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El chileno navegará 18.000 kms en balsa fabricada en Bolivia de Arica a Sidney Leonardo Robles es escritor y periodista

El chileno navegará 18.000 kms en balsa fabricada en Bolivia de Arica a Sidney

Una balsa de juncos que se construye en Bolivia surcará en el primer semestre del 2017 el océano Pacífico con el objetivo de recorrer en la expedición Viracocha III las casi diez mil millas náuticas que separan a Chile de Australia.


El escritor y periodista Leonardo Robles (Penco, 1978) será parte de una expedición internacional en balsa que pretende zarpar en febrero desde Arica con rumbo a Sidney, en un recorrido de casi 18.000 kilómetros.

Robles es parte de un grupo de 10 personas encabezado por el aventurero estadounidense Phil Buck, que con la travesía quiere demostrar que es posible viajar esa distancia con la balsa que construyen indígenas aimaras en La Paz, usando la planta denominada «totora» que nace en el lago Titicaca.

«Nunca se hizo una travesía con una balsa de totora de tan grandes distancias», apunta Buck.  El casco de la balsa está siendo construido por diez hombres y el resto será completado por Buck y su equipo de ayudantes en Arica, donde se emplearán únicamente materiales naturales.

«Muchos peligros»

Buck reconoció que la travesía presenta «muchos peligros», aunque el mayor riesgo está en colisionar durante la noche con barcos.

El costo de la expedición ronda los 250 mil dólares y cuenta con el apoyo financiero de entidades de Estados Unidos, Europa y el canal estatal de Bolivia -Bolivia TV-, que realizará un documental con las tres expediciones dirigidas por Buck.

Buck organizó la primera expedición en el año 2000 entre Arica y la Isla de Pascua y la segunda en 2003 con el objetivo de unir Viña del Mar con Australia, pero la nave también se quedó en la Isla de Pascua, sin poder continuar la aventura. Esta vez el viaje contempla paradas en Mangareva (Polinesia Francesa), Tahiti, Fiji y Nueva Caledonia.

La expedición de Buck tiene el mismo sentido que las travesías del noruego Thor Heyerdahl y el español Kitín Muñoz, que intentaron probar que hubo contacto entre los pueblos antiguos de América y Asia, a través del Pacífico, usando los mismos barcos de totora.

Esas embarcaciones son construidas por los aimaras del lago Titicaca, compartido por Bolivia y Perú. Dos familias, los Limachi y los Catari, son las encargadas del barco actual, el Viracocha III, con una técnica que se vienen trasmitiendo de generación en generación desde hace siglo. El casco del barco está siendo construido en la capital boliviana. Luego será trasladado por tierra hasta Arica para el zarpe.

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Leonardo Robles (de barba), entre el presidente Evo Morales y Buck, junto a miembros de la tripulación y el equipo de constructores.

Un chileno con ganas de aventura

Robles llegó a Bolivia en 2014. Un viaje de vacaciones por dos semanas se alargó cuando le ofrecieron trabajo. En Chile había ejercido de crítico de libros, cine y teatro para distintos medios, atendió una librería, ha sido editor del periódico El Ciudadano y ganó un Fondart para escribir una novela («Desarmaduría»), que permanece inédita.

«No sabía nada de Bolivia cuando llegué hace solo dos años atrás, pero al poco tiempo encontré una especie de vida paralela trabajando en asesorías y en publicidad», cuenta. Hoy vive tres meses en Santiago y tres meses en La Paz. Allí, una noche, en un bar, conoció primero a la novia de Buck, y luego al propio Buck. Le contaron la idea del viaje y él se entusiasmó.

Como a todos, lo motivó la historia de Thor Heyerdahl, «la que leí cuando muy niño en la biblioteca de mi padre, la poesía que había en ese libro de viajes llamado Kon Tiki».

También lo impulsaron «las ganas de aventura que siempre debería tener un ser humano, y la construcción de imaginarios colectivos comunes entre bolivianos y chilenos en medio de tanta disputa. Me explico: una balsa de totora gigante fabricada en Bolivia y Chile con una misión épica. Además quería hacer algo diferente sin saber muy bien qué, hasta que me topé con esta expedición que muchos han llamado como ‘la aventura más grande de los tiempos modernos'».

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Leonardo Robles.

Robles y el mar

¿Cuál ha sido la relación de Robles y el mar? Confiesa que «mi papá entre tantas cosas durante la dictadura fue pescador y buzo, la ventana de mi habitación daba al mar, pero nunca fui un hombre o niño de mar. Siempre estaba detrás de los libros».

«Claro, he andado en bote, lancha, yate, transbordador, barco, hasta me he subido a un submarino una vez en Talcahuano, pero no soy bueno para nadar. Prácticamente me ahogaría en el mar abierto en cuestión de segundos», afirma, sin dejar de mencionar que el propio Heyerdahl tampoco sabía nadar.

En el Viracocha III, Robles no tendrá ninguna función específica. «Habrá funciones individuales, pero la mayoría serán colectivas. Por ejemplo, si somos diez personas, cada diez días te tocará cocinar a ti, independiente si uno cocina mejor que otro. La idea es aprender de los demás».

Agrega que otras tareas colectivas por ejemplo serán estar de guardia por turnos de dos o tres horas diarias, y maniobrar el timón.

Objetivo del viaje

El objetivo es demostrar, más que las teorías de poblamiento humano entre Polinesia y América del Sur, la distancia que eran capaces de alcanzar esta clase de embarcaciones, según Robles.

«Además este viaje, que a la vez es un Récord Guinnes, también es una expedición de paz, un símbolo en este mundo convulsionado de que personas de distintas nacionalidades pueden convivir juntas aunando fuerzas por un sueño en común», comenta. «Arriba de la balsa en alta mar todos somos iguales, independiente del color o la cultura».

¿Qué espera Robles, personalmente, de este viaje?

«Arriesgarlo todo. Vivir una gran aventura y conocerme a mí mismo. Espero poder llegar a Australia en una pieza y por cierto demostrar lo equivocado que estaba: las grandes hazañas humanas (aparte de las espaciales) no fueron solo privilegio del siglo XIX y comienzos del XX».

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