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Festival Richard Wagner de Bayreuth: del nazismo a su refundación, bajo el lema «nada es eterno» El evento comenzó el 25 de julio

Festival Richard Wagner de Bayreuth: del nazismo a su refundación, bajo el lema «nada es eterno»

Wagner llevaba medio siglo muerto cuando Hitler llegó al poder, pero sus descendientes pusieron al servicio del aparato nazi el festival que el genial músico inauguró en 1876 en esa ciudad de provincias bávara, Bayreuth, como escenario idóneo para su música.


El Festival Richard Wagner de Bayreuth (Alemania) repasa su transición desde la etapa de sumisión del nazismo a través de la muestra «Nada es eterno», centrada en Wieland Wagner, quien de joven devoto de Adolf Hitler pasó a renovar una institución que quedó bajo tutela aliada.

Todo tiene su fin, también el Tercer Reich (1933-1945), la dictadura que en doce años sembró una destrucción sin precedentes, liderada por un «führer» que convirtió la música del compositor, declarado antisemita, en una especie de dogma operístico.

Wagner llevaba medio siglo muerto cuando Hitler llegó al poder, pero sus descendientes pusieron al servicio del aparato nazi el festival que el genial músico inauguró en 1876 en esa ciudad de provincias bávara, Bayreuth, como escenario idóneo para su música.

Wieland Wagner, nieto del compositor, paseó por los jardines del teatro con Hitler, desfiló en uniforme nazi y fue una especie de «sobrino» adoptivo y solícito del dictador, según se recuerda en la exposición inaugurada en el Museo Richard Wagner de la ciudad.

Era el primogénito de Siegfrid y Winifred Wagner, una británica adoradora de Hitler, que se convirtió en la segunda mujer al frente del festival tras Cosima Wagner, viuda del compositor.

A Wieland le dedica el museo de Bayreuth su exposición temporal de esta temporada, coincidiendo con el centenario de su nacimiento y para recuperar una figura que quedó eclipsada por la de su hermano menor, Wolfgang.

Ambos compartieron la tarea de refundar el festival, que tras la capitulación del Tercer Reich quedó bajo tutela de los aliados vencedores.

Wieland estaba más manchado que Wolfgang, que tuvo una relación más neutral con Hitler, pero se le considera el auténtico cerebro de esa fase de la postguerra.

Olvidando a Hitler

Con 30 años reabrió, en 1951, un festival desacreditado, se desmarcó de su devoción hitleriana e hizo construir un muro entre su casa y la de su madre, en la Wahnfried Haus, la casa donde vivió Richard Wagner y donde se alojó Hitler en sus visitas a Bayreuth.

Winifred veneró al «führer» hasta su muerte, en 1980. Wieland falleció en 1966 dejando el festival rehabilitado y en manos de su hermano Wolfgang, su director durante medio siglo hasta que en 2008 lo traspasó a sus hijas Katharina y Eva Pasquier-Wagner.

El museo, presidido por la tumba de Richard, reabrió en 2015 tras una profunda remodelación y ocupa tres espacios -la casa Wahnfried, la de Siegfried y una nueva sala de exposiciones-, donde se aborda la sumisión al nazismo como una fase en una familia identificada con lo más grandioso y monstruoso de Alemania.

Michael Volle interpretando a Hans Sachs, durante el ensayo de la obra ‘Maestros cantores de Nuremberg’

Ahí se abordan asuntos como las escapadas del mujeriego Richard o la homosexualidad de Siegfried, quien se vio forzado a casarse con Winifred, la británica que trajo al mundo a los salvadores de la saga.

«Esconder los malos pasos es tarea difícil y menos rentable que exhibirlos», comentó a Efe, en alemán casi perfecto, Richard Coldman, británico germanófilo de visita para asistir al «Parsifal», tras una sesión explicativa previa a cargo del experto Jürgen Ern.

Los líos de Richard, las rencillas familiares o, incluso, el pasado nazi forman parte, añade, del «magnetismo» de Bayreuth, un lugar donde se juega a la complicidad del espectador.

La aparición en escena de dos grandes perros negros en «Los maestros cantores de Núremberg», estrenada el martes, era recibida con sonrisas de iniciado, ya que todo wagneriano que se precie debe reconocerlos como los que acompañaban al compositor en sus cuadros.

Lo mismo ocurre con la reproducción de la Wahnfried Haus donde arranca la ópera, dirigida por el australiano de origen judío Barrie Kosky, aclamada como un alegado contra el antisemitismo de Wagner.

Que la saga de los Wagner tiene formato de fotonovela es «conocido», apuntaba el experto Ern, pero son muchos quienes precisan explicaciones previas para comprender dramas como el «Parsifal», última ópera del genio, estrenada en 1882.

Ern ofrece antes de cada gala una sesión explicativa, de hora y media de duración, al precio de quince euros -diez, para los socios de la Asociación Richard Wagner de Bayreuth-.

La suya es una entre las muchas ayudas que se ofrecen en Bayreuth para «vivir» a Wagner, entre ellos los múltiples conciertos alternativos para quienes no consiguieron las codiciadas entradas -por supuesto, agotadas- del festival wagneriano, que se prolonga hasta el 28 de agosto.

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