Publicidad
Cineasta y músico Emir Kusturica: «Me encantan los chilenos, porque siempre están listos para luchar» CULTURA

Cineasta y músico Emir Kusturica: «Me encantan los chilenos, porque siempre están listos para luchar»

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
Ver Más

El artista ofrecerá este jueves una exposición titulada «Cine, entre ficción y realidad», de manera virtual, en el marco de los Talleres de Bolsillo, donde creadores de distintos ámbitos comparten con el público. «Actualmente no veo un buen ambiente para el arte. Entre la gente ha cambiado la percepción sobre el cine. Han visto demasiados comerciales y, por desgracia, los comerciales, la forma en que son editados, estructurados, han permeado el cine. Da lo mismo si es Hollywood o cine de autor. Hoy la línea que separa el cine del autor y el cine mainstream es muy delgada. No hay mucho espacio para la experimentación, para extender nuestros sentimientos y hacer lo que hicimos el último siglo. Es un nuevo siglo, es un nuevo milenio. Muchas cosas que hicimos en el siglo XX no podrán repetirse», señala en esta entrevista.


Una oportunidad de lujo para conocer el universo del cineasta y músico serbio Emir Kusturica (Sarajevo, 1954) tendrá este jueves el público chileno.

El artista ofrecerá una exposición magistral, titulada «Cine, entre ficción y realidad», de manera virtual, en el marco de los Talleres de Bolsillo, donde creadores de distintos ámbitos comparten con el público.

En vista del estallido social y el proceso constituyente, Kusturica recuerda que «Chile vivió una pesadilla» con la dictadura del general Augusto Pinochet, «y ojalá nunca vuelva a esa época». Y al Presidente Sebastián Piñera lo compara con el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, como expresión «de los faraones» que Estados Unidos pretende imponer.

«Ojalá que el comportamiento social que buscan sea favorable para todos. El problema con la historia no es solo que se repite a sí misma. El problema es que la gente olvida qué pasó y por qué debieron hacer algo hoy para no ser víctimas, después de tantas víctimas, y de haber sido tantas veces victimizados. Me encantan los chilenos, porque siempre están listos para luchar. Ojalá los chilenos puedan traer su propio pasado frente a sus ojos para no repetirlo», advierte.

Kusturica conversó con El Mostrador por Skype.

Trayectoria

Kusturica tiene una dilatada trayectoria artística. Tras estudiar en la Escuela de Cine y Televisión de la Academia de Artes Escénicas en Praga, ganó dos veces la Palma de Oro en el Festival de cine de Cannes: primero con Papá está en viaje de negocios, de 1985, y luego con Underground, en 1995. Allí además ofició como presidente del jurado en 2005.

En 1998 ganó el León de Plata a la mejor dirección en el Festival de cine de Venecia, por Gato negro, gato blanco. Además incursionó en el género documental con Maradona by Kusturica (2008) y luego con El Pepe, una vida suprema (2018), sobre el expresidente uruguayo José Mujica. Su cinta de ficción más reciente fue On the milky road, protagonizada por él mismo y la italiana Monica Belluci.

Como actor además ha trabajado en sus propias películas y también bajo la dirección de otros realizadores, como Patrice Leconte y Neil Jordan. Al respecto ha dicho que actúa para financiar sus propios proyectos (incluso construyó un pueblo propio, Drvengrad, por el que obtuvo en 2005 el Premio Europeo de Arquitectura Phillippe Rotthier), ya que la mayoría de ellos son un fracaso desde el punto de vista financiero.

Además, como bajista, ha realizado varias giras internacionales con su banda, la No Smoking Orchestra, con la cual además ha publicado el disco Life is a Miracle in Buenos Aires (2005).

Ha sido además políticamente controvertido, por su rechazo a Estados Unidos (aunque filmó allí una película, Arizona Dream, de 1993) y su respaldo a Rusia. Habiendo crecido en un país socialista como Yugoslavia, además es un duro crítico del capitalismo.

 

Balcanes y Sudamérica

El cineasta ha remarcado varias veces su aprecio por Sudamérica. En una entrevista en Argentina, incluso declaró que si no viviera en su pueblo, residiría allí.

«Buenos Aires fue una de las capitales de Sudamérica donde sentí más la influencia de Europa mezclada con los nativos. La gente es muy abierta y catárquica. Es algo que encuentras en todos los Balcanes, Argentina y también Chile. Cuando tocas muchas veces, sientes en los dedos el pulso de la nación, también después de los conciertos, en la calle, en los bares, la comunicación fluye. Si quisiera abandonar mi país, hallaría ese sentimiento de pasión allí, incluso más que en Europa. Me fascinó la espontaneidad, la comunicación, la cercanía de la gente y la disposición para enloquecer, como vi en Santiago cuando tocamos allí», recuerda.

Para Kusturica, los pueblos de los Balcanes y los sudamericanos se parecen, también en sus dolores.

