Publicidad
Un nuevo modelo de gobierno para Chile: avanzar a un sistema semipresidencial Opinión

Un nuevo modelo de gobierno para Chile: avanzar a un sistema semipresidencial

Hernán Campos Parra
Por : Hernán Campos Parra Cientista Político UDP
Ver Más

Entre los argumentos que se entregan a favor de los semipresidencialismos, están los que señalan que posibilitan la desconcentración del Poder Ejecutivo, fomentan la negociación entre los partidos, permiten una alternativa de liderazgo ante eventos críticos y facilitan la transición desde un modelo puramente presidencial. En cuanto al primero, el Parlamento cumple un papel clave sobre el control de la acción gubernamental y la convivencia en el Ejecutivo. Respecto al segundo, se induce a la moderación de los partidos en el Parlamento a partir de la designación del primer ministro y el gabinete.


En octubre de 2019, las protestas que se desarrollaron con motivo del descontento social y la crisis de legitimidad, dejaron en evidencia las debilidades estructurales del sistema político vigente. La tensión que se produce entre un presidente con amplias atribuciones pero carente de liderazgo y un Congreso sin mecanismos constitucionales para responder tempranamente ante acontecimientos que atenten contra la gobernabilidad, son algunas de las críticas que hacen cuestionar el funcionamiento del presidencialismo chileno.

A solo semanas de la elección de los miembros de la Convención Constitucional, poco se ha discutido sobre las posturas y definiciones en cuanto al sistema de gobierno que se pretende instaurar. Ya sea por desconocimiento o por la comodidad que ofrece el actual modelo presidencial, resulta indispensable poner de relieve el debate respecto a los distintos sistemas de gobierno con los que se organizan las democracias modernas en el mundo. Entre las alternativas que se proponen está transitar hacia un sistema semipresidencial.

Los estudios que analizan los sistemas políticos definen al semipresidencialismo como aquella forma de gobierno en el que el Poder Ejecutivo se divide en dos autoridades. El presidente, quien se escoge por votación popular, y el primer ministro, quien junto al gobierno dependen de la confianza del Parlamento. Mientras que el primero encarna la jefatura de Estado, el segundo es investido como jefe de gobierno.

[cita tipo=»destaque»]Con todo, el éxito sobre la gobernabilidad de un país no solo está condicionado por la forma de gobierno, sino por una diversidad institucional que brinda legitimidad y eficacia. Por lo tanto, la discusión sobre el modelo de gobierno no puede soslayar asuntos relativos a las fórmulas electorales con las que se escogerán los miembros del Parlamento o el tipo de Congreso (unicameral o bicameral). De esta manera, resulta urgente comenzar a abrir el debate y contrastar las distintas visiones sobre el futuro sistema político chileno.[/cita]

Algunas de las experiencias que destacan son los casos de Francia, Portugal y Finlandia. Ahora bien, en términos formales no existe una manera monolítica de entender los semipresidencialismos. Países como Rusia, le brindan vastos poderes constitucionales al presidente. En el otro extremo, la Constitución de Bulgaria deja con escaso poder de maniobra al presidente en favor del primer ministro y el Parlamento.

Entre las facultades presidenciales que se pueden observar transversalmente en Estados con sistemas semipresidenciales, se encuentra el poder de disolución del Parlamento, liderar las relaciones internacionales y ratificar el nombramiento del primer ministro con su gabinete. Por otra parte, el primer ministro posee la potestad de ejercer funciones colegisladoras, conducir la política del país y encabezar el consejo de ministros.

A pesar de las marcadas diferencias sobre las atribuciones de cada uno de los miembros del Poder Ejecutivo, existen materias que deben ser resueltas por el presidente y el primer ministro. A modo de ejemplo, la aprobación de decretos u ordenanzas administrativas. Sobre esto último, surge una de las principales objeciones a este modelo de gobierno, puesto que de nombrarse a un primer ministro de oposición ideológica al jefe de Estado, se produce una cohabitación que cristaliza las relaciones entre ambos.

Para mitigar o impedir los riesgos que la cohabitación trae aparejados, algunos países han decido impulsar reformas electorales con el objeto de evitar elecciones intermedias que alteren la correlación de fuerza entre el parlamento y el presidente. Este es el caso de Francia en el año 2000, donde se aprobó una enmienda constitucional que redujo el mandato del presidente. Así, se ajustaron las elecciones presidenciales dos meses antes que las legislativas. Por otra parte, países como Georgia reequilibraron los poderes del presidente y el primer ministro en 2010. Esto favoreció enormemente la supervivencia democrática de ese país.

En Chile, la discusión sobre los sistemas semipresidenciales no es tan ajena como se presume. De hecho, desde 1990 se han presentado cuatro iniciativas de ley que buscan introducir modificaciones al sistema presidencial. Entre los argumentos que se entregan a favor de los semipresidencialismos, están los que señalan que posibilitan la desconcentración del Poder Ejecutivo, fomentan la negociación entre los partidos, permiten una alternativa de liderazgo ante eventos críticos y facilitan la transición desde un modelo puramente presidencial. En cuanto al primero, el Parlamento cumple un papel clave sobre el control de la acción gubernamental y la convivencia en el Ejecutivo. Respecto al segundo, se induce a la moderación de los partidos en el Parlamento a partir de la designación del primer ministro y el gabinete.

Luego, ante un presidente con baja popularidad, la figura del jefe de Gobierno puede sustituir la conducción política de la nación. Por último, dada la rígida tradición presidencialista de nuestro país, el semipresidencialismo resulta más amigable que el parlamentarismo, ya que conserva la figura del presidente.

Con todo, el éxito sobre la gobernabilidad de un país no solo está condicionado por la forma de gobierno, sino por una diversidad institucional que brinda legitimidad y eficacia. Por lo tanto, la discusión sobre el modelo de gobierno no puede soslayar asuntos relativos a las fórmulas electorales con las que se escogerá a los miembros del Parlamento o el tipo de Congreso (unicameral o bicameral). De esta manera, resulta urgente comenzar a abrir el debate y contrastar las distintas visiones sobre el futuro sistema político chileno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias