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Ser o no ser socialdemócrata… algo más que un simple eslogan

Juan Eduardo Faúndez
Por : Juan Eduardo Faúndez Académico Universidad Arturo Prat. Presidente Fundación Socialdemócrata.
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Si Joaquín Lavín está convencido de las ideas socialdemócratas, implicaría un abandono de su coalición que piensa totalmente lo contrario o, más bien, esta jugada es un acomodo comunicacional y pirotécnico ante la gigantesca expresión del pueblo por la necesidad de cambios y profundizaciones estructurales que Chile requiere. Como socialdemócrata, que no cree ni en maximalismos ni en ataduras, que también cree que el ser humano puede cambiar, mejor que cada uno saque sus conclusiones. Yo ya tengo las mías.


Luego del estallido social de octubre del 2019 se ha generado una interesante proliferación de miradas, conceptos, interpretaciones y posiciones, de modo de lograr dar con la receta de cómo se encara el Chile del siglo XXI. Eso fue la piedra basal del acuerdo de noviembre para generar las condiciones de un plebiscito constitucional, que tenía y tiene por objetivo primario construir una nueva Carta Magna para nuestra sociedad chilena.

Sin embargo, entremedio apareció la crisis del COVID-19 y la agenda constitucional y su debate entraron por unos cuantos meses en el congelador, ya que se asumía que las prioridades una vez más se habían invertido y postergado. En esta pausa, miles de chilenos y chilenas han fallecido producto del coronavirus y su mal manejo por parte del Gobierno, situando a Chile en el peor de los rankings mundiales, aquel que gráfica la muerte.

La crisis de la pandemia también desnudó una realidad de vulnerabilidad y precariedad de millones de personas, en la que el vivir al día, sin empleos formales, terminó por pasarles la cuenta, aumentando el desempleo, surgiendo necesidades alimenticias en medio de las cuales la comunidad se organizó y, para mitigar aquello, renació la máxima expresión de solidaridad barrial: las ollas comunes.

[cita tipo=»destaque»]Es creer que no existe otro mecanismo ni actor principal, que la intervención del Estado para mejorar el bienestar de las personas, la igualdad de accesos a servicios, a la ciudad, a derechos sociales, en la construcción de una agenda de dignidad. La socialdemocracia es la búsqueda del bienestar social, en el cual todos(as) los actores son importantes en este desafío sin exclusiones, donde los acuerdos genuinos en pos de estos objetivos pasan a ser los ejes articuladores de la construcción de este tipo de sociedad.[/cita]

También a la par, ocurrieron fenómenos interesantes, como lo es la revitalización del Estado en la mitigación de carencias y en su rol auxiliador ante tan devastador panorama. Por contradictorio que parezca, quienes más lo aborrecían –la derecha en Chile– ahora lo claman y lo llaman con fuerza, pero ante esta evidencia palpable no están dispuestos a potenciarlo, a otorgarle más recursos vía cargas impositivas redistributivas y progresivas (impuesto a los ricos, reforma a la renta presunta, exenciones tributarias, etc.).

Otro fenómeno fue el de la “casa de vidrio política”. Como nunca antes, millones de chilenos y chilenas se interesaron en seguir cómo eran las votaciones de los parlamentarios, como actuaba el Gobierno en su accionar político para mitigar los efectos de la crisis, porque estas acciones determinarían sus propias vidas. En definitiva, también se desnudó quién es quién en política, con sus acciones, con sus hechos, en donde aquí sí importan las acciones de tu colectivo, ya que nadie gobierna solo desde la nada.

Es en este escenario en que se retoma el debate político y cada actor juega sus fichas en vistas del escenario presidencial de próximo año, quedando más o menos claro que, si no estás por los cambios, que si estas atado a un pasado dictatorial o atado a un pasado reciente de tan solo semanas con votaciones de tus aliados en contra de la dignidad de millones –AFP, subsidios monetarios, protección a grandes grupos económicos, acceso agua, pensiones, posnatal, etc.–, las posibilidades de triunfo se pueden reducir. Es aquí donde surge Joaquín Lavín, el socialdemócrata.

