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Jesús Silva-Herzog Márquez: «La democracia representativa encara amenazas nuevas y poderosas» El politólogo es uno de los invitados al Festival Puerto de Ideas de Valparaíso

Jesús Silva-Herzog Márquez: «La democracia representativa encara amenazas nuevas y poderosas»

Para el académico mexicano, la crisis de la política se debe a muchos factores: La incapacidad para promover la inclusión («política para unos, no para todos»); el debilitamiento del espacio común («política sin república»); el aislamiento tecnológico que polariza («política encapsulada»); la torpeza de los partidos políticos para adaptarse a las nuevas circunstancias («política arcaica») y el debilitamiento de las alternativas ideológicas («política que alterna lo idéntico»).


El académico mexicano Jesús Silva-Herzog Márquez  (Ciudad de México, 1965) es uno de los politólogos más destacados de su país y será uno de los invitados estelares del festival Puerto de Ideas, que se celebra esta semana en Valparaíso los días 10, 11 y 12 de noviembre.

El especialista estará el sábado en dos charlas. Primero, a las 10:30, en la mesa «El fascismo latente», en el Teatro Condell. A las 12:30, en el mismo lugar, conversará sobre «Democracia en la era digital, la política en crisis».

Silva Herzog es licenciado en Derecho por la U. Nacional Autónoma de México y cientista político de la U. de Columbia, en Nueva York. Actualmente es profesor en la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.

Ha publicado varios libros, entre los que destacan El antiguo régimen y la transición en México (Ed. Planeta, 1999); y La idiotez de lo perfecto (FCE, 2006), traducido recientemente al inglés. Participa regularmente en el debate público mexicano a través de sus colaboraciones en el diario Reforma, y en las revistas Nexos, y Letras Libres.

En Puerto de Ideas, Silva-Herzog hablará sobre «el resurgimiento del fascismo en el mundo».

«Hace un poco más de veinte años, Umberto Eco hablo del fascismo eterno. La presencia de una política que traspasa los regímenes, un impulso nostálgico e intolerante que enfatiza la identidad y desprecia los cálculos de la razón. El ascenso de Trump y de las ultraderechas en Europa, el desprecio de la ciencia y de toda aproximación a la verdad, los nuevos antagonismos identitarios llamarían a retomar la advertencia de Eco», adelanta.

La crisis, una normalidad

Uno de los temas predilectos del académico es la crisis de la democracia, que para él es una normalidad. Según una encuesta publicada a fines de octubre, el apoyo a la democracia en América Latina cayó por quinto año consecutivo.

«La democracia representativa ha vivido siempre en crisis», asegura.

«La crisis es, tal vez, su normalidad. (Pero) es justamente ese hábito de considerarla en crisis lo que puede obstruir nuestra capacidad para apreciar la gravedad de esta crisis. Se ha detenido el ascenso democrático y vemos un progresivo aumento del autoritarismo. Las democracias más estables encaran desafíos históricos», advierte.

Para él, la esta crisis se debe a muchos factores. Entre otros, menciona la incapacidad para promover la inclusión («política para unos, no para todos»); así como el debilitamiento del espacio común («política sin república»).

Otros son un aislamiento tecnológico que polariza («política encapsulada»); la torpeza de los partidos políticos para adaptarse a las nuevas circunstancias («política arcaica») y el debilitamiento de las alternativas ideológicas («política que alterna lo idéntico»).

Consultado por Chile, que parece sufrir al menos uno de estos síntomas, sin embargo, no se atreve a hacer un juicio.

«A la distancia puede verse una democracia viva en lo institucional y en lo cívico. Una democracia con polémica intensa en el parlamento y en la calle», opina.

La idealización del ciudadano

Para Silva-Herzog, la democracia representativa nace entre periódicos y partidos, y asume la existencia de un «elector-lector».

«Idealiza tal vez ese momento para imaginar una ciudadanía reflexiva, informada, crítica», aventura. «Lo hace sobre todo, al plantar el edificio democrático sobre el terreno de los hechos que se comparten y las opiniones que permiten un diálogo constructivo».

Sin embargo, prosigue, los nuevos instrumentos de comunicación alteran todos los presupuestos. «La ciudadanía se encapsula en su espejo; la verdad se declara obsoleta; la acción pública parece desprenderse de la necesidad de mediadores».

Por eso, cree que la democracia representativa encara hoy amenazas nuevas y poderosas. «Si hay muchas concepciones de democracia, podríamos registrar una en cada uno de ellas».

Trump y la nostalgia

Para este académico, como régimen de competencia y como institucionalización de la incertidumbre, la democracia padece hoy el debilitamiento de las instituciones de la pluralidad y las de la neutralidad.

«Los partidos tradicionales parecen calca del mismo proyecto económico; los órganos de la imparcialidad actúan con frecuencia como delegados de los intereses políticos y económicos», señala.

«Como régimen deliberativo pierde argumentos y asideros de verdad. Y la ciudadanía encapsulada no tiene disposición a encontrar ideas distintas, el diálogo se debilita, se refuerza la polarización que ignora al otro».

En ese sentido, como generador de liderazgos a través de la competencia pública, ha sido incapaz de generar dirigentes para encarar la crisis.

«Me parece que la clave para explicar el trumpismo o Brexit está en la política de la nostalgia de la que ha hablado recientemente Mark Lilla», reflexiona. «Ante las ansiedades del presente, la apuesta política más persuasiva puede ser el retorno a un pasado ideal. Make America Great Again es el grito perfecto de ese culto reaccionario: el retorno a un mundo de identidades cerradas, valores tradicionales, fronteras incuestionables, trabajos estables».

Algo semejante podría decirse del abandono de la Unión Europea: «el deseo de recuperar el control del destino común y la tentación de culpar a la globalización de las nuevas incertidumbres».

El populismo

Además del neofascismo, un tema que fascina a este experto es el el populismo.

Lo entiende «como una forma de concepción de lo político. Concebir la política como el antagonismo del pueblo contra el otro».

«Es la fabricación simbólica de un nosotros en contra de los extranjeros, los políticos, los migrantes, los jerarcas. Una adhesión a esa energía popular que corresponde al desprecio a las mediaciones institucionales. A la ansiedad contemporánea se debe, a mi juicio, su resurgimento. El populismo es reacción a esa pérdida del nosotros que produce la democracia liberal, un esfuerzo por hacer resurgir esa identidad colectiva amenazada por la impersonalidad», dice.

Eso explica que los partidos extremistas, que hace años eran sólo anécdota de la política europea, estén ya en el centro de la vida pública.

«Lo que era inimaginable es ya habitual. Alemania no ha podido mantenerse al margen de esa legitimación de la xenofobia, la intolerancia, el nacionalismo».

La crisis mexicana

Finalmente, Silva-Herzog no puede dejar de opinar sobre la «guerra contra las drogas» que vive México hace más de una década y que ha dejado más de 100.000 muertos.

«Para México ha sido un gravísimo retroceso civilizatorio», admite. «La muerte se ha convertido en habitual, la barbarie ocupa territorios importantes del país, la violencia se ha convertido en pedagogía nacional».

Para él, su país no encara solamente la violencia del llamado crimen «organizado», sino «también el crimen molecular que ha aprendido la lección: en un país en donde la impunidad prevalece, la violencia es recomendable».

«El actual gobierno no ha hecho más que continuar la política de su predecesor. La campaña presidencial del 2018 debe abrir la oportunidad de discutir la estrategia razonable para recuperar la paz», concluye.

 

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