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Bernardo Larraín Matte, el «patrón» de la Sofofa que se lo comió el «superyó» MERCADOS

Bernardo Larraín Matte, el «patrón» de la Sofofa que se lo comió el «superyó»

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Faltando seis meses para dejar la presidencia de la Sofofa, a Bernardo Larraín Matte parecen habérselo tragado las circunstancias. Ha disminuido su influencia en la misma proporción con que ha crecido la del presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Juan Sutil. Observadores, colegas empresarios, aliados y rivales apuntan a que la razón detrás de ello está precisamente en su personalidad. Al jugar en el terreno de lo público en una apuesta a ser uno más en el debate país –sabiendo que el peso de ser un Matte, ligado a la escandalosa colusión del papel tissue, trae consigo una mochila difícil de cargar–, el estallido y la pandemia le pasaron la cuenta al rebarajarse las cartas, dejándolo fuera del camino. En esta coyuntura, en un ambiente donde los egos empresariales son más grandes que las sombras que proyectan, los errores y «las auras de superioridad» se pagan con la intrascendencia.


En la teoría de Freud, el «superyó» ejecuta una función de conciencia moral, limita y pone frenos a las pulsiones, a los impulsos, a esos afanes de verse como el diferente, como el único. Lejos de ser una estricta interpretación del psicoanálisis, a Bernardo Larraín Matte el «superyó» parece haberle pasado la cuenta. Restando seis meses para dejar la presidencia de la Sofofa, tanto las influencias de su timonel como de la institución misma se han «desdibujado», o caído en una sostenida irrelevancia, lo que para muchos encuentra su explicación precisamente en la personalidad de Bernardo Larraín, «en su aura de superiodidad» y en un doble estándar entre el peso de ser un Matte, un patrón de fundo, ligado insoslayablemente a la colusión del Confort y la imagen que busca proyectar de un tipo dialogante, de un «igualitario», de uno más en el espacio del debate público. En otras palabras –tal y como advierten seguidores y detractores– es como si se lo hubiese comido el propio personaje, donde el «superyó», más que actuar de freno, se convirtió en un fan de sí mismo. Y esto, en un gremio o en una confederación donde los egos empresariales son más grandes que las sombras que proyectan, se paga con la intrascendencia.

Hablar de Bernardo Larraín Matte no resulta una tarea sencilla. Colegas, políticos, cercanos y rivales rehúyen hablar sobre cómo el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), de los industriales, en los últimos meses ha visto disminuida su influencia en la misma proporción con que ha crecido la del Presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Juan Sutil.

En algunos casos, se trató del temor reverencial al poder; en otros, de un simple espíritu de sobrevivencia en un ambiente donde el más grande se come al más chico. En cualquier caso, con la debida reserva, las interpretaciones fluyeron, tomando como punto de partida la omnipresente «pelusilla» entre la Sofofa y la CPC.

«Se creen más de lo que son»

En el mundo empresarial reconocen que siempre ha existido rivalidad entre ambos gremios por la influencia. «Si miras la historia, la relación de la CPC con la Sofofa ha estado muchas veces marcada en ese contexto. Pasó también con la presidencia de Juan Claro, que al igual que Bernardo, quería ponerle la pata encima a la CPC, pero no con Felipe Lamarca, quien jugó muy bien su liderazgo», recuerdan dirigentes gremiales de otras ramas de la producción y el comercio.

Esta rivalidad se hizo muy patente cuando en la CPC estaba Alfonso Swett. «Con Bernardo peleaban el punto y la coma». Ahora, la historia se repite con Juan Sutil al mando de la confederación, pero en un contexto distinto, atravesado por el estallido social y la pandemia, en donde uno parece ir para abajo y el otro para arriba. Lo claro, de cualquier forma, para los detractores de la manera de ejercer el liderazgo en la Sofofa, es que «se creen más de lo que son».

