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Maliki, desfachatada e impúdica, vuelve con «Ídolo» a burlarse del género romántico

En el libro, Marcela Trujillo, Maliki, cuenta la historia de una dibujante que viaja a una feria de cómics en Lima y conoce a un ilustrador noruego con el cual vive un «romance de verano». Una historia «basada en hechos reales», aunque haya sido cambiado el escenario y el nombre del protagonista estelar.


La dibujante Marcela Trujillo, «Maliki» (Santiago,  1969) ha vuelto en gloria y majestad. La destacada ilustradora nacional, que se hizo famosa con sus historias sobre sexo explícito a principio de la década de 2000 en el semanario The Clinic, acaba de publicar su primera novela gráfica, «Ídolo» (Random House).

En el libro, Trujillo cuenta la historia de una dibujante que viaja a una feria de cómics en Lima y conoce a un ilustrador noruego con el cual vive un «romance de verano». Una historia «basada en hechos reales», aunque haya sido cambiado el escenario y el nombre del protagonista estelar.

De paso, «Maliki» cuenta los entretelones de este tipo de encuentros, hace un colorido retrato de la capital peruana y vuelve a una situación de abuso que vivió a manos de su primer editor. Todo en momentos en que el tema tiene copados los titulares mundiales por el caso del productor cinematográfico Harvey Weinstein, caído en desgracia tras ser acusado de ser un «depredador sexual» por varias mujeres.

«Ídolo», que es el resultado de tres años de trabajo, acaba de ser presentado en la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) y previamente recibió grandes elogios de artistas como la escritora Lina Meruane.

«En la despoblada cartografía del cómic latinoamericano, Marcela Trujillo se impone como la gran maestra. Desfachatada e impúdica, supera, en Ídolo, toda su fascinante obra anterior. Pero cuidado: no todo es realidad aquí. Si el origen del relato es un episodio romántico, su resultado gráfico es otro. Trujillo usa tácticamente las imágenes de la memoria y del cuerpo y de los afectos, multiplicando los referentes para llevar al paroxismo el tic confesional de estos tiempos y burlarse, con originalidad, de las tristes convenciones del género», señaló Meruane.

Una buena historia de amor

Trujillo tiene una larga trayectoria en el mundo de la ilustración. Estudió Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad de Chile, que posteriormente complementaría en el Art Students League de Nueva York y el School of Visual Arts de la misma ciudad. Ha vivido en Estados Unidos y Alemania, y ha reflejado sus vivencias en los libros que publicó hasta ahora.

«Parecía ser una buena historia», cuenta Trujillo al ser consultada sobre la génesis del libro. «Cada vez que se la contaba a mis amigas me escuchaban con mucho interés, se reían y me preguntaban detalles. Querían saber qué pasaba, generaba suspenso y expectativas que no se cumplían, pero sobre todo, me exponía emocionalmente. Yo misma me asombraba de cómo había actuado y me daba razones para ello, me justificaba».

La escritora Lola Larra le dijo hace poco a Trujillo que las historias que ocurrían en un evento internacional de cinco días eran perfectas para novelar, porque todo podía pasar en un rango muy corto de tiempo y con personas que probablemente nunca más se volverían a ver. «Sobre todo si hay alcohol entre medio. Y un hotel. Un poco como ‘lo que ocurre en Vegas, se queda en Vegas’. Es una situación perfecta con un principio y un fin predeterminado».

Trujillo no sabía eso cuando escribió la historia. Simplemente la escribió inmediatamente después de subirse al avión porque no podía creer que hubiese tenido un romance con su ídolo. Sentía que era «un premio del universo, uno intenso aunque pasajero».

«Entonces quise perpetuarlo, congelarlo para siempre como un trofeo. El solo hecho de contar la historia me hacía feliz. Empecé a alargar las versiones en las partes que sabía eran sabrosas y a eliminar las que sobraban. Uno hace eso todo el tiempo, editar. Todos somos excelentes editores, creo yo. Necesitamos hacerlo porque somos seres relacionales, necesitamos comunicarnos para saber quiénes somos realmente y es instintivo, por eso quizás buscamos involucrarnos, nos protegemos para que no nos hieran, somos vulnerables cuando confiamos y nos entregamos y nos exponemos desnudos frente a otro», comenta.

Autoexposición

Toda esa autoexposición no es nueva, sino una característica que sobrevuela toda su obra.

