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Morrocotudo¡¡¡ Opinión

Morrocotudo¡¡¡

Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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Este 26 de marzo, se cumplió el centenario del natalicio de Sergio Livingstone, el «Sapo», y por eso, vayan estas líneas en memoria de quien ha sido un talento inigualable por décadas del periodismo deportivo. Sus cuadernos eran su tesoro más preciado. Para cada transmisión, llegaba con sus lápices de colores, corrector y reglas. En su cuaderno estaba todo anotado y de una manera pulcra. El orden era su obsesión, así como las buenas costumbres, llevar pañuelo de tela, una peineta pequeña y  su maletín de cuero, lleno de recortes, diarios y útiles de trabajo diario.


¿Puede haber palabra más característica para definir a Sergio Roberto Livingstone Pohlhammer?. La otra puede ser «chambonada». Crecí como millones de chilenos viendo Zoom Deportivo y, por supuesto, observando la dupla que conformaba con Pedro Carcuro. Trataba de no perderme los domingos esa cita nocturna tardía y trasnochadora que era ese programa. Nunca pensé que tendría el orgullo de trabajar y compartir con el «Sapo» Livingstone, una leyenda del fútbol y de las comunicaciones.

Este 26 de marzo, se cumplió el centenario de su natalicio y por eso, vayan estas líneas en memoria de quien ha sido un talento inigualable por décadas del periodismo deportivo.

Don Sergio tenía muchas inquietudes en la vida y una de ellas fue siempre el fútbol. De familia conservadora, pero donde Juan, su padre, fue el gran artífice para que el muchacho pudiese llevar adelante parte de sus sueños. La carrera futbolística de Livingstone tiene ribetes increíbles para la época en la cual se desarrolló.

[cita tipo=»destaque»]Años después lo pude invitar al programa Código Camarín en CDF. Poder entrevistarlo y más allá de eso, poder conversar con él y escuchar sus historias era un verdadero honor y orgullo. Fiel a su forma de ser, llegó una hora antes a maquillaje y solo aceptó una taza de té. Pidió que le maquillaran las manos, ya que siempre tuvo manchas y no le gustaba que se vieran. De la conversación, que duró 58 minutos en escena, solo puedo decir que al recordarla me emociono tanto o más que en aquella oportunidad. Fue en octubre del 2010. Una de las últimas que dio en vida.[/cita]

Debutó en 1938 con la camiseta cruzada, para rápidamente transformarse en uno de los mejores en su puesto. Comenzaba a marcar las diferencias a nivel nacional e internacional. Hasta que llegó el llamado de uno de los grandes de Sudamérica: Racing Club de Avellaneda. Decirle que no a un equipo argentino de esa magnitud era casi un disparate, un error «morrocotudo» como el mismo hubiese dicho y claro, cruzó la cordillera de Los Andes para vestir esa camiseta de Racing, transformarse en genio y capitán de los de la Academia.

Pero algo no calzaba en la vida del Sapo, tuvo que dejar un amor y eso le daba vuelta día y noche. Fue portada de la prestigiosa revista El Gráfico, todos -menos los de Independiente- lo amaban en Avellaneda, era figura consular y aún así, su corazón le pedía regresar. El intercambio de cartas eran cada vez más largas y nostálgicas.

Un año después de vivir en Buenos Aires, Don Sergio retornó a Chile y a Universidad Católica. Siguió siendo un jugador clave y formó parte de la selección chilena que disputó el Mundial de Brasil en 1950. Recibió múltiples reconocimientos, entre los que destacan: mejor jugador del Sudamericano 1941 en Lima, mejor futbolista de Chile 1941 y 1944, quinto mejor portero de Sudamérica del siglo XX y mucho más.

Sin embargo, tenía otro romance en curso: con los medios de comunicación. Fue un destacado profesional en radio, televisión y prensa escrita. Icono del Zoom Deportivo por más de 25 años y del Área Deportiva de TVN en más de 43 temporadas. Ganó el Premio Nacional de Periodismo deportivo en 1987.

Pido permiso nuevamente para hablar del tiempo que me tocó trabajar y compartir con él en ambos lugares. Sus cuadernos eran su tesoro más preciado. Para cada transmisión, llegaba con sus lápices de colores, corrector y reglas. En su cuaderno estaba todo anotado y de una manera pulcra. El orden era su obsesión, así como las buenas costumbres, llevar pañuelo de tela, una peineta pequeña y  su maletín de cuero, lleno de recortes, diarios y útiles de trabajo diario.

Siempre fue muy cercano a nuestro grupo. Éramos todos jóvenes principiantes: Bustíos, Briceño, Nur, Flores, Corvalán y Flamm. Siempre tenía un gesto de amabilidad, conversación y anécdotas con nosotros. Si bien ya tenía profundidad en la relación con Deborah Bailey, Fernando Solabarrieta y Alejandro Machuca, Don Sergio compartía con todos y se reía con todos.

Recuerdo que una vez comentó que jamás había andado en moto. Karim Nur tenía una y le ofreció ir a dar una vuelta. Don Sergio no lo dudó ni un segundo, se subió y salió a dar una vuelta por las afueras de TVN. Si alguien ve esa foto, se dará cuenta de la alegría y felicidad del «Sapito», es que a sus 76 años cumplía un sueño sencillo y lleno de adrenalina.

Don Sergio era como un abuelo querendón y buena onda para todos quienes formábamos parte de ese equipo en TVN de 1996 y 1997. Fue cercano, amable y solidario siempre, incluso en los momentos que algunos tuvimos que dejar el canal. Esos gestos no se olvidan y hablan de la calidad de persona y señor que fue.

Años después lo pude invitar al programa Código Camarín en CDF. Poder entrevistarlo y más allá de eso, poder conversar con él y escuchar sus historias era un verdadero honor y orgullo. Fiel a su forma de ser, llegó una hora antes a maquillaje y solo aceptó una taza de té. Pidió que le maquillaran las manos, ya que siempre tuvo manchas y no le gustaba que se vieran. De la conversación, que duró 58 minutos en escena, solo puedo decir que al recordarla me emociono tanto o más que en aquella oportunidad. Fue en octubre del 2010. Una de las últimas que dio en vida.

Terminada esa grabación, nos quedamos solos en maquillaje hablando de la vida y de todo por más de dos horas. Era así, un gran conversador, a pesar de su vida solitaria. Sergio Livigstone amaba conversar, amaba aconsejar, amaba escuchar, amaba la vida.

Fue un 11 de septiembre de 2011 que su cuerpo se apagó. El día que jugaba Chile-Colombia por las clasificatorias en el Monumental, debe haber sido uno de los minutos de silencio más estremecedores y respetuosos que se haya vivido seguramente en la historia del fútbol chileno. Se lo había ganado el «Sapo», Sergio Roberto Livingstone Pohlhamer, Don Sergio. Un señor de la vida y las comunicaciones.

Gracias por todo querido Sapo…

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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