«Desde el punto de la estructura financiera, la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) tiene muchos más recursos que todos los gremios juntos y más despliegue territorial. Pero lo que pasa con la Sofofa es que depende mucho del ego de la directiva y del presidente en ejercicio. Hay algunos que se sienten con un aura superior y otros que no. La Sofofa carece en cierto grado de humildad, de reconocer que es una rama más de la confederación y que ellos representan a la industria», sostienen.

¿Cuál es el problema de fondo de la Sofofa?

-Que, representando a la industria, quieren hablar por el transporte, por los temas de electricidad y quieren hablar de los temas país. Tienen el síndrome del Presidente Pìñera, que quiere hablar de todo».

La crítica, si embargo, no rebota. Por el contrario, es asumida al interior de la institución que preside Larraín Matte. «La mayoría de los empresarios grandes, grandes de verdad, y que además se creen grandes, miran un poquito en menos a la CPC. Para ellos el sector industrial es lo relevante. Y no solo Bernardo, sino una buena parte de los industriales dice que este es el verdadero gremio. Y el resto, a excepción del Consejo Minero, es considerado arroz graneado».

Pero fuera de esta rivalidad consabida, qué ha hecho que la Sofofa desapareciera en medio de la peor crisis económica del último tiempo y que –según expresiones fatalistas– traerá más perjuicios que la crisis del año 29. En este punto, las diferentes voces apuntan directamente a Larraín Matte.

Pérdida de influencia, falla en el liderazgo

Para Jorge Awad, expresidente de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras (Abif) y uno de los pocos que eludió el anonimato, el problema no es solo de Larraín Matte, sino del sector industrial en pleno que ha perdido importancia. «La ha perdido la minería, el comercio, la construcción. El peak de influencia de la industria es hoy muy distinto». Según este empresario, el problema de Bernardo que ha incidido en que hoy apenas se note, radica en una doble frustración.

«Hay una frustración interna al no poder hacer los cambios que quería en la Sofofa, y una frustración por no haber logrado ser presidente de la CPC, donde también había querido hacer cambios», apunta. Esta visión, no obstante, es rebatida tanto desde el interior de la Sofofa como de la CPC.

«Quienes vienen de la cultura industrial, de la cultura familiar, como los Luksic, los Von Appen, los Solari y los Matte, que la CPC sea un objetivo particularmente codiciado, no lo es», afirman en círculos cercanos a la Sofofa. Y por el lado de la CPC, esto de los aires reformistas, no tiene ningún sentido. «Cuando Bernando planteó esta cosa de la presidencia rotativa, el único objetivo de eso era ser el primer presidente rotativo CPC-Sofofa. Esa era su aspiración personal. Lo de las reformas es falso, es paja, qué va a cambiar. ¿Cuánto hay de show y cuánto real de esa idea? Al final qué reformas puedes hacerle a una institución como esta, si lo que hace esta institución, es que representa el sentir de 6 gremios».

Por el contrario, otros observadores apuntan a que «su intrascendencia se produce como efecto de su intención por puro aparecer. No se nota en los temas relevantes. Larraín llega tarde a las discusiones. La influencia de la Sofofa en temas legislativos ha disminuido enormemente, los gremios pelean por ellos mismos. Se ha dedicado más a las redes sociales que a la incidencia de las políticas públicas».

Desde la vereda de enfrente de la Sofofa, la pérdida de notoriedad de la institución «se explica por el camino tomado por Bernardo, muy personal y que ahí se encontró con las bases. La posición de Bernardo no refleja la de un genuino industrial, que está preocupado de que haya buenas políticas públicas, para que se pueda seguir desarrollando su industria. No, él está más dedicado a los temas país que a la industria. y por ahí, hace de tope respecto de sus bases».

Para los aliados y para los no tanto, la razón estriba en que Bernardo Larraín Matte nunca ha sido del agrado de una buena parte de los empresarios.

