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Luis Sepúlveda: las dos bondades CULTURA|OPINIÓN

Luis Sepúlveda: las dos bondades

Su obra es muy amplia y aborda con eficacia el periodismo, el cine y la reflexión política. Fue un privilegio conocerlo y compartir conversaciones: era sencillo, divertido, gran contador de historias y de chistes y sobre todo provisto de una gran humanidad y una fraternidad desbordada, aquello que tiene que ver con ser buena persona.


En la tercera jornada preparatoria del pasado viernes 28 de mayo del Primer Encuentro Internacional de Literatura Negra y Fantástica (que se continúa desarrollando durante este mes de junio), como presidente de Letras de Chile, organizador del evento cultural, rendí, al inicio de la jornada, un sentido homenaje al escritor Luis Sepúlveda, a un año de su fallecimiento.

A veces las amistades se heredan o se transfieren como por efecto de un contagio natural, espontáneo. Amigos comunes son un factor de cercanía que puede anticipar amistad. En el caso de Luis Sepúlveda había muchas, tal vez demasiadas coincidencias dentro del mundo literario más entrañable. Rafael Ramírez Heredia estupendo narrador de México. Poli Délano, nuestro Poli. El enorme periodista y novelista de negra español Juan Madrid. Ramón Díaz Eterovic y Sonia González de Chile. Mempo Giardinelli de Argentina.

De Mempo Giardinelli, virtuoso cuentista y novelista argentino, invitado a este encuentro, aprendí un concepto trascendental al momento de conocerlo. Fue poco después del término de la dictadura y el inicio de esa transición que recién amenaza con terminar, tras arrastrarse por más de tres décadas. Lo que aprendí fue simple; Mempo expresó en una charla: “para mí lo más importante es ser un buen escritor y una buena persona”. Eso fue para mí una revelación notable y un principio fundamental. Todos aquellos escritores que mencioné antes son estupendos ejemplos de eso: buenos escritores y buenas personas.

La trayectoria de Luis Sepúlveda confirma este principio punto por punto. Luis, Lucho para sentirlo más próximo, es uno de los escritores chilenos que más logros ha tenido fuera de Chile. Este parece ser el sino de los grandes: ser reconocido, premiado y honrado fuera de su tierra, de la que salió al exilio en 1977.

Un viejo que leía novelas de amor, la novela que lo hizo conocido mundialmente, vendió dieciocho millones de ejemplares y fue traducida nada menos que a sesenta lenguas. Éxito extraordinario para una novela de impecable factura.

Nombre de torero, Diario de un killer sentimental, Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, son algunos títulos que muchos de ustedes habrán disfrutado. Esos, y otros, también fueron fenómenos que captaron enormes volúmenes de lectores, un milagro. Su obra es muy amplia y aborda con eficacia el periodismo, el cine y la reflexión política. Fue un privilegio conocerlo y compartir conversaciones: era sencillo, divertido, gran contador de historias y de chistes y sobre todo provisto de una gran humanidad y una fraternidad desbordada, aquello que tiene que ver con ser buena persona.

Muchos escritores chilenos y de todo el mundo visitaron Gijón, el puerto asturiano donde Lucho se avecindó con su compañera, la poeta Carmen Yánez. Impulsaba un Salón Literario en Gijón. Fue un anfitrión generoso, siempre dispuesto a brindar reconocimiento, apoyo y amistad a sus colegas. Luis Sepúlveda, por encima de su considerable nivel de actividad, siempre estaba preocupado de Chile, se informaba, escribía crónicas y artículos, apoyaba causas populares, colaboraba de manera permanente con Le Monde Diplomatique, el periódico libertario cuya versión chilena dirige Víctor Hugo de la Fuente, gran amigo de nuestro escritor.

Estoy seguro de que Luis habría participado activamente en este encuentro y lo habría hecho con alegría, con buen humor, compartiendo sus historias geniales y sus chistes desopilantes, para acabar en una carcajada plena de vida. Por eso quiero rendirle homenaje a quien estaba destinado a la inmortalidad sin habérselo propuesto, sin tomarse en serio los honores que se le rindieron. Dedicamos este encuentro a su recuerdo fraterno, a su obra rica y amplia, y a su devoción por los sueños de construir una mejor humanidad. Buen escritor y buena persona, las dos bondades esenciales. Honor y gloria a Luis Sepúlveda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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