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Frei y Piñera, irremediablemente parecidos Opinión

Frei y Piñera, irremediablemente parecidos

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Frei y Piñera tienen mucho más en común de lo pensado. Los dos han transitado entre la política y los negocios –y viceversa– sin muchas estaciones intermedias. Los dos también tienen una base DC en su origen, aunque hace rato que se inclinaron hacia la derecha –pese a que el primero no ha roto con el partido como lo hicieron Mariana o Gutenberg–. Y aunque Piñera sufrió los embates de los nuevos tiempos con el intento fallido de nombrar embajador a su hermano Pablo, y sus hijos Cristóbal y Sebastián de gira por China, Frei es parte de una generación política que compartía con la familia el poder. Francisco, el traidor, es la mejor muestra.


Sin duda, la semana pasada tuvo de protagonistas a Eduardo Frei y Sebastián Piñera. El ex-Mandatario, por el dramático capítulo familiar que un guionista de Netflix podría titular como “La traición de Francisco” y ante el cual mostró su desazón desde Beijing, donde participaba en el denominado Chile Week China, como embajador especial para el Asia Pacífico. Un cargo que, por lo demás, ha despertado muchas críticas y sospechas de diversos sectores por su cercanía con el Gobierno de Piñera, ambigüedad que ha sido la tónica de la DC desde marzo de 2018. El Presidente, por su parte, tuvo un inusitado despliegue comunicacional, buscando cumplir un rol en la crisis ambiental de la Amazonía. Sin embargo, en paralelo salió la noticia del pago que tuvo que hacer por no poseer recepción final de una de sus tantas casas –en el lago Caburgua–, recibiendo una multa por 5 millones de pesos, la sanción máxima para este tipo de casos. Semana de dulce y agraz para ambos.

Partamos por Sebastián Piñera y su agitada semana, la que terminó en cama por orden médica. Estuvo en la reunión del G7 codeándose con los líderes más mediáticos del mundo, se sacó fotos y logró finalmente que Macron le pidiera intervenir para convencer, a un cada más desenfocado y autoritario Jair Bolsonaro, de recibir la modesta cifra de 20 millones de dólares –solo Leonardo Di Caprio se puso con 5 millones de dólares–. O las cosas están demasiado mal en el mundo y son señal de que la recesión se viene a paso firme, o la verdad –que es lo más probable– la Amazonía no deja de ser un discurso políticamente correcto para los presidentes de las grandes potencias.

Luego de un breve paso por Lisboa, el Mandatario sorprendió a todos haciendo una escala para tomar desayuno con Bolsonaro y rogarle que aceptara la donación. Después de todo, aún al Presidente le pena el intento fallido en Cúcuta, gira que terminó por provocar un punto de inflexión negativa para su Gobierno cuando se dio cuenta de que lo de Venezuela iba para largo y que su apuesta se convertiría en un dolor de cabeza que todavía arrastra con los miles de venezolanos que han buscado refugio en Chile, gracias a la generosa oferta de ese momento y que luego no se cumplió.

Pero el brasileño, poco acostumbrado a que alguien le quite el protagonismo, por muy mal de salud que viniera el enviado especial, estuvo a un minuto de hacer pasar un bochorno de proporciones a nuestro Jefe de Estado, primero diciendo que si Emmanuel Macron no se retrataba se podían guardar su plata, para luego cambiar de opinión sobre la marcha y poner como exigencia la “soberanía” sobre esos recursos, cosa que de seguro nunca estuvo en duda. No olvidemos que a tal nivel está llegando Bolsonaro, que se permitió burlarse de la edad de la esposa del gobernante galo, una verdadera ordinariez en el mundo político internacional.