«Somos muy similares, en todos los sentidos. Lo que veo en los acontecimientos políticos en Chile y Argentina en los últimos 150 años es algo que ha vivido Serbia, con la regulación, el disciplinamiento, infructuoso, a manos de los grandes poderes coloniales», con una resistencia «por la que hemos pagado un alto costo», como lo demuestran las cifras de las víctimas de los golpes de Estado.

Agrega que, de tanto en tanto, la historia da revancha, al menos en el deporte, como ocurrió con las victorias de Serbia y Argentina sobre Estados Unidos en básquetbol.

Washington juega, a su juicio, un papel singular: primero apoya el asesinato masivo de opositores, como ocurrió en el país trasandino en la última dictadura argentina (1976-1983), y luego le otorga un premio Oscar a una cinta (La historia oficial, 1985) que cuenta los entresijos de esa misma masacre. «Tienen una metodología que es absolutamente peligrosa y funcional en ambas sociedades, los Balcanes y Sudamérica», remata.

Cine y experimentación

El arte de Kusturica es singular porque además combina estructura y experimentación, tanto en el cine como en la música. Para él, la experimentación en una obra de arte es clave, aunque critica que la misma sea dejada de lado en pos de asegurar la rentabilidad.

«Actualmente no veo un buen ambiente para el arte. Entre la gente ha cambiado la percepción sobre el cine. Han visto demasiados comerciales y, por desgracia, los comerciales, la forma en que son editados, estructurados, han permeado el cine. Da lo mismo si es Hollywood o cine de autor. Hoy la línea que separa el cine del autor y el cine mainstream es muy delgada. No hay mucho espacio para la experimentación, para extender nuestros sentimientos y hacer lo que hicimos el último siglo. Es un nuevo siglo, es un nuevo milenio. Muchas cosas que hicimos en el siglo XX no podrán repetirse».

En ese sentido, duda que en las actuales condiciones pudiera filmar una película alegórica como Underground (1995). La cinta, una comedia dramática, es en principio una metáfora sobre la antigua Yugoslavia, con gente oculta en un sótano, donde les hacen creer sobre una guerra inexistente, pero –a su juicio– bien podría ser sobre el mundo actual, «una película sobre cualquier país donde una minoría controla al resto».

«Hoy no la harían, porque lo hacen en la vida diaria. Nos controlan, nos enferman, nos sanan, y observan nuestras actividades las 24 horas al día, aunque no lo sepamos o no queramos saber».

Esa crítica se puede ver en su última cinta de ficción, On the milky road, que es una fábula anti-Disney.

«Siempre soy anti-Disney. Siempre he estado contra las simplificaciones, sobre todo ahora, que Disney» -hoy el conglomerado mediático más grande del mundo- «está reconstruyendo su catálogo».

«Están eliminando los héroes de cuando yo era niño. Crecí con todas las figuras de Disney, y ahora aparentemente enfrentamos una nueva era, con un Disney peor de lo que solía ser. Hay una recreación, un revisionismo del pasado, como si no hubiera habido un momento de idealismo. América siempre fue una parte central del mundo en el idealismo, incluso Hollywood, pero hoy es una agencia que está comercializando el nuevo estatus del mundo, donde el 1% es dueño del 90% de los medios. En esto es imposible hacer lo que hicimos cuando caía el comunismo», con cintas como Underground.

Valor terapéutico

Al cine interesado en la taquilla, Kusturica opone un cine de valor terapéutico.

«Creo que el arte siempre fue terapéutico, no solo el cine», dice. Y pone como ejemplo a un Premio Nobel japonés, que trataba a su hijo, con problemas sicológicos, con música de Mozart.

«Mis películas más exitosas afectaban la vida humana. La gente salía de los cines y abrazaba a sus esposas, a sus hijos, y así es como imagino la terapia. Lo he encontrado en la literatura y en cintas como Gato negro, gato blanco. Creo que esa cinta debiera ser el parámetro de lo que debíamos querer para nuestro cine», dice sobre la disparatada cinta sobre un especulador y contrabandista gitano que se gana la vida haciendo turbios negocios a orillas del Danubio.

En la cinta la música además juega un papel clave, tal como lo hace en el mundo y el arte del propio Kusturica, y lo llevó a tocar por todo el mundo, de Nueva Zelanda a Norteamérica, pasando por Rusia.

«Por desgracia hoy la música es otro tipo de terapia, la hipnosis, como si el mundo de la mafia farmacéutica hubiera sido conectado con los potenciales del impacto social que la gente hace en sus vidas. No es solo que no existan los gremios» –algo que se demuestra en que estadísticamente hay cada vez más solistas y menos bandas– «sino que al interior del cine y la música no hay detonantes de cambios en la sociedad en que vivimos. Hoy todo está demasiado bajo el control de aquellos que quieren que los consumidores no hagan preguntas», apostilla.