Es en este escenario donde es importante exponer qué significa ser o definirse como socialdemócrata en nuestros tiempos, para dar con el juicio adecuado ante tamaña declaración de un exponente histórico de la derecha chilena y sus ideas.

Ser socialdemócrata en la actualidad consta, en sencillo, de pilares fundantes, los que se pueden definir como:

-Apostar a la construcción de un fuerte sistema de seguridad social, en el cual pensiones, salud, educación y trabajo asumen roles fundamentales por parte del Estado, un Estado que adquiere un rol de mitigador de desigualdades y búsqueda, por su acción, del bienestar colectivo.

-La socialdemocracia se define en una economía que invierte en las personas y en su desarrollo, en la educación, la especialización de las actividades económicas y productivas. Esto último se traduce inherentemente en mejores condiciones salariales y de dignidad a los(as) trabajadores(as), en donde las fuentes de producción del trabajo son amigables con el medio ambiente y su entorno.

-Para el financiamiento del Estado de Bienestar Socialdemócrata se requiere fundamentalmente crecimiento sostenible, cargas impositivas redistributivas, generando las condiciones de un sistema impositivo progresivo en donde quienes tienen más, pagan más y, finalmente, la instalación de solidaridad estructural, en que todos y todas somos parte de la misma sociedad en igualdad de condiciones y dignidad, en donde cada uno aporta para mejorar y ayudar al otro vulnerable, desde sus espacios, desde su acción.

Ser socialdemócrata es internalizar y valorar de forma esencial estos dos principios como ejes rectores de la política, considerados como no permutables ni transables. Entonces, por un lado, es tener un compromiso nítido por la democracia y ser demócrata en lo cotidiano, en el quehacer como político y con los demás, es situarte ante la historia con este valor clavado a fuego. También lo es en cómo fortalecer y profundizar espacios democráticos de convivencia e inclusión social y de participación ciudadana.

En segundo lugar, valorar y priorizar por sobre otro principio el desarrollo e igualdad social. Poner primero a las personas, a sus necesidades, carencias y desarrollos. Entender que una sociedad de privilegios y privilegiados nunca conseguirá el bienestar común y su dignidad en la medida que el poder este concentrado en unos pocos. Es trabajar por que cada persona tenga las posibilidades de superar procesos de pobreza y situaciones de vulnerabilidad y carencias, a través de una intervención del Estado clara y fuerte a este propósito.

Es creer que no existe otro mecanismo ni actor principal que la intervención del Estado para mejorar el bienestar de las personas, la igualdad de accesos a servicios, a la ciudad, a derechos sociales, en la construcción de una agenda de dignidad. La socialdemocracia es la búsqueda del bienestar social, en el cual todos(as) los actores son importantes en este desafío sin exclusiones, donde los acuerdos genuinos en pos de estos objetivos pasan a ser los ejes articuladores de la construcción de este tipo de sociedad.

Un buen amigo me decía: “El papel, una buena conversación de café, lo aguanta todo, otra cosa muy distinta es cómo tú y los tuyos actúan en los hechos”, hechos que en política son votaciones, proyectos de ley, declaraciones, acciones políticas concretas que te sitúan en un espacio, en una posición y, por qué no, en una cosmovisión societal.

Es en esto último donde nos queda la interrogante. Si Lavín está convencido de las ideas socialdemócratas, implicaría un abandono de su coalición que piensa totalmente lo contrario o, más bien, esta jugada es un acomodo comunicacional y pirotécnico ante la gigantesca expresión del pueblo por la necesidad de cambios y profundizaciones estructurales que Chile requiere. Como socialdemócrata, que no cree ni en maximalismos ni en ataduras, que también cree que el ser humano puede cambiar, mejor que cada uno saque sus conclusiones. Por mi parte, con lo expuesto anteriormente, yo ya tengo las mías.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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