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México a mitad de sexenio Opinión

México a mitad de sexenio

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Andrés Manuel López Obrador, AMLO, perdió en las elecciones del 6 de junio el impulso arrollador de sus inicios, pero mantiene fuerza suficiente para manejar las riendas del poder. La oposición, por su parte, se reagrupó y, además de ofrecerse como un bastión, deberá empezar a proponer un proyecto de país que compita con la CT en el imaginario de los mexicanos. Morena deberá concretar parte, al menos, de su ambiciosa propuesta y comenzar a preparar la sucesión de su carismático líder. Se avizora más polarización.


Los mexicanos concurrieron a votar el 6 de junio. Elegían a 500 diputados, 15 gobernadores (de 32) y cerca de 2 mil presidentes municipales, amén de autoridades locales. La consulta se desarrolló a mitad del mandato presidencial y se transformó en un referéndum sobre la gestión de Andrés Manuel López Obrador, AMLO, tal como sucedió con sus antecesores.

Los resultados preliminares entregan resultados variados que, como suele ocurrir, permiten a cada actor político destacar aquellos que le favorezcan, como ya lo veremos. Para estos comicios los principales partidos conformaron dos grandes alianzas. La coalición oficialista estuvo conformada por el Movimiento de Renovación Nacional, Morena, fundado por AMLO, el partido Verde Ecologista y el Partido del Trabajo. Entre todos hasta hoy tenían mayoría absoluta en el Congreso.

En la oposición se produjo un fenómeno inédito. Después del huracán de AMLO en su victoria de hace tres años, que arrasó con los partidos tradicionales, estos empezaron un proceso de convergencia que maduró para estos comicios. Así se aliaron el viejo PRI, el derechista PAN y el socialdemócrata PRD. El objetivo era impedir que el Gobierno alcanzase mayoría calificada y, con ello, reformar la Constitución.

El gobierno se instaló hace 3 años con un programa de cambios, la llamada Cuarta Transformación, 4T, que busca combatir la corrupción, atender demandas sociales y operar una renovación de la política. Desde entonces, la sociedad mexicana se ha ido polarizando. La virulencia caracteriza el debate, la “comentocracia” opositora (el mundo de los comentaristas) domina buena parte de los medios de comunicación, en especial en la capital. El Gobierno no se queda atrás y, desde su inicio, AMLO día a día acomete a primera hora las denominadas “mañaneras”, conferencias de prensa en las cuales comparece entregando su mensaje. Pocos dejan de reconocer que el presidente se comunica con buena parte de la población. De paso marca la agenda. Los polos del debate van desde la denuncia de un nuevo autoritarismo de parte de la oposición, hasta la condena al corrupto “capitalismo de cuates” que el Ejecutivo enrostra a sus adversarios.

Los resultados de la elección

Asumamos que toda elección tiene varios resultados: el numérico, el político y el comunicacional. Numéricamente Morena y sus aliados perdieron la gran mayoría que tenían en diputados. Pero conservaron la mitad más uno. Pueden aprobar leyes, pero no les alcanza para aprobar reformas constitucionales. Aunque pueden aprobar presupuesto. La oposición logro ponerles un dique a futuras reformas a la Carta Magna, pero sigue siendo minoría en el Congreso y en el país. Impidieron que el oficialismo obtuviese mayoría calificada. Cada bando celebra lo que le conviene destacar. Eso en diputados. Porque en gobernadores, Morena dio una paliza y se llevó 11 de 15. El PAN solo ganó dos y el PRI perdió todos los que tenía.

Lo anterior es lo numérico. Políticamente, a la oposición su alianza le permitió recuperar parte de los parlamentarios perdidos hace tres años. La tajada mayor se la lleva el derechista PAN, que elige más de la mitad de los diputados opositores. El PRI llega segundo y el PRD casi pierde su registro por la bajísima votación que obtuvo. En suma, la alianza le sirvió a la oposición, pero a unos más que a otros. Con todo, la alianza electoral convenció y los tres partidos han proclamado su voluntad de mantenerla en el Congreso. Probablemente la proyecten a la elección presidencial. O sea, tendremos oposición unida, hegemonizada probablemente por la derecha.

El resultado mediático es lo que queda en la retina. Como ocurrió en esa cumbre Iberoamericana celebrada hace años, donde se discutió un documento que nadie recuerda, pero nadie olvida al Rey gritándole a Chávez: “¡Por qué no te callas!”.

En las pasadas elecciones pocos se preocupan del resultado en las provincias (salvo sus  habitantes). Los ojos se concentran en la capital, donde la oposición se llevó la mitad de los municipios. La capital era el bastión de la izquierda y, por cierto, un baluarte de AMLO. Da la curiosidad de que quedó virtualmente dividida entre el occidente (sede de sectores medios y acomodados) y oriente (donde vive “la raza”, como suelen decir los mexicanos). En occidente ganó la alianza opositora y  en el oriente, Morena. La hipótesis probable es que una parte de los sectores medios migró a la oposición.

Las elecciones en CDMX también tuvieron efectos colaterales. Los aspirantes a suceder a AMLO empezaban a emerger, los más notorios: el canciller Ebrard y la jefa de gobierno capitalina, Claudia Sheilbaum. El retroceso compromete las posibilidades de esta última. La explicación se busca entre las dificultades provocadas por la pandemia y el accidente de la línea 12 del Metro con su secuela de muertes y desconfianza en las autoridades. En la capital reside la mayoría de los medios, los corresponsales extranjeros, y la habita su extendida y sofisticada intelectualidad. Algo así como Lima y el resto, en el Perú. No en vano, en el pasado colonial fueron las capitales de sendos virreinatos.

¿Qué se viene?

Viene la segunda parte del sexenio, con un gobierno que conserva muchas divisiones y dispone ahora de una bancada de gobernadores. Tiene menos diputados pero más control territorial. AMLO perdió el impulso arrollador de sus inicios, pero mantiene fuerza suficiente para manejar las riendas del poder. La oposición, por su parte, se reagrupó y, además de ofrecerse como un bastión, deberá empezar a proponer un proyecto de país que compita con la CT en el imaginario de los mexicanos. Morena deberá concretar parte, al menos, de su ambiciosa propuesta y comenzar a preparar la sucesión de su carismático líder. Se avizora más polarización.

En las elecciones votó poco más de la mitad de los ciudadanos habilitados. ¿Por qué? Falta por hacer el análisis descarnado de la votación, la laboriosa sociología electoral, quiénes votaron, dónde, por qué otros no votaron, perfil de cada segmento, etc. Gran tarea para los académicos y los políticos. No será fácil en un universo de más de 90 millones de votantes. Ojo, meritorio que en esta oportunidad casi no se han escuchado voces reclamando fraude, algo tan común en el México de hace poco, cuando imperaba la ley no escrita de que “nunca se llama a unas elecciones cuyo resultado no se conozcan”.

La vida continúa, AMLO recibió a Kamala Harris, procedente de Guatemala, donde con claridad advirtió a los inmigrantes que no viajasen ilegalmente a los EE.UU. AMLO la saludó como “presidente”. Las relaciones con Estados Unidos son la prioridad internacional de México, y en la agenda está la migración, el comercio y el combate al narcotráfico. El izquierdista Morena ha sabido desarrollar un entendimiento realista con los EE.UU., algo no menor. Punto para Ebrard.

Terminaron las elecciones de medio tiempo y, como señala René Delgado, es momento en que los principales actores políticos demuestren que no solo saben sumar (calcular número de funcionarios electos), sino también saben leer, es decir, decodificar lo que la sociedad mexicana les está diciendo a sus representantes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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