«Hay un sector más conservador, a la antigua, que piensa que cualquier concesión es un tipo de debilidad, y desde esa perspectiva le reprochan a Bernardo no ser más duro con el Gobierno, en la protección del Estado de Derecho en La Araucanía, de ser ambiguo con la Constitución y no poner sobre la mesa todo lo perjudicial que podría ser este proceso», sostienen.

Pero hay otro grupo que, estando más cerca de las posiciones del presidente de la Sofofa, piensa que es una especie de llanero solitario, que pregunta poco, que se quiere mucho a sí mismo, y que ha tenido posturas públicas ante las cuales ellos podrían estar de acuerdo, pero chocan debido a «la arbitrariedad del propio Bernardo».

«Bernardo se presentó como la promesa de un nuevo liderazgo, de un cambio generacional, pero que al final esto lo ha administrado para él y no para el cambio generacional. Eso se lo escuchas a Von Appen, Swett y a los representantes a los grupo Luksic, como Hinzpeter. Y se respira tensión en el ambiente», reconocen.

Perdón o permiso

«Hay algo que tiene Sutil que no tiene Larraín, y que es fantástico. Sutil es un tractor, se le mete algo en la cabeza, agarra el teléfono, llama, cierra el acuerdo, la ordena. Es un gran motivador y articulador de cosas. Ahora, si eso funciona o no funciona ya lo veremos después. Si el resultado es más o es menos bueno en términos técnicos, mala suerte nomás. Así es el estilo de Juan Sutil», describen.

El estilo de Bernardo Larraín, en cambio, sería al revés. No toca el timbre o no aprieta la tecla hasta que no está más o menos claro. Es una persona que prefiere pedir permiso que pedir perdón, a diferencia de Sutil, que derechamente prefiere pedir perdón que pedir permiso. Y eso a los empresarios les encanta. Les encantan los tipos que van para delante, aunque se equivoquen, y que hablen fuerte».

«A los empresarios –sostienen las fuentes– les carga que Larraín Matte sea, o se las dé, de más sofisticado. Es como decirle y ‘tú qué cresta te creís, si nosotros lo que hacemos es hacer plata’. Y además se sienten un poco miraditos en menos. En el caso de Sutil, es la comprobación que no se necesita ser tan educadito ni hablar inglés fluido, si se sabe hablar claro y que, además, te acaba dejar out con tres declaraciones».

Defectos y doble estándar

Tanto aquellos que aprueban como rechazan su estilo de liderazgo reconocen en él que es mateo, con una gran capacidad de trabajo y que moviliza a que en torno suyo se haga mucho trabajo, razón por la cual advierten que la Sofofa es el gremio que más contenido produce y que tiene excelentes relaciones internacionales.

Por otra parte, el mayor defecto que reconocen en la industria es que es «profundamente porfiado, si se le mete una cosa en la cabeza, es muy difícil sacarlo de ahí. Una parte importante de la crítica de los consejeros, no es que solamente no les pregunta, sino que incluso, cuando han sido consultados y se han tomado ciertas definiciones, a Bernardo, cuando no le gusta algo, se la pasa por la raja, de manera directa o indirecta. Es un patrón de fundo, por lo tanto, estos ejercicios de deliberación son vistos como simplemente una justificación».

En este tipo de liderazgo, se advierte una suerte de disociación entre dos personajes. Para algunos, Bernardo Larraín cree firmemente que el problema de legitimidad de los empresarios y de los gremios pasa por el hecho de que están preferentemente fuera de las reglas del debate público, al creer que tienen mejor derecho a participar en el debate público cuando se refieren a ciertas cosas y, por lo tanto, ese sesgo del empresariado los impulsa a negociar debajo de la mesa, en la cocina, se creen con el derecho a veto. Esa forma de actuar sería algo que Larraín Matte trató de romper, «pero choca de cabeza con la realidad, ya que pertenece a un grupo familiar que protagonizó una de las colusiones más horrorosas, la del Confort«.

