intimidades heridas, y por lo mismo, demasiado protegidas. A su vez, la elaboración de la banda sonora a cargo de Tomás González, es sin duda, un acierto para la rotunda propuesta que Trinidad nos ofrece. Eso si, tal vez la peligrosidad y violencia con la que se comunican los personajes no alcanza a instalarse de manera absoluta y, a veces, el clima distendido de la “amistosa” reunión que se viven en la casa confunde. En este sentido la propuesta de dirección, quizás, nos muestra demasiado, y deja de confiar en un texto que –sobre todo– nos enrostra cómo escarbar en la herida y en el corazón de este Pájaro encontrado en mitad de la basura.

El castigo por vivir en “otro tiempo”, uno que bien podría ser interno, privado, uno distinto y fuera de las convenciones sociales cada vez más impuestas es ese golpe en la cabeza. ¿Será que muchos andan así, con la frente amoratada y llena de sangre y no nos dábamos cuenta? El miedo a diferir con alguien enraizado en sus convicciones levantan la duda y ante la duda mejor atacar, mejor ser violentos porque si. Así nos defendemos… no vayamos a contagiarnos nosotros de alguien distinto.

“Preferiría no hacerlo” dice Bartleby una y otra vez en la obra del norteamericano Herman Melville, quien lleno de convicción decide ubicar a su personaje en la constante de un “no hacerlo”. Pájaro también se construye en ese “no-ir”, defendiendo la sangre viva de su herida y las plumas solo visibles para él en su cuerpo. Edward Albee en la obra “Zoo” indagó también en la comunicación absurda entre un hombre civilizado y otro apartado pero deseoso por hablar.

Comunicarnos parece tardío, añejo, algo así como perder el tiempo. Más todavía si es con alguien diferente a nosotros mismos. Ese es el miedo al que Trinidad González nos lleva, al de estar con otro distinto sin querer tener la necesidad de huir o estrellarle a otro una piedra en la nuca. Así llega Pájaro a esta velada, con la cabeza rota pero vivo como nadie. Contento, lleno de alegría, acostumbrado al escrutinio feroz de los otros sobre él. Pero, también, punto de morir.

“Pájaro” de Trinidad González

Dramaturgia y dirección: Trinidad González

Elenco: Nicolás Pavez, Nicolás Zárate, María Fernanda Olivares y Trinidad González

Música original: Tomás González

Diseño de iluminación: Claudia Yolín

Teatro de la Palabra, Crucero Exeter 0250, Providencia.

Hasta el 14 de Junio. Jueves a Domingo 20:30 hrs.

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