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Martin Scorsese vuelve a cuestionar la naturaleza de la fe en «Silence»

«Silence», cuenta la historia del jesuita portugués Sebastian Rodrigues (Andrew Garfield), enviado al Japón del siglo XVII para averiguar qué ocurrió con su mentor, el padre Ferreira (Liam Neeson), un cura que renunció a su fe por las torturas recibidas por los japoneses, cuyo objetivo era neutralizar a toda costa la expansión del cristianismo en su territorio.


Martin Scorsese, al igual que hiciera en obras como «The Last Temptation of Christ» y «Kundun», vuelve a cuestionar la naturaleza y la importancia de la fe en «Silence», con la que ha tratado de componer una película «con significado».

«En el mundo actual nada tiene relevancia o sentido alguno. No veo mucho cine moderno desde hace unos años. Paré porque no significa nada. Nos inundan con imágenes y palabras que no significan nada», valoró hoy el cineasta durante la presentación del filme en Nueva York.

«¿Dónde está la verdad hoy día? Hay que desnudar todo para encontrarla. Hay que llegar hasta el fondo y olvidarse de las capas. ¿Cómo llevar una buena vida, con compasión hacia los demás, en el mundo actual?», continuó el célebre realizador neoyorquino.

Esas dudas ya asolaban a Scorsese en «Mean Streets» (1974), donde el personaje central, interpretado por Harvey Keitel, vivía una realidad dentro de su Iglesia y otra muy distinta en las calles.

«La realidad es que hacer el bien empieza por ti. Esa es la única respuesta. Tus acciones dan sentido a todo», manifestó el ganador del Óscar al mejor director por «The Departed» (2006).

«Silence», de estreno el día 23 en EEUU, cuenta la historia del jesuita portugués Sebastian Rodrigues (Andrew Garfield), enviado al Japón del siglo XVII para averiguar qué ocurrió con su mentor, el padre Ferreira (Liam Neeson), un cura que renunció a su fe por las torturas recibidas por los japoneses, cuyo objetivo era neutralizar a toda costa la expansión del cristianismo en su territorio.

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«En el cine y en la vida, siempre busco el camino hacia la fe verdadera, hacia el cristianismo real. Y creo que el mensaje de esta película es que, para alcanzarla, hay que olvidarse de uno mismo, hay que vaciarse por completo, y entregarse a los demás. La fe se lleva dentro de uno mismo. Puede ser solo para nosotros», declaró.

La cinta es el resultado de una lucha de casi 30 años de Scorsese por llevar a la gran pantalla la novela homónima de Shusaku Endo (1966).

«Desde el momento en que la leí supe que quería hacer una película con ella», confesó el cineasta, quien supo del libro a través de Paul Moore, arzobispo de la Iglesia Episcopal de Nueva York.

 

«Pero no sabía cómo hacerla. Me ha tomado 20 años llegar a este punto. No entendía cómo traducir la obra en imágenes y, sobre todo, cómo estructurarla. Me llevó muchos años de releer la novela, tomar notas, hacer varias películas más entre medias… y así el proyecto se fue refinando solo», explicó el autor, que terminó el guión junto a su socio Jay Cocks en 2006.

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La obra, según los expertos, podría alzarse con varias nominaciones a los Óscar en categorías como mejor película, mejor director, mejor actor (Garfield, que también está en los pronósticos por «Hacksaw Ridge»), mejor actor de reparto (Issey Ogata), mejor guión adaptado y mejor fotografía (el mexicano Rodrigo Prieto), entre otras.

Junto a Scorsese comparecieron en conferencia de prensa Liam Neeson, Adam Driver y el propio Ogata.

«Lo que me quedó claro tras el rodaje de esta película es que no puedes tener una fe profunda sin tener dudas profundas», indicó Neeson.

«Hoy día, incluso la ciencia puede explicar por qué las personas tienen fe y creen en la religión. Es algo que me parece interesante. Aún así, yo sigo creyendo en un Dios», agregó.

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Preguntado por la apostasía en la que incurre su personaje, el irlandés señaló que su personaje existió realmente y que fue «un enorme bochorno» para la Iglesia católica, hasta el punto de que fue desterrado.

«Cuando me crucificaron para una escena, aquello me hizo plantearme cosas. Mi personaje, en la realidad, aguantó las torturas cinco horas. No pudo más. Quiso parar aquel horror. Otros fieles japoneses que le acompañaron aguantaron hasta 30 días antes de fallecer. Ese es el poder de la fe», concluyó

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