«Eso que Bernardo quebró le generó muchos detractores, porque no es algo que él practique internamente. Él hace el esfuerzo por ser uno más, por parecer uno más en el debate público, pero cuando se trata del debate interno empresarial, él pone sobre la mesa su cargo, su apellido, su trayectoria. Antes esto no dolía tanto, porque siempre se ha hecho, pero lo que duele es que te vas presentando como un igualitario para afuera, pero para adentro haces lo que se ha hecho siempre: poner la pata encima. Esto es el doble estándar», apuntan observadores.

Futuro incierto y sucesión

Cuando se habla que Larraín Matte y la Sofofa se desdibujaron, varias de las fuentes consultadas se preguntan: pero desdibujado respecto a qué. «Si se trata de desdibujarse del tipo de liderazgo de Hermann von Mühlenbrock, eso es una buena cosa, distinto es –sostienen– si se desdibujó de ser un actor político relevante, porque eso choca directamente con lo que el propio Bernardo venía proponiendo: esto de jugar en la cancha de lo público, de tipos que compiten sin ventaja. Ahí el tema es atendible, porque no hubo efectivamente, no se aprecia, el cambio generacional, sino más bien fue protagonismo personal. En todo sentido, la principal crítica es que no sabe si trabaja para él o para el gremio. O para las dos cosas».

Con una mirada más cercana a la CPC, plantean que la real dificultad con Larraín  Matte es que «tiene una posición que uno no sabe mucho cuál es, no se sabe cuáles son realmente sus aspiraciones, por eso le hacen muchas caricaturas, que quiere ser Presidente de Chile, que quiere ser aquí y allá, que es niñito mimado».

Fuera de esas «caricaturas», como les llaman algunos, lo cierto –apuntan otros– es que «cuando te faltan seis meses para terminar el periodo en la Sofofa, la verdad no te falta nada».

En ese sentido, la visión más radical es que todo el panorama que había configurado para sí mismo y para la institución que preside, se le fue con el estallido y la pandemia como agua entre los dedos. «Todo lo que había hecho como introducción de temáticas relevantes, y de la arquitectura política, en procesos de formación de ley, de la modernización del Estado, de las normas regulatorias, de la importancia de las instituciones sólidas, todo lo que estaba fuera de la cabeza de los dirigentes empresariales, todo eso se fue un poquito al carajo después del estallido y la pandemia, porque en el fondo fue como rebarajar. Él sintió que todo lo que había avanzado lo perdió en un par de meses. Y personas que no habían hecho nada, ahora están en la pole position».

«Todo eso se perdió», subrayan. «Y ahora hay que empezar de nuevo, pero no puedes empezar de nuevo cuando te quedan seis meses. La cabeza está puesta ahora en la sucesión de Bernardo».

«Efectivamente, la sucesión te timbra el éxito o el fracaso de lo que se hizo. Si a la Sofofa vuelve un tipo como Von Mühlenbrock o se termina con Fernando Barros, esa es la derrota total de Bernardo. Si, por el contrario, la sucesión recae en un dirigente distinto, más joven, aunque sea heredero de los grandes grupos, que tenga entre 45 y 55 años, más conectado con el mundo de hoy, eso no es un tremendo logro, pero se habrá notado su legado», precisa una fuente.

El dilema para Bernardo Larraín sería qué hacer después, ya que luego de haber probado el chocolate de la influencia en la Sofofa, volver a las reuniones de directorio, a estudiar los estados de cuenta, «sería un martirio».

«Como es un tipo talentoso, sabe que no puede sobrevivir como expresidente de la Sofofa o por llamarse Bernardo Larraín Matte y, por lo tanto, tendrá que buscarse alguna alternativa que le permita seguir participando, no con el mismo nivel de protagonismo, en el debate público». Aunque aseguran que esta definición no discurre tanto por la senda de la política electoral, como ser candidato a senador, no se descarta que la opción de integrar una comisión constituyente esté entre de sus planes.

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