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DART: la primera misión para desviar asteroides CULTURA|OPINIÓN

DART: la primera misión para desviar asteroides

No se conoce ningún asteroide cuya trayectoria y tamaño lo haga peligroso para la vida en la Tierra durante los próximos cien años. Sin embargo, tampoco se conocen todos los asteroides del Sistema Solar… Pese a que una sonda como DART sería absolutamente inofensiva para un “destructor total” como el que se cree causó la extinción de los dinosaurios (¡de unos 10 km de diámetro!), los resultados de este test son importantes para nuestra supervivencia como especie. No está de más recordar lo insignificante de la raza humana en el contexto cósmico. Citando a Carl Sagan: “El ser humano es un ser minúsculo que vive en la superficie de un pequeño planeta y al que se le permite dar unas pocas vueltas alrededor de la estrella local”.


En el drama hollywoodense Deep Impact (traducida en Hispanoamérica como Impacto Profundo), la periodista Jenny Lerner (interpretada por Téa Leoni) y su padre esperan en una desolada playa de California la inminente llegada del colosal tsunami producido por el ficticio asteroide Wolf-Beiderman. El semblante resignado de los actores refleja el fallido intento de la humanidad por evitar el cataclismo, horas después de que el presidente de los Estados Unidos (Morgan Freeman) anunciara que la misión para insertar y posteriormente detonar bombas nucleares en el asteroide había fracasado.

Pese a las consabidas “licencias científicas” (dicho esto con cierta benevolencia) adoptadas a menudo en el cine, la idea principal reflejada en Impacto Profundo no dista mucho de la realidad. Hace unos días, la NASA lanzaba, abordo del cohete SpaceX Falcon 9, la sonda DART (Double Asteroid Redirection Test), la primera misión diseñada específicamente para evaluar nuestra capacidad de desviar asteroides de dimensiones lo suficientemente grandes como para tener un impacto catastrófico en la Tierra.

El principio físico en el que se basa DART es extremadamente simple: la conservación del momento lineal (magnitud vectorial igual a la masa multiplicada por la velocidad). En un sistema aislado (que no esté sometido a ninguna fuerza externa neta), esta cantidad física debe mantenerse constante antes y después de una colisión. El impulso proporcionado por una sonda espacial puede, de esta manera, utilizarse para modificar la trayectoria de un asteroide. La misión suicida de DART contra el asteroide Dimorphos, de unos 150 m de diámetro, nos aportará datos muy valiosos sobre el ángulo, la masa y la velocidad óptimas para el desvío de asteroides por esta técnica de impacto cinético. Pese a que Dimorphos no es, por su trayectoria y distancia, peligroso para la Tierra, sus dimensiones coinciden con el tamaño mínimo considerado por los expertos para que pueda darse un escenario catastrófico.

Es bien conocido que el planeta Júpiter actúa, en ocasiones, como un escudo de defensa contra asteroides. Como si de una honda se tratase, el potente campo gravitatorio del gigante gaseoso es capaz de desviar completamente las órbitas de objetos de largo periodo de traslación, evitando que estos alcancen las zonas internas del Sistema Solar. Desafortunadamente, el mismo mecanismo físico puede en ocasiones colocar en curso de colisión a otros asteroides con trayectorias inicialmente divergentes. La realidad es que una colisión potencialmente catastrófica es, más que una posibilidad, una certeza (¡si bien esta podría tardar miles de años en suceder!). Estas colisiones son comunes en el Sistema Solar y actúan moldeando la forma de los planetas. Incluso, se sabe que son importantes para la vida en la Tierra y que podrían ser responsables directas de la existencia de agua en nuestro planeta.

No se conoce ningún asteroide cuya trayectoria y tamaño lo haga peligroso para la vida en la Tierra durante los próximos cien años. Sin embargo, tampoco se conocen todos los asteroides del Sistema Solar… Pese a que una sonda como DART sería absolutamente inofensiva para un “destructor total” como el que se cree causó la extinción de los dinosaurios (¡de unos 10 km de diámetro!), los resultados de este test son importantes para nuestra supervivencia como especie. No está de más recordar lo insignificante de la raza humana en el contexto cósmico. Citando a Carl Sagan: “El ser humano es un ser minúsculo que vive en la superficie de un pequeño planeta y al que se le permite dar unas pocas vueltas alrededor de la estrella local”.

Antonio Montero Dorta es profesor de Astrofísica de la Universidad Técnica Federico Santa María.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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