Sin duda la apuesta de Piñera es riesgosa, porque, más allá del rol de coordinador de la donación –situación que todavía despierta dudas, más aún cuando el “coordinador” no visitó al país que más problemas técnicos y económicos tiene con el megaincendio, Bolivia–, la cercanía mostrada con el ultraderechista Jair Bolsonaro claramente no le juega a favor en los sectores de centro, salvo que la apuesta fuera coquetear con los grupos más extremos para buscar el voto que hoy tiene capturado José Antonio Kast –debe ser entre el 8 y 10 por ciento–, de lo contrario, cuesta entender de qué le puede servir haber salido a defender al carioca cuando todo el resto de los presidentes –salvo Trump, por cierto– han sido críticos con él.

Pero si tienen algo en común Piñera y Bolsonaro hoy, es que ambos han perdido apoyo en las encuestas de manera importante –curiosamente los dos tienen 29 puntos–, claro que la caída del brasileño ha sido muy rápida, considerando que apenas lleva 8 meses en el poder. De seguro, nombrar a su hijo embajador en EE.UU. influyó en ello, luego que en su campaña criticara duramente el nepotismo del PT en casos similares. Por supuesto, cualquier semejanza con la realidad de otros países es solo coincidencia.

Volviendo a Frei, la verdad es que el caso es todavía muy confuso y deja muchas dudas y preguntas. Un hermano que traspasa platas de una sociedad a otra –que tiene un gerente que por lo visto no se da cuenta–, que usa el apellido y los contactos para pedir grandes sumas como préstamo, es también similar a otros casos que hemos vivido en Chile. Abuso de las influencias y también de las confianzas. Francisco tampoco era un desconocido, fue director de TVN y secretario de la DC, en paralelo al manejo de los negocios del hermano –incluidos los intereses en una de las constructoras más grandes del país– siendo Presidente. Claro, no era época de fideicomisos ciegos ni menos de transparencia.

Y aunque ambos casos son distintos, de fondo, Frei y Piñera tienen mucho más en común de lo pensado. Los dos han transitado entre la política y los negocios –y viceversa– sin muchas estaciones intermedias. Los dos también tienen una base DC en su origen, aunque hace rato que se inclinaron hacia la derecha –pese a que el primero no ha roto con el partido como lo hicieron Mariana o Gutenberg–. Y aunque Piñera sufrió los embates de los nuevos tiempos con el intento fallido de nombrar embajador a su hermano Pablo, y sus hijos Cristóbal y Sebastián de gira por China, Frei es parte de una generación política que compartía con la familia el poder. Francisco, el traidor, es la mejor muestra.

Encuentro legítimo que cualquier chileno, sin importar su condición, pueda guiar los destinos del país o representar a un grupo en el Parlamento. Y eso incluye desde dirigentes vecinales a empresarios o personas de gran fortuna, sin embargo, este país ha cambiado mucho en pocas décadas y lo que ayer era una conducta normalizada, hoy los nuevos estándares obligan a una transparencia total.

Eso implica también desarrollar el sentido común al extremo. No es conveniente que un miembro de la familia de un Presidente ocupe cargos públicos en el Ejecutivo –nepotismo–, que administre negocios que tarde o temprano van a representar un conflicto de intereses y, menos, que abuse de los apellidos y los cargos de padres o hermanos –como Francisco Frei y Sebastián Dávalos– para obtener préstamos o nuevos negocios.

A poco más de un año para la próxima elección, casos como el de la familia Frei –dividida mortalmente a propósito de la muerte de su padre y ahora los negocios– deben servir de alerta para aquellos que aún no entienden que la política debe mantenerse cada vez más alejada de los negocios y que, si quieren competir, deberán transparentar todo. Esas son las nuevas reglas del juego, y quien no quiera entenderlo, mejor que piense en otra actividad.

Para alivio del Presidente Piñera, el negro se ha dedicado a disfrutar del sol, las cervezas y las playas aprovechando su mesada. Por suerte, jamás se le pasaría por la cabeza desempeñarse un cargo público. Bueno, la verdad no sé si se desvelará pensando en trabajar como los mortales. Qué envidia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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