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Obra «Arpeggione» y la decadencia de la amistad CULTURA

Obra «Arpeggione» y la decadencia de la amistad


En el Centro Cultural Matucana 100 corren intensas las armonías emitidas por un arpeggione, ese extraño instrumento musical mezcla de violonchelo y guitarra, artilugio creado por el luthier sueco Johann Staufer, del cual se ignora si tuvo muchos o pocos amigos.

En la microsala de ese recinto, bajo la dirección de Jesús Urqueta, los actores Claudia Cabezas y Nicolás Zárate aprovechan todo el potencial del diseño escénico de Tamara Figueroa, para narrarnos Arpeggione, en la cual dos músicos pasan de preparar una sonata a sondear las raras geografías de la amistad humana.

En la obra, del dramaturgo de la generación 50 Luis Alberto Heiremans, se cumple la tercera parte de la trilogía denominada “Buenaventura” y se encuentran Rosa con Lorenzo, dos músicos prestos al desafío de ensayar la sonata compuesta por Schubert para ese peregrino instrumento.

Rosa es hija de un destacado intérprete, pero al igual que sus hermanas no dio los pasos formales para ser profesional, a pesar de ello, se le reconoce como una eficiente intérprete al piano, talento necesitado de manera urgente por el violonchelista Lorenzo, pues su socio le ha dejado en la víspera de una importante gira.

Se conforma entonces una dupla de trabajo dispar, pues Lorenzo y Rosa militan en bandos diferentes respecto a las emociones. Ella es muy comunicativa y soñadora, él retraído, silente. Ambos encuentran distinto rumbo a la palabra clave de la obra de Heiremanns, “Buenaventura”. Para ella, evoca al amado perro de una infancia plena de alegrías, mientras en Lorenzo es una imagen auditiva sin eco en el bosque, alusiva a esa soledad arraigada en él desde niño.

A pesar de gestarse entre ellos una amistad prometedora e incluso algo más, esa segunda piel irremediable de Lorenzo, donde la seriedad y severidad son una barricada, hace naufragar todas las posibilidades. En vano son los hermosos avances en la interpretación de la sonata y el sinfín de complicidades edificadas entre ellos, Lorenzo recibe una carta de su socio y opta por seguir su rutina profesional, dejando el proyecto de la amistad-romance interrumpido.

Más que sobre el desamor, esta obra habla sobre el fracaso actual de la amistad ¿Cómo entender el triunfo de la soledad en Arpeggione?

Es un tema difícil de tratar en Chile, país que ha perdido su producción amistosa fruto de los tiempos actuales. Esta realidad hace triunfar en sus ciudades, tristes sucedáneos como Facebook o WhatsApp. La amistad es hoy puertas adentro, cuando debería ser un ejercicio a consagrar, en bares, canchas, parques, salas de pool, piscinas, cines, cerros, plazas o restoranes. Pero no hay caso, en nuestro país se ejerce obsesivamente dentro de una casa, hasta bajo la tutela de los familiares. Nada contra la vida familiar, pero debemos aclarar los dos tipos de familia existentes, con sus respectivas reglas: Una es la de sangre (hermanos, primos) y la otra es la del alma, ésta última constituida por los amigos.

Ante este fracaso observado en Arpeggione, el eminente metafísico del barrio de Flores Manuel Mandeb, citado constantemente por Alejandro Dolina, nos haría aceptar que la amistad es una institución atacada por una irremediable decadencia.

En un momento mágico de la infancia o la pubertad, el hastío que nos genera el tío nos llevan a buscar en la calle, el colegio o la plaza a ese o esos impresentables, disponibles a recorrer con nosotros el mundo en un barco imaginario, jugar partidos inexistentes, colonizar planetas delirantes o desembarcar en playas llenas de nazis.

Según Manuel Mandeb, el metáfisco de calle Artigas, “La amistad debe nacer en la juventud o en la infancia. Nuestros amigos son aquellos que aprenden o viven aventuras a nuestro lado. Después casi todo el mundo consigue empleos en una casa de comercio y ya resulta imposible adquirir conocimientos o pelearse con una patota”, asevera.

El pensador impávido del barrio de Flores, agrega “Durante más o menos una década nadie estará más cerca de nuestro corazón que esos muchachos. Si uno quiere aprovisionarse de amigos, debe hacerlo en ese periodo, después será demasiado tarde”, sentencia.

Uno pestañea, pasan 30 años y nos vemos rodeados de personas aburridas, ajenas. Mandeb los tiene clasificados: compañeros de trabajo, clientes, vecinos, acreedores y muchos cuñados. “Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos”, advierte.

Según el pensador, los adultos insisten en cultivar lamentables simulacros de amistad cenando en parejas, o acudiendo a fiestas de matrimonio, para sólo comentar historias de antaño, cuando la verdadera amistad es la que se ejercita en el hoy. Estando en la pandilla no se cuentan historias, se las viven en directo, dictamina el controvertido metafísico citado por Dolina.

La auténtica amistad ejecuta una acción y no una evocación. Por ahí me sorprende cómo los personajes de Arpeggione no lograran cuajar su jalea. Fracasan, a pesar de compartir anécdotas y un especial sentido del humor, además definen una obra, una acción, la ejecución de una sonata. Es una brutal excepción reñida con los axiomas de Mandeb.

Es factible en Lorenzo un alma contaminada por estos tiempos de simulacros de amistad, esos que privilegian la adultez aburrida por sobre la conquista de Groelandia en compañía de piratas. Una era del hielo, donde la sana soledad es condenada, pues todos se obsesionan por engendrar rápido hijos y esposas, siendo que todo ello podría convivir perfectamente con un “club de caza de igualitos a Jack Palance”.

Años atrás, un académico prestigioso y de mundo se quejó en mi mesa de no tener amigos en Chile. Por Italia veía a los jubilados jugando a la petanca, en el país vasco a otros en sociedades de cocineros compartiendo recetas.

En nuestro país esa obsesión por “invitar a los amigos al hogar”, sumado al gris sueño de la casa propia, contrasta con otras sociedades donde la familia del alma persiste, aún ya adquiridos el traje de novia más los dividendos. Luego de la universidad los amigos hoy son sólo una pantalla, una tramoya hecha por Yoshiro Sato (Escenógrafo de Los Venegas).

No sería tan descabellado para este país apolillado, instalar una franquicia de la otrora exitosa Proveeduría de Amigos de Ocasión, del barrio de Flores que surtía de amistad a los solitarios. “Tenga un amigo desinteresado, páguelo en cuotas”, decía su slogan. Seguro acá habrían filas de tarjetas de crédito, pues la amistad, en su declive, es ejercida hoy de la misma manera en que se instala una aplicación.

Obra «Arpeggione»

Matucana 100, microsala.

Hasta el domingo 29 de julio. Jue a sáb, 20:00 hrs. Dom, 19:00 hrs.

Precios: $5.000 general. $3.000 est, 3era edad y jueves popular.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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