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Serie «Killing Eve»: Hipnotizante de principio a fin

La serie abre con una escena que hipnotiza y plantea una declaración de principios: Te daremos humor negro en cantidades generosa pero sin atosigar. Y es que Jodie Commer (My Mad Fat Diary) está extraordinaria devorándose la pantalla y haciendo gala de un magnetismo seductor que nos regala a un personaje entrañable y querible


Recién finalizada su primera temporada  la serie producida por BBC America,  promete convertirse en todo un fenómeno,  y la verdad, argumentos tiene de sobra, y sin duda puede considerarse desde ya la serie revelación –a lo menos de lo que va- del año. Acá te contamos de qué va, porqué la crítica se ha rendido a ella, y obvio, prometiendo evitar los spoilers

¿Pero qué la vuelve especial? A primera vista el argumento no presenta gran novedad: Una persona, con claro perfil psicopático, asesina por encargo para una organización misteriosa y que-como suele pasar- es perseguida por alguien de un servicio de inteligencia (en este caso el MI5 británico) generando la clásica trama del “gato y el ratón” tantas veces contada.

¿La diferencia? Ambos personajes protagónicos son interpretados –cabe decir magistralmente- por mujeres de caracteres fuertes y complejos. Además,  la rítmica y forma del relato, la excelente fotografía, y una precisa banda sonora, ayudan bastante, sumado a unos roles secundarios que están a la altura y que dan vigor y continuidad a la historia central. Eso vuelve a Killing Eve única, fresca y novedosa, sobre todo por el notorio sello que le imprime Phoebe Waller-Bridge (Fleabag), su creadora y quien adaptó las novelas corta de Luke Jennings en la que se basa la historia.

Hipnotizante de principio a fin

La serie abre con una escena que hipnotiza y plantea una declaración de principios: Te daremos humor negro en cantidades generosa pero sin atosigar. Y es que Jodie Commer (My Mad Fat Diary) está extraordinaria devorándose la pantalla y haciendo gala de un magnetismo seductor que nos regala a un personaje entrañable y querible, una proeza, asumiendo que hablamos de una psicópata que asesina sin remordimientos y que gusta de ver a sus víctimas a los ojos mientras se les va la vida, algo que deja ver en cada micro gesto de su rostro y que nos relata siempre desde la expresividad de sus ojos. Así se nos manifiesta Villanelle, una asesina que es como una niña-mujer, liberada sexualmente, prodigiosa en el arte de matar.

Su contra parte es protagonizada por Sandra Oh (Anatomy Grey) quien da vida a Eve Polastri, una funcionaria del MI5, un poco desaliñada y desvalorada en su trabajo, pero que está obsesionada también con las distintas formas de matar, particularmente, con la psicología de las mujeres que matan. De este modo Eve se convierte en la pareja perfecta en una danza de persecución y seducción constante, que nos lleva a un viaje (las locaciones no ostentosas y bien usadas se agradecen) por varias ciudades de Europa con el único objetivo –y obsesión- de atrapar a esta asesina profesional.

Y es que desde el primer capítulo el fundamento conlleva una lectura de los tiempos que corren. En el trabajo de Eve (de espías y funcionarios de la comunidad de inteligencia) investigan una serie de asesinatos de alto perfil, donde lo único claro –para la lógica establecida en ese mundo en su mayoría machista- es que no puede tratarse de una mujer, pues los asesinatos son muy elaborados y en serie, aunque sin mayor conexión aparente. A esto se revela Eve Polastri, quien con su intuición (y obsesión) quiere demostrar que detrás de todo hay una mujer y para ello empieza una apuesta que implica un remezón absoluto en su vida, subvirtiendo su propia estabilidad laboral, familiar y hasta su cordura.

Así, en 8 electrizantes capítulos (de 45 minutos cada uno) la historia atrapa, entretiene y genera una real complicidad con la audiencia en distintos niveles, ya sea para las masas en busca de algo que ver, como para aquellas personas más exigentes que buscan segundas o terceras lecturas en la pantalla, que vaya que las hay sí se sabe buscar.

De esta forma, usando como escusa la muerte y la persecución, la serie nos habla de la vida, del amor (en diversas formas), de las obsesiones y de las decisiones que tomamos a diario, donde lo irreal o ficticio no es más que una aparente correlación de contextos y lugares que ocupamos en la vida, atendiendo también  a las fricciones del poder según conveniencia y cabe decir, la confianza como debilidad o fortaleza. No por nada cada muerte o lucha en la serie hace un paralelo con nuestros deseos, vanidad y futilidad.

Killing Eve finaliza su primera temporada con la promesa argumental de continuidad –ya está confirmada su segunda temporada- y con una sintonía que fue en claro crecimiento –ojo, algo poco común en el actual mundo de las series- cumpliendo a cabalidad lo ofrecido desde el primer capítulo,  con un cierre de temporada electrizante y generando una de las relaciones y químicas televisivas que más darán que hablar en un futuro próximo. Un amor improbable, psicopático y obsesivo, tanto entre las protagonistas como con los espectadores. Killing Eve es sin lugar a dudas, hasta ahora, la serie de lo que va del año, y Villanelle va rumbo a convertirse en un personaje iconográfico de nuestra cultura pop, algo no menor en la actual montaña de producciones que se ha convertido la industria de hacer series hoy por hoy, muchas de las cuales pasan sin pena ni gloria, bueno, esta no es el caso.

*La serie dio su último capítulo el pasado lunes en HBO España –aún no llega a Latinoamérica-  pero puede encontrarse en algunos sitios especializados en series y seguramente no tardará en aparecer en un servicio de streaming masivo por estos lados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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