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El acto final de la era Piñera, que salpica a los candidatos oficialistas y golpea a Abbott Opinión

El acto final de la era Piñera, que salpica a los candidatos oficialistas y golpea a Abbott

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Piñera enfrentará un camino oscuro e incierto en estos cinco meses que le quedan por delante. Atrás quedarán sus obsesiones con un legado que nunca llegó, los sueños de convertirse en un líder internacional –al estilo Bachelet–, por supuesto, el espejismo de “tiempos mejores” y las promesas de controlar la delincuencia o devolver la paz a La Araucanía. Pero, sobre todo, en la derecha oficialista deben estar calculando el impacto que tendrá para ellos esta bomba que les explotó en las narices a pocas semanas de las elecciones. De ahí que para los cientos de candidatos al Parlamento y Cores debe ser inentendible la puesta en escena del sábado pasado, cuando las directivas de Chile Podemos + concurrieron a La Moneda a darle su respaldo a Piñera, calificando la acusación de “pirotecnia”. Un error político mayor, considerando que la derecha ha puesto las manos al fuego más veces de lo necesario, incluidos los casos Karadima, Longueira y Novoa. 


“… Que los paraísos fiscales desaparezcan… porque muchas veces se utilizan para actividades reñidas con la ley y la moral, como lavado de dinero u ocultamiento de dinero que proviene del narcotráfico o del crimen organizado o muchas veces se utilizan para evadir impuestos… por tanto, yo sí creo que debiesen desaparecer los paraísos fiscales y que las finanzas internacionales debieran ser más transparentes”. La frase, pronunciada con un tono algo doctoral y soberbio por el Presidente Sebastián Piñera en Ecuador, unos años atrás, se convirtió en una especie de cruel representación de la pesadilla que ha acompañado al Mandatario en sus dos períodos en La Moneda: la interferencia de sus negocios y los conflictos de intereses en el ejercicio del poder.

Solo basta recordar la lentitud con que se desligó de Colo Colo, Chilevisión y Latam en su primer Gobierno, los viajes de sus hijos a China o el intento de nombrar a su hermano Polo como embajador en Argentina. Piñera traicionado por Piñera. Piñera atropellado por su propia naturaleza, la del poderoso, del hombre autosuficiente y ambicioso, esa que el Presidente –por lo visto– no intentó controlar en su segundo mandato. La investigación iniciada por la Fiscalía Nacional por presunto cohecho –Piñera– y soborno –Délano– en el caso Dominga, no solo es un golpe mortal y lapidario para la imagen del Primer Mandatario, sino que también afectará duramente a los candidatos oficialistas y, de paso, puede arrastrar al Fiscal Nacional, Jorge Abbott, por el rol cumplido en 2017.

Una vez más, gracias a una denuncia periodística –en este caso mundial-, la venta de los Piñera al “Choclo” Délano de los derechos del proyecto Dominga, volvió a desenterrar un caso que fue cerrado con excesiva celeridad por el fiscal a cargo de la investigación en la época, Manuel Guerra. Por supuesto, eran otros tiempos. Era el Chile pre 18/O. Y, claro, al conocer los hechos, La Moneda reaccionó también como si estuviéramos una década atrás. Un furioso y algo descontrolado vocero salió poniendo las manos al fuego por el Presidente y señalando que no había “nuevos antecedentes”. Luego fue el turno del propio Piñera. En un intento que pareció poner a prueba la inteligencia ciudadana, el Mandatario afirmó que no había sabido del negocio realizado por sus hijos, con su mejor amigo y por la módica suma de 152 millones de dólares. Por supuesto, tampoco conocía el amarre que tenía la última cuota de 9 millones de dólares –que su abogado calificó como una cifra “insignificante” y que equivale a cerca de 7.200 millones de pesos–.

