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Una convención abierta y con participación ciudadana vinculante Opinión

Una convención abierta y con participación ciudadana vinculante

Gonzalo Winter
Por : Gonzalo Winter Diputado de la República
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La pregunta central es cómo va a participar del proceso el pueblo y de qué manera será parte de la discusión de los contenidos. El debate público al respecto se ha centrado únicamente en la forma de elegir a los y las integrantes de la convención, ya sea mixta o constitucional, con especial énfasis en la necesidad de integrar a ciudadanos que sean independientes de los partidos políticos. Si el debate se enclaustra de cualquier forma, no se estará cumpliendo la promesa esencial que da pie al proceso. No basta con la representación proporcional de ideas políticas, no basta con la representación del voto, no basta con la representación muestral, es momento de la participación.


El proceso constituyente iniciado en nuestro país contiene en sí mismo una promesa no menor. La promesa de que el pueblo, es decir, el poder constituyente, sería por primera vez el protagonista en la redacción de una nueva Constitución. Solo si el pueblo considera que esa promesa se cumplió, el proceso será legitimado por la ciudadanía.

Por lo tanto, la pregunta central es cómo va a participar del proceso el pueblo y de qué manera será parte de la discusión de los contenidos. El debate público al respecto se ha centrado únicamente en la forma de elegir a los y las integrantes de la convención, ya sea mixta o constitucional, con especial énfasis en la necesidad de integrar a ciudadanos que sean independientes de los partidos políticos.

Es decir, seguimos reduciendo la participación política a la representación a través del voto. De lo anterior cabe preguntarse si acaso en el actual contexto político social de Chile, el pueblo sentirá que fue protagonista del proceso, por el solo hecho de haber votado en la elección de convencionales constituyentes.

[cita tipo=»destaque»]Junto a estos mecanismos mínimos, es necesario explorar formas de participación virtual, encuentros y foros temáticos públicos. El Estado debe hacer un esfuerzo coordinado otorgando algún rol a los municipios, las universidades estatales o las bibliotecas en diversas fórmulas de convocatorias o actividades de formación, apoyo en metodologías de trabajo, sistematización de la producción de contenidos en los cabildos ciudadanos, ya sea los que se dieron durante el estallido social o los que se den en función del proceso que se abra de manera posterior al plebiscito. A ello, se debe sumar como principio la total transparencia y publicidad de las sesiones y actas, para que todo el mundo pueda seguir los avances de la discusión.[/cita]

Se los planteo de otra forma. Imagine que la totalidad de los constituyentes que resultan electos son independientes, que nunca han ejercido un cargo público, pero inmediatamente después de conocidos los resultados deciden irse todos juntos, a un sitio en la cordillera, sin internet ni señal telefónica y nueve meses más tarde vuelven con la propuesta de nueva Constitución ya redactada y acordada entre ellos. En dicho caso, ¿sentirá el pueblo que escribió la nueva Constitución? A pesar de que no habrían sido “los mismos de siempre” ni los “señores políticos”, yo creo que no.

Si el debate se enclaustra de cualquier forma, no se estará cumpliendo la promesa esencial que da pie al proceso. No basta con la representación proporcional de ideas políticas, no basta con la representación del voto, no basta con la representación muestral, es momento de la participación.

Obviamente, son los sectores más reaccionarios del país los más interesados en deslegitimar el proceso, estos  harán todo lo posible por que así sea y encontrarán, en la falta de participación, el caldo de cultivo perfecto para usar la misma energía transformadora que inició el proceso en contra del mismo proceso que nunca quisieron. Por ello, es necesario que los sectores que estamos impulsando cambios radicales para el Chile del futuro, seamos capaces de empujar con todas nuestras fuerzas las adecuaciones necesarias para impedir que logren su propósito.

El desafío que tenemos por delante es que el reglamento de la Convención –donde se dará una disputa fundamental– establezca mecanismos de participación regulares y en algún grado vinculantes, es decir, que los ciudadanos no electos para la convención sean formalmente reconocidos como parte del proceso, sin con ello anular el rol de la convención misma. Esto requiere un esfuerzo reglamentario, un esfuerzo organizacional y un cambio cultural profundo acerca de cómo entendemos la democracia.

Por poner un ejemplo, hace algún tiempo ingresamos un proyecto de reforma a la Cámara de Diputados y Diputadas que es perfectamente aplicable a la convención constitucional, para que a través de las juntas de vecinos (podría ser mediante otro sistema de delegados también) diversos grupos de ciudadanos y ciudadanas tengan la facultad de citar a los representantes de su distrito a sesionar oficialmente en sus barrios sobre los temas que la comunidad proponga. En dichas sesiones, los vecinos podrán presentar proyectos de acuerdo que, de ser aprobados por los parlamentarios presentes, pasarán directamente a la tabla de la cámara (o convención) para ser votado por el resto de sus integrantes.

Puede verse como un detalle, pero nos parece fundamental dar una facultad y una forma oficial de participación en el proceso a la organización social de base, al mismo tiempo que encauzar su energía creativa. Buscamos recuperar la noción de mandato y generar un vínculo formal entre representante y representado. Adicionalmente, muchos otros mecanismos se podrían aplicar a la Convención, tales como iniciativa popular de propuestas constituyentes o reuniones periódicas de rendición de cuentas.

Junto a estos mecanismos mínimos, es necesario explorar formas de participación virtual, encuentros y foros temáticos públicos. El Estado debe hacer un esfuerzo coordinado otorgando algún rol a los municipios, las universidades estatales o las bibliotecas en diversas fórmulas de convocatorias o actividades de formación, apoyo en metodologías de trabajo, sistematización de la producción de contenidos en los cabildos ciudadanos, ya sea los que se dieron durante el estallido social o los que se den en función del proceso que se abra de manera posterior al plebiscito. A ello, se debe sumar como principio la total transparencia y publicidad de las sesiones y actas, para que todo el mundo pueda seguir los avances de la discusión.

Garantizar la participación de la ciudadanía es una de las claves más importantes y menos debatidas para que este proceso sea y se sienta realmente democrático, además de paritario e inclusivo, donde todas y todos podamos participar por primera vez para ser parte en el diseño del Chile del futuro y que el pueblo lo sienta propio. Considerar que la gran promesa que se abrió el año pasado, esa en que todos vamos a participar en la elaboración de una nueva Constitución, sea cumplida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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