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Hinterland: Donde la risa no existe Crítica de series de TV

Hinterland: Donde la risa no existe

Por donde se mire, Hinterland responde a la lógica de una televisión identitaria, que busca generar audiencias globales a partir de los rasgos locales. Y en esa línea el idioma es clave. Tanto es así, que todos los planos de esta coproducción entre Fiction Factory, S4C (Channel Four Wales), BBC Wales y BBC 4, se filman en galés e inglés. Una versión para el País de Gales, y otra, digamos más internacional, para el Reino Unido y el resto del mundo. A pesar de eso, siempre es posible escuchar a algún personaje local hablando en galés, lo que en Chile debe resultar toda una novedad.


Este drama no es apto para depresivos. Ni sarcasmo, ironía, carcajadas, mucho menos una simple sonrisa es posible observar en sus escenas. Todo es tan insoportablemente real, frío y húmedo, que conviene tener a mano una mantita para verla. Si es con alguien, mucho mejor.

Se trata de una serie noir de detectives, que muestra personajes determinados por el lugar que los vio nacer: en este caso, el Hinterland, es decir, el interior de una región cuya capital suele estar en la costa, donde abunda la gente ruda, poco entrañable, y de modales toscos. Ellos se encargan de mostrar cómo es posible convivir con los demonios internos sin morir en el intento. Todos unos supervivientes de pasados miserables. Con ese caldo de cultivo, no podemos esperar un cuento maravilloso, y por lo tanto, hay superávit de cuerpos con rigor mortis a la espera que el Detective Inspector Jefe Tom Mathias (Richard Harrington), otro atormentado por la vida, y su equipo, nos cuenten cómo fueron asesinados, y más importante aún, por quién.

Hinterland, Gwyll en galés (Thomas y Talfan, 2013), no es un juego de niños. Son 95 minutos de drama sofisticado. Vamos, todo un largometraje, que suman entre cuatro y cinco por temporada. El guión le otorga a los silencios tanta importancia como a los diálogos, hecho que puede jugarte en contra si la ves tumbado, pero que no es indicador de aburrimiento. Al contrario, todas las historias desarrolladas son igual de envolventes y abrumadoras, porque a los directores (Evans, Bryn, Powys, Thomas) no les da nervio ni culpa la responsabilidad de darnos información a ritmo de goteo. Su filosofía de narración es ‘paso a paso’, tanto para mostrar primeros planos de la escena del crimen, como para insertar planos generales de las zonas rurales de la ciudad de Aberystwyth, País de Gales. Porque en Hinterland, cada viaje en automóvil (y hay muchos) es un espectáculo de difusión turística en sí mismo. Los alrededores de Aberystwyth podrán ser desolados y ventosos, pero su belleza natural es indiscutible. Al final ese aire permite (nos permite) ciertos respiros en la agobiante tarea de identificar al asesino de turno.

Aquí abunda la lluvia (¡qué manera de llover!), el viento, las parcas de plumas, los gorros de lanas y el barro. Las persecuciones suelen hacerse corriendo por el monte respetando los ritmos del interior rural. Como todo drama de detectives del Reino Unido, se resalta un hecho; que su cuerpo de policía -en general- no porta armas, situación que da mucho juego de guión. Como sabemos, en la ficción estadounidense las cosas se resuelven de otra forma.

Por donde se mire, Hinterland responde a la lógica de una televisión identitaria, que busca generar audiencias globales a partir de los rasgos locales. Y en esa línea el idioma es clave. Tanto es así, que todos los planos de esta coproducción entre Fiction Factory, S4C (Channel Four Wales), BBC Wales y BBC 4, se filman en galés e inglés. Una versión para el País de Gales, y otra, digamos más internacional, para el Reino Unido y el resto del mundo. A pesar de eso, siempre es posible escuchar a algún personaje local hablando en galés, lo que en Chile debe resultar toda una novedad.

Hinterland parece ser otra serie más de detectives de homicidio, pero se gana un espacio por calidad y finas terminaciones. El protagonista, Tom Mathias, vive al día como una especie de outsider. Viene huyendo de Londres donde se encuentran sus demonios (su ex mujer y una fatalidad), para instalarse en una vivienda precaria ubicada en un páramo tan frío como desabrigado en las afueras de Aberystwythuna ciudad costera de tamaño medio, y a la vez balneario con sequía de sol, que es frecuentemente azotada por las olas. La Inspectora Detective Mared Rhys (Mali Harries), es la segunda de abordo, y como buena lugareña, poco dada a las buenas maneras. Los más centrados parecen ser los jóvenes: la Sargento Detective Sian Owens (Hannah Daniel) y el Detective Lloyd Elis (Alex Harries), que se ubican en lo más bajo de la cadena de mando, pero cuyas capacidades y adicción al trabajo, los convierten en piezas claves del equipo de investigación.

Como buenos seres humanos, bien lo sabe Andrónico, todos los personajes cargan con una o dos culpas. Mathias el primero. Su problema es que al intentar huir buscó refugio en la cueva del diablo.

Siempre será mejor el drama ajeno que el propio, así como también, siempre será mejor ver drama que vivirlo. Y como el horno donde se cuecen las historias en Hinterland, no está para galletitas con bolitas de colores, sino que para mate amargo, tenemos la garantía que aquí hay drama para quedar con la boca abierta varias veces por episodio.

Las temporadas 1 y 2 están disponibles en Netflix. En enero de 2016 se grabó la tercera entrega que aún no tiene fecha de estreno. No recomiendo Hinterland para una maratón. Es mejor capítulo a capítulo, porque es de masticación lenta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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