¿Es posible creer la versión oficial? Definitivamente no. Atenta no solo contra el sentido común, sino que no calza con el personaje que el propio Piñera se encargó de proyectarnos todos estos años. ¿Quién podría pensar que los hijos de una persona detallista y ambiciosa hacen un negocio millonario –que además les reportó una sobreganancia del 1.000% en pocos meses– y su padre no se entera, ni siquiera en la conversación familiar de la sobremesa de los domingos? ¿Es creíble que dos amigos entrañables –hay abundantes fotos de esa época en que Piñera y Délano comporten en short, sombrero y polera en sus innumerables propiedades– evitan hablar de la venta y acuerdo de un proyecto que tenía una cláusula tan específica –que dependía exclusivamente del Ejecutivo– para poder liberar la última cuota? ¿Tiene explicación que la operación fuera en un paraíso fiscal, pese a las palabras del Presidente citadas al inicio de esta columna? Definitivamente, el sentido común –ese que los chilenos agudizaron después de los casos Penta, SQM y luego del 18/O– no se condice con estos argumentos. 

La Fiscalía, en un giro difícil de entender a primera vista, cambió la apreciación que en 2017 llevó al entonces fiscal Manuel Guerra a no perseverar en la persecución –que partió en Exalmar y derivó en Dominga–, al igual que lo hizo en otros casos de alta connotación pública, como con Moreira y Pablo Wagner en el juicio de Penta. Además, modificó el delito de soborno al propio Délano –en la misma causa–, que permitió que este empresario y Carlos Eugenio Lavín “pagaran” tomando clases de ética. Hoy, Guerra presta servicios para AMSZO, de los municipios de Vitacura, Lo Barnechea y Las Condes. ¿Cuál sería la diferencia que permitiría reabrir la causa? El contrato firmado por las partes.

En 2017, de acuerdo a los antecedentes que se han conocido, los persecutores solo habrían conocido un borrador previo. A la luz de los hechos actuales, ese punto fue crucial. ¿Pudo ser intencional, es decir, que se buscó entregar información general para despistar a los persecutores o estos últimos, pese a notar que faltaba la pieza, optaron por considerar esa prueba como la definitiva? Quedan muchas interrogantes sobre el rol cumplido por la Fiscalía y las razones para reabrir la causa.

Y si Guerra ha quedado en la primera línea de exposición por la manera en que llevó el caso –de seguro tendrá que ser citado a declarar, esta vez, como un simple ciudadano–, el Fiscal Nacional ha vuelto a quedar en el ojo del huracán. A las sospechas de haber alineado a los fiscales para bajar los casos de las “platas políticas” –que le costó la carrera al fiscal Gajardo–, se suman los cuestionamientos por el parentesco con personas influyentes del Gobierno. Hace rato que Abbott está en la mira de moros y cristianos, por lo que, de comprobarse que tuvo alguna influencia para archivar el tema en 2017, debería abandonar el cargo. Esperemos que la persecutora designada –de su total confianza– sea capaz de despejar las dudas que dejó la investigación y actúe con independencia.

Piñera enfrentará un camino oscuro e incierto en estos cinco meses que le quedan por delante. Atrás quedarán sus obsesiones con un legado que nunca llegó, los sueños de convertirse en un líder internacional –al estilo Bachelet–, por supuesto, el espejismo de “tiempos mejores” y las promesas de controlar la delincuencia o devolver la paz a La Araucanía. Pero, sobre todo, en la derecha oficialista deben estar calculando el impacto que tendrá para ellos esta bomba que les explotó en las narices a pocas semanas de las elecciones. De ahí que para los cientos de candidatos al Parlamento y Cores debe ser inentendible la puesta en escena del sábado pasado, cuando las directivas de Chile Podemos + concurrieron a La Moneda a darle su respaldo a Piñera, calificando la acusación de “pirotecnia”. Un error político mayor, considerando que la derecha ha puesto las manos al fuego más veces de lo necesario, incluidos los casos Karadima, Longueira y Novoa. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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