«Me expongo cada vez que dibujo un cómic autobiográfico hace más de 15 años», dice. «Antes de dibujar cómics de mi vida pintaba y exponía mis pinturas en galerías y museos y es el mismo verbo. Me gusta esa palabra. Exponer-se. Presupone una acción valiente, es un acto de voluntad, es determinación y decisión propia para generar comunicación con otras personas, diálogo y hasta catarsis. Amo generar comunicación con mi obra y el cómic me permite una dinámica muy fluída y orgánica que con la pintura me cuesta crear. Pero con ambas me expongo».

Ella dice que con el cómic se expone en cuerpo y alma y con las pinturas expone símbolos que la identifican, como un mapa.

«Los cómics que más disfruto son en los que puedo ver al autor expuesto, ver su humanidad, sus miedos y ver cómo hace para enfrentarlos», remata.

Los personajes de «Toy Story»

«Ídolo», por cierto, está repletos de personajes que existen en la vida real, como la propia Maliki. El protagonista masculino del romance, Rolf Runde, es real, al igual que otros miembros de la tropa de ilustradores, como la colombiana Power Paola. Trujillo dibujó a muchos dibujantes de cómic latinoamericanos y todos aparecen con sus nombres reales, excepto dos: el ídolo y un personaje que es el editor del primer libro de Marcela, actor de un siniestro acto que se revela casi al final del libro.

Por otro lado, Trujillo también da vida a personajes de fantasía como su alter ego Maliki 4 ojos y el chancho Kokoro, Santa Rosa de Lima, Sarita Colonia, la Volva y el dragón y el Troll. La dibujantes les inventa un lugar donde interactuar, los hace hacerse amigos, y les da «un propósito, una tarea que cumplir».

«Quise mostrar distintos niveles de realidad porque sentí que la historia sin ellos, sin esas realidades paralelas, era muy predecible. Estos personajes me ayudaron a darle profundidad a las emociones de los personajes humanos y a quitarle gravedad a todo», señala.

Su referente más directo fue Toy Story, los juguetes de un niño (Andy) que cobran vida cuando él se va de la pieza y se vuelven juguetes cuando llega.

«También me gusta mucho ‘Adventure Time’ y el concepto de los portales a otra dimensión y la libertad que esos personajes tienen al cambiar de forma y de lugar de manera cuántica. Me inspiran mucho las películas animadas de niños, sobre todo las de (el japonés Hayao) Miyazaki, quien utiliza un lenguaje de diseño infantil y transmite mensajes tanto para niños como para adultos por igual. Son universales y transversales».

Fantasía y realidad

‘Ídolo’ tiene diferentes capas de temas. En la superficie está el romance entre los dos protagonistas y detrás de ellos inmediatamente están los roles femeninos y masculinos según sus culturas latina y anglosajona y las expectativas de ambos, explica Trujillo.

«También es un tema la profesión de dibujante de cómics como tal, y la diferencia entre el cómic hecho por mujeres y los cómics hechos por hombres, del estereotipo femenino del cómic de superhéroes, del machismo y el abuso de poder de algunos editores chilenos. También es un tema la mujer y su relación con el autocontrol frente a sí misma y frente a un hombre».

Este libro además habla de hombres que pierden el control frente a una mujer, hombres que el alcohol los vuelve vulnerables, sensibles y lloran, habla de espíritus femeninos que se complementan entre sí como un gran grupo, agrega.

«Es ‘casi’ real porque la historia original está completamente ficcionada. No podría decir cuál parte ocurrió exactamente y cuál la cambié. Lo primero que cambié fue el nombre del ídolo, su cara, su nacionalidad, el nombre del festival y el país del festival. Y lo hice por petición directa de él. Tenía esposa y no quería que ella se enterara. Luego seguí cambiando pequeñas cosas, como correlaciones de escenas, diálogos, personajes, saqué algunos que no me aportaban, invité a otros que me caen bien, mezclé anécdotas que me pasaron en otros festivales».

«Me imagino que los escritores de ficción siempre hacen eso, mezclar recuerdos con imaginación. Pero yo nunca lo había hecho. Nunca había mezclado las dos cosas. Pensaba que la autobiografía venía de la honestidad y de no cambiar lo que pasó, de replicarlo tal cual ocurrió, como una suerte de ‘acción de verdad’. La ficción era una mentira, una construcción antojadiza construida con un objetivo. Pero como entré a la ficción por la puerta de atrás, porque mi ídolo me lo pidió -para proteger su matrimonio- hice mi mayor esfuerzo por contar la historia real pero tejiiendo imaginación con fantasías, con metáforas de las emociones que brotaban de sus actos».

Un retrato de hombres y mujeres

Una de las cosas que llaman la atención de este cómic es el retrato que hace de los hombres y las mujeres, que se sale del marco tradicional. Aquí no hay supermachos ni princesitas.

