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«La voz en off», el filme que revela cómo perderse en el laberinto de las relaciones familiares

«La voz en off», el filme que revela cómo perderse en el laberinto de las relaciones familiares

En el tercer largometraje de Cristián Jiménez, la opacidad de los misterios familiares forman parte esencial de la trama del filme, en que un par de hermanas (Sofía y Ana) van descubriendo secretos inconfesables. «No se trata solo del deseo de explorar un misterio. Se trata abrazarlo, rodearlo por último y no necesariamente de resolverlo del todo. Porque los misterios familiares son así, opacos, y a menudo no se resuelven nunca”, advierte el director.


Llega la segunda semana de noviembre y con ella una ola de estrenos nacionales. Con un toque de comedia La Voz en Off , de Cristián Jiménez, es una de las 8 producciones chilenas que estarán en cartelera de aquí a final de año. “En mi caso, mi estreno se corrió por razones que escapan a mi control. Creo que hay muchos meses bloqueados porque las pantallas están copadas con ciertas películas, como por ejemplo, ocurre en invierno con el cine infantil”, explica el director de este drama que se introduce en el complejo laberinto de las relaciones familiares.

El cineasta Cristián Jiménez (Bonsái, El Reemplazante) comenzó a pensar en este nuevo proyecto cuando estrenaba Ilusiones Ópticas (2009), y, en momento, llegó a sus manos un libro de poemas cuyo título le regaló el nombre del largometraje La voz en off.  “Siempre me han interesado muchos las historias familiares y entonces el paso siguiente fue buscar una historia en que el tema de los relatos, que siempre me ha apasionado, pudiese aterrizarse en una familia y con ese título. Fue un poco todo al revés todo», recuerda.

La voz en off  es el tercer largometraje que dirige el cineasta valdiviano. “Esta película en cierto modo ha sido mi película más caótica y por lo mismo más espontánea. Hubo un rodaje afiebrado, corto, en que desaparecieron escenas y aparecían otras, donde se abandonaron ideas y aparecieron ideas nuevas”.

“En el set había niños, un perro, muchos actores en escena, casi sólo luz natural y en ese sentido a ratos menos control. Entonces yo fui descubriendo la película también en la medida que la hacía”, detalla.

Las propuestas cinematográficas de Cristián Jiménez siempre han levantado momentos de humor con un toque de inteligencia pocas veces retratado por los directores chilenos , algo que está presente desde El Tesoro de los Caracoles. “Acá yo quería que los conflictos familiares, que filmados con otra mano quizá hubiesen sido naturalmente dramáticos, fuesen también ligeros, que nos podamos reír de esos problemas porque no nos hunden del todo, pero al mismo tiempo hubiese énfasis sobre lo misterioso”, explica.

La opacidad de los recuerdos familiares

En su proceso de creación, el director explica que va tomando de todo un poco, «seleccionando partes»: «Son pedazos de historia que luego veo cómo pueden unirse a otras partes o escenas o imágenes que han ido apareciendo”.

De alguna manera, la forma en que se desarrolla su proceso creativo fluye con la misma intensidad en que se generan las tramas familiares.

“Las familias son como una gran obra de teatro en la cual se interpretan roles. Y acá lo interesante era ver qué pasa cuando los que participan en esa ficción de algún modo se dan cuenta que hay una puesta en escena en lo que están viviendo. Qué pasa cuando la obra se desmonta y se delata como ficción. Y eso altera el orden en sus vidas, aunque sean personas adultas”, explica.

Para el guión Jiménez trabajó con Daniel Castro y Miguel Machalsk, con quien también colaboró en la escritura de Bonsái. “Hay de todo. Desde episodios de mi propia infancia, hasta cosas que están escritas en forma más o menos automática. Episodios que vienen de una serie de entrevistas que hicimos con ayuda de un antropólogo incluso”.

En La voz en off  es notoria la presencia de imágenes que evocan lo cotidiano, lo hogareño; con muchas escenas en la cocina y fotos familiares colgadas en los muros. En la película estas imágenes se mezclan con los diálogos mientras conducen al espectador a esos secretos inconfesables que suelen tener todas las familias…esos secretos incómodos en que se puede pasar la vida entera intentando explicarlos. “No se trata solo del deseo de explorar un misterio. Se trata abrazarlo, rodearlo por último y no necesariamente de resolverlo del todo. Porque los misterios familiares son así, opacos, y a menudo no se resuelven nunca”, advierte el director.

De esa cotidianeidad, Jiménez explica su vínculo emocional con su ciudad natal, Valdivia, la que formó parte de las locaciones.

“La Isla Teja es mi barrio, aunque son muchos años ya que no vivo ahí. El paisaje de la película es el paisaje en el cual crecí y hay mucho de esta familia que podría venir de mi familia o de otras familias que vivían en el mismo barrio en que  viví”, añade.

Oriundo de las lluviosas calles de Valdivia, para el director filmar en Valdivia no es casualidad ni tampoco un primer acercamiento. “Creo que es mi película más realista. Y eso necesariamente implica que Valdivia aparezca de otro modo que en lo que hice antes. Filmar Valdivia es siempre mirar lo familiar desde un ángulo nuevo. Es recordar. Y también es descubrir”, concluye.

 

 

 

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