Para Kusturica el fenómeno es aún peor en la música, con excepción del hip hop, donde hay una corriente políticamente comprometida.

«Todo el resto esta descomprometido y crean una especie de debilidad de las naciones y las personas, creando este tipo de impacto hipnótico donde repiten un millón de veces la misma cosa en una anestesia social de la sociedad», dice.

Ambos fenómenos, cine y música, están íntimamente ligados, a su juicio, citando a Fellini.

«El cine es, o solía ser, un tipo especial de arquitectura. Hoy más bien se trata de generar ganancias, en vez de apuntar o sugerir sobre las cuestiones existenciales claves a ser respondidas, impuestas o sugeridas. Solo apuntan a una interpretación plana de la realidad, y el cine incluso se está volviendo más real que la realidad que vivimos».

Ficción y documental

Una «vida real» en la cual el propio Kusturica ha incursionado con los dos documentales centrados en Maradona y Mujica, curiosamente ambos personajes sudamericanos.

Consultado sobre qué le dejó su experiencia en la ficción a la hora de filmar la realidad, responde que fue «la estructura».

«La estructura es lo más importante, en las novelas, en el arte moderno, el arte realista. En el documental, tienes que traer de vuelta la gente a la ficción para que sientan y sean conducidos a través de las secuencias que haces, una tras otra. Por ejemplo, en la cinta sobre Pepe Mujica, mi héroe, creé una estructura comenzando con los últimos días de su presidencia, luego tratamos de recrear su guerrilla todo lo posible, sus documentos, sus discursos, y al final enfrentamos momentos muy emotivos al dejar su mandato mientras cientos de miles de personas lloran su salida», dice.

Esta «estructura» siempre convive en el arte de Kusturica con la citada experimentación, y hace una analogía con la electricidad, que se alterna entre positivo y negativo.

«Si vas siempre con el positivo, debes contradecirte, y pasar a lo inesperado», sintetiza.

Para él, ambos personajes, a su manera, entregan «un sentido de justicia».

«Ambos comparten una trayectoria parabólica. Como vemos en la cinta sobre Mujica, hay una base de moralidad, de moralidad social, de justicia social, alcanzable a cualquier precio, y por otro lado tenemos al jugador de fútbol que no es solo una gallina que corre, sino que opina sobre la historia y da una lección sobre la posición de Sudamérica en el mundo, en el mundo injusto de Norteamérica».

Capitalismo salvaje

Como duro crítico del capitalismo, Kusturica además ha dicho que el modelo crea ganancia a partir del dolor, y señala que las ganancias extraordinarias han generado enormes cantidades de dinero y dado origen a una masa de gente adicta a la propaganda e incapaz de tomar decisiones sobre su propio futuro.

«Vamos a enfrentar un capitalismo más totalitario y más autoritario, con una minoría de un 3% o 5% que construirá un muro que no podremos ser capaces de cruzar como hicimos en el siglo XVIII y XIX», advierte.

El artista es pesimista. De hecho cree que Estados Unidos está diseminando una especie de «neomarxismo» con «la igualdad social y racial» que no es tal, «porque si quieres que la gente negra sea importante no debes propagarlo, sino hacerlo en la vida real. Hoy solo estás haciendo que las etnias se enfrenten entre sí, en vez de ayudarles a entenderse. Es como una especie de Unión Soviética del pasado».

Aún así, como lo ha hecho siempre, él cree que el arte debe celebrar la vida, incluso a pesar de una realidad sombría.

«Debemos hallar la manera (de celebrar). Alguien hallará la forma de salir de este mundo catastrófico donde vivimos bajo la presión, el control, donde por otro lado supuestamente tenemos un virus que viene del mundo animal, pero mientras más y más sabemos, del Senado de Estados Unidos, parece que fue producido. Yo no sé si fue producido, pero es una de las herramientas usadas para corregir nuestro comportamiento, y que expresa cuánto ellos odian a la gente. Ellos odian al mundo, y por eso crean este tipo de atmósfera en que calculan cuántas personas pueden sustentar el planeta».

Kusturica señala que es necesario hacer un diagnóstico de nuestra época y comprender «lo mucho que somos manipulados».

«Mi película Underground es una versión naif del control estricto y del enfoque misantrópico de la vida de la gente en el mundo. Estoy convencido de que al desarrollar este tipo de monstruos nos frenan de soñar, de tener esperanza. En el futuro habrá una generación que cambiará esto. No va a dominar por siempre hasta el fin del mundo», un mundo que –a su juicio– se debate entre el capitalismo y el capitalismo chino, «ambos autoritarios».

«El mundo capitalista ha perdido la base de lo que era tras la declaración de la Independencia y la Revolución Francesa. Ojalá las futuras generaciones» –en vista de este enfrentamiento– «nos puedan traer de regreso a la humanidad. Perdimos un sentido de humanidad que teníamos a fines del siglo XIX y principios del XX», concluye.

Publicidad

Tendencias