A las mujeres, Trujillo las muestra como protagonistas, libres de las relaciones románticas como sus ejes de vida. Porque, según dice, aunque el eje de la historia sea un romance de festival (pasajero y secreto), para la protagonista no es un tema el tener una relación romántica con su ídolo. El tema es cómo ella misma se enfrenta a él íntimamente sin la ayuda deshinibidora y descontrolada del alcohol, y para sus amigas dibujantes el tema es hablar de las relaciones pasadas con humor y creatividad, siempre teniendo la certeza de que las malas relaciones son potenciales cómics que ayudarán a exorcizarlas.

«Las mujeres crean, pintan, esculpen, analizan el mundo a través de sus obras, no son objeto del deseo, no son la fantasía sexual de nadie. Son seres humanos que se ríen piensan, se enojan, vomitan, comen, disfrutan y gozan», explica.

Los hombres, en cambio, son retratados como seres depresivos, confundidos, erráticos, emocionales, sensibles y temerosos que están entre el polo vulnerable de su ser y a los hombres que habitan el polo contrario, el abusivo, el detestable que humilla a la mujer y la denosta.

«Ambos tipos de hombre representan las dos emociones que más temo de mi misma: la pena y la rabia y quizás las busco en ellos para aprender a enfrentarlas. Como una especie de práctica. Es un asunto personal, no es un statement feminista. No creo que los hombres son todos depresivos o abusadores, es solo que en mi vida he conocido muchos de esos tipos. De los depresivos me enamoro y de los abusadores salgo arrancando llena de rabia y rencor», dice.

Un caso de acoso

El episodio del acoso también es un elemento clave del libro, aunque ocurra casi al final. Y tristemente está inspirado en algo que ocurrió.

«La viví en 2012 con los editores de mi primer libro. Fue una experiencia muy humillante que me llevó muchos años digerir y que con este libro logro transformar en una energía creativa en vez de destructiva», dice.

Ese lamentable episodio lo había dibujado en dos ocasiones, aparece en su libro “Maliki en tinta china” y en “El Diario Iluminado de Maliki” (ambos del 2013 publicados por Ocho libros). En ellos dibujó con detalle cada parte de la historia.

«Creo que los abusos de poder y las humillaciones que los hombres hacen a las mujeres deben siempre ser evidenciados y denunciados, los acosadores deben sentirse identificados y hay que dejarlos en evidencia», reflexiona. «No hay otra manera de enfrentarlos si es que uno tiene la mala suerte de toparse con este tipo de personas».

«Por mucho tiempo pensaba y me hacía caldo de cabeza tratando de entender porqué lo habían hecho, repitiendo en mi mente la escena, sintiéndome humillada y basureada. Y sufría y lo pasaba mal. Sobre todo porque no podía responderme esa duda: ¿porqué lo hicieron? En una terapia aprendí que el porqué no sirve tanto como el ‘¿para qué?’. Y eso es más fácil de imaginar».

«Quizás lo hicieron para demostrar su poder, para sentirse mejores, para ganar, para eliminar a su contrincante. Están compitiendo, sucio, pero eso hacen, como los matones, los mafiosos. Y eso me da mucha rabia y me enferma, me enferma haberme involucrado con ellos y no haberme dado cuenta a tiempo. Por eso en el libro Marcela vomita cuando ve a su primer editor, su sola imagen la hace enfermar y sus tripas colapsan».

En el caso de Weinstein, la artista piensa que el hecho de que las denuncias hayan aparecido tan tarde y de que tantas mujeres hayan callado los abusos sexuales de «este mogul de la producción en Hollywood, un monstruo de hacer dinero», es precisamente por lo intocables que el dinero los convierte.

«Las mujeres sentimos miedo frente a estos monstruos millonarios y horrendos porque tienen mucho poder y nos pueden hacer aún más daño. Preferimos salir arrancando y cambiar de vida a enfrentarlos y convertirnos en una eterna víctima. Y esos hombres lo saben. Saben que se pueden salir con la suya. Y por eso siguen abusando por años. Hasta que una mujer valiente se atreve y lo denuncia y luego muchas mujeres imitan esa valentía y la denuncia se hace más grande que sus millones. Y las redes desmantelan su círculo abusivo y el tipo queda en evidencia y puede incluso caer en desgracia, lo que vendría a ser su merecido».

En su caso, cuando le pasó ese evento un amigo le ofreció demandar al responsable, pero ella no se atrevió.

«No quise exponerme a más humillaciones. Salí arrancando y luego decidí, denunciar con mis cómics. Pero de alguna manera no ha salido de mi sistema y sentí la necesidad de revivirlo y usarlo como motor de la rabia en el personaje. Porque eso es la humillación, una energía destructiva».

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