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Libro “Historia de un brazo” de Ricardo Sumalavia: el largo y torcido brazo de la memoria familiar CULTURA|OPINIÓN

Libro “Historia de un brazo” de Ricardo Sumalavia: el largo y torcido brazo de la memoria familiar

Estamos frente a una novela sobre la cual podemos proyectar innumerables interrogantes, decidir si, realmente, todo lo leído no fue acaso un mal sueño o una joda con la cual podemos sonreír. Probablemente, en otros casos, podríamos evocar con emoción a nuestros padres, los padres de nuestros padres, y así. Reconocernos en ellos, en sus aciertos y desventuras, en lo resuelto y más aún en lo pendiente. Si acaso cabe la completitud o solo somos un cúmulo de retazos inverosímiles hilvanándose en el tiempo. Bienvenidas sean escrituras como «Historia de un brazo», porque una de las tareas de la creación literaria, cualquiera sea su género, es cuestionarnos la supuesta normalidad de la vida. Si acaso existe tal cosa.


“Supongo que para él, en sus últimos años de vejez, la situación era diferente. Imágenes en su mente que desaparecían, imágenes superpuestas. Soy yo quien tiene ahora una imagen. Lo veo anciano, con su mirada distraída. No me siento del todo como su hijo, ni como su hermano o amigo confidente, sino como el padre de mi padre”, fragmento del libro.

Las primeras líneas de la novela parecen extraídas de cualquier historia realista: el reciente fallecimiento de un padre ya anciano producto de las tediosas sesiones de diálisis a las cuales se encontraba sometido. Vuelta la página, nos encontramos con algo perturbador y a la vez fascinante: aquel hombre poseía un tercer brazo, “el cual tenía las dimensiones de un brazo de bebé de pocas semanas de nacido” y que, al morir, mantuvo cerrado el puño.

De eso y más se trata Historia de un brazo de Ricardo Sumalavia (Lima, 1968), libro editado por Seix Barral en 2019 y por Los Perros Románticos en 2022. De escritura rápida y concisa, el mundo desplegado por el autor peruano colinda entre la fantasía y la memoria familiar. Tal como indica la escritora Nona Fernández en la contraportada: “¿Y si heredamos en parte la memoria de nuestros padres? ¿Y si somos un recuerdo de ellos?”. Podríamos ampliar la reflexión: ¿Y si aquel tercer brazo, miembro sobreviviente de un “ficticio” hermano gemelo engullido en el vientre materno, no es acaso la metáfora de todas nuestras heridas sedimentadas generacionalmente? Un tercer brazo como un epitafio, el recordatorio que somos el fruto grotesco de nuestra larga estirpe, yuxtaponiendo memorias, inventos y experiencias, como en una que otra novela de José Donoso o algún cuento de Borges.

“Lo más coherente sería concentrarme en los días posteriores a la muerte de mi padre, pero algo me impulsa a recordarlo en diferentes momentos de su vida. Podría pensarse que estoy negando su ausencia, y lo entendería, o que no pretendo afrontar el real problema que se suscitó a poco de su muerte. En verdad, si soy tan digresivo, como mi padre lo fue conmigo, es pura y atávica estrategia familiar” (pág. 43).

Sumalavia se atreve. Con aparente naturalidad se encadenan los acontecimientos en torno un misterio sin resolver, entremezclando pasado y presente, desbaratando el origen de los recuerdos, padre/ hijo, hijo/padre, como si fuera parte de un todo natural y organizado.

“Esa noche me habló de política, de fútbol, de chismes de sus vecinos. Yo no estaba concentrado. Me costaba seguirle la conversación y él lo notó. Hubo un silencio prolongado. Percibió que yo dirigía mi mirada a su brazuelo. Mi padre lo tenía bajo la camisa, flexionado sobre su pecho. Como él usaba camisas holgadas, nadie más podría darse cuenta de su existencia. En una de mis distracciones, pensando en mi hijo por nacer, uno de los pequeños dedos del brazuelo se asomó entre los botones de la camisa de mi padre. Lo flexionaba con gracia, como si me estuviera llamando” (pág. 19).

Estamos frente a una novela sobre la cual podemos proyectar innumerables interrogantes, decidir si, realmente, todo lo leído no fue acaso un mal sueño o una joda con la cual podemos sonreír. Probablemente, en otros casos, podríamos evocar con emoción a nuestros padres, los padres de nuestros padres, y así. Reconocernos en ellos, en sus aciertos y desventuras, en lo resuelto y más aún en lo pendiente. Si acaso cabe la completitud o solo somos un cúmulo de retazos inverosímiles hilvanándose en el tiempo. Bienvenidas sean escrituras como Historia de un brazo, porque una de las tareas de la creación literaria, cualquiera sea su género, es cuestionarnos la supuesta normalidad de la vida. Si acaso existe tal cosa.

Ficha técnica

Ricardo Sumalavia. Historia de un brazo. Editorial Los Perros Románticos, 